Desenfreno

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Jiang Cheng cerró sus ojos con fuerza. Desde que había iniciado su carrera como juez, siempre hubo casos terribles sobre robos, violaciones, asesinatos, etc. Aun así no podía evitar sentir frustración cada vez que escuchaba alguno de ellos; era como si fuera una constante repetición, un espiral de crímenes sin sentido. Era escuchar la misma historia, los mismos pecados, pero sobre todo, era la misma sensación agridulce de tener que dictaminar la sentencia a los que se paraban delante suyo: inocente o culpable, palabras que llegaban a valer el destino de una persona en cuestión de segundos.

Nie Huaisang estaba delante de él aferrándose a su ropa, llorando de manera angustiada, sin tener el más mínimo amor a su propia vida. ¿Cómo podía darle palabras de aliento si no sabía cómo hacerlo?, él solo era bueno escuchando, jamás pudo hablar más tiempo con las familias afectadas por lo mismo que debía mantenerse a raya por el código profesional que su trabajo ameritaba.

Tal vez debió hacer un esfuerzo para saber más sobre ellas, o por lo menos llevarles algún regalo, no le saldría casi nada, era independiente, tenía un buen puesto de trabajo, una fortuna entre sus manos, todo lo que una persona pudiera desear, menos... su familia, su hermano, ni la calma de saberlo a salvo.

Su corazón dolió de manera aguda, casi entrecerró los ojos ante el recuerdo, la depresión que creyó haber desaparecido mediante la satisfacción de su trabajo al poner a los culpables tras las rejas, había regresado con fuerza. Pero no, el de apellido Nie era ahora quien debía consolar, o por lo menos intentarlo.

Solo pudo acariciar su espalda, acomodando el rostro del menor en su pecho, acunando con suavidad al menor, tarareando suavemente una melodía que en su juventud repetía incesantemente cuando desapareció su querido hermano.

En algún momento los sollozos calmaron, lográndose escuchar una suave respiración. No sabía porque, pero, al verlo así de ese modo tan indefenso, el corazón se le aceleró a un ritmo impresionante. Se separó con suavidad, notando al otro soñoliento, con los ojos inflamados, las mejillas sonrojadas, y el cabello desarreglado; se veía tan etéreo...

Se acercó lentamente, tomando un mechón de su cabello, colocándole detrás de su oreja, intentando arreglar su lacia melena que estaban en desorden, no fue hasta que la voz de Nie Mingjue resonó en sus oídos que salió de su ensoñación.

¿Qué había pasado?, ¿Acaso él había intentado...? ¡MALDICIÓN!

Su celular sonó de repente, salvándole por un momento, el nombre de Wen Ning alumbraba fuertemente la pantalla. Acomodó su propio cabello, aclaró su garganta, colocó descolgar en un momento y con voz elegante dijo: Jiang Cheng, diga, ¿En qué puedo apoyarlo?

Lo único que entendió fueron: denuncia, joven menor de 16, Lan, violación, chequeo y un sinfín de tartamudeos. Aquel doncel era muy bueno en su trabajo, un médico de profesión que apoyaba directamente a la policía y donceles que necesitaban de su ayuda inmediata.

Se levantó velozmente ante la mirada de todos, estaba dispuesto a ir a investigar sobre el caso que le traería Wen Ning, acomodó lo mejor que pudo su ropa, limpiando el polvo invisible que tenía; ante la mirada perpleja de su prometido, caminó a su lado dispuesto a irse, sintiendo un leve jalón de ropa, notando una mirada verde que contrarrestaba de manera perfecta con la suya.

Notó algo curioso en ese momento, algo que sacó un suspiro de lo más profundo de su ser...

"Tiene la oscuridad del bosque y el color dorado del sol en su mirada"

Abrió los ojos asustado, dejando ver aquella mirada violeta; ambos tenían un par de joyas invaluables, dignas de admirar. Tesoros que cualquier pirata desearía tener en su barco, esconderlos y no permitir que otro se los robe.

InquebrantableWhere stories live. Discover now