Jingyi

1K 139 33
                                    

Desde que tiene memoria, no sabía que era tener un padre protector o una madre amorosa. Siempre fue del tipo de niño que estaba solo, sin amigos, sin recibir un solo abrazo, un beso en la frente o palabras de aliento.

"Abandonado", aquella palabra que escribían en su pupitre, casilleros, incluso en las pizarras, era cierta. Su tío le dijo en repetidas ocasiones que era un recogido. Un doncel que fue abandonado por su propia madre sin compasión ni dudas o eso le dijo desde que tiene memoria. 

Cuando pasaron los años, conoció a un joven de una buena posición, era tan bueno, tan amable, hacía su corazón latir con fuerza, parecía un jade, uno hermoso e inalcanzable. Todo el mundo le tenía miedo, habían rumores que sus tíos eran parte de la mafia o algo así, pero, ¿quienes eran ellos para juzgarlo?, con esa pregunta en mente, tomó la mejor decisión de su vida... Le habló.

Iniciaron con conversaciones pequeñas, desde la hora, hasta el clima, se sentía cómodo, a gusto, asegurándose también que el contrario se sintiera de la misma manera. Lan Sizhui fue la persona que le hizo sentir especial, quien le enseñó amarse a si mismo, a respetarse y hacerse respetar. Por eso le entregó su mayor tesoro, su primer beso.

Si, como leyeron, su primer beso fue dado con él hombre de sus sueños, uno dulce, tímido, casi un roce, bajo la luminiscencia lunar, deteniendo el tiempo por un instante, sintiendo como sus almas se reconocían la una a la otra, como si desde una época antigua ambos se conocieran. Deberían haber seguido así, tomados de las manos con las mejillas sonrojadas, pero... Fue obligado a casarse a una joven edad; su "tío" lo había ofrecido por una buena posición, un buen apellido y unas cuantas monedas. Entregaron su mano sin preguntarle, sin considerar sus sentimientos, o si quiera... si estaba enamorado de alguien.

Vestido con aquel color que debía usar cuando estuviera con esa persona especial, fue condenado a portar un anillo que en vez de traerle alegría le trajo dolor. Cada que lo observaba, notaba el reflejo de su mirada, una cansada, aburrida, sin vida.

Su esposo era lo que uno puede denominar perfecto, amable, correcto, no era una mala persona, al contrario, si pudiera tomar una caja llena de amor hacia ese varón lo haría, pero no podía, no podía verlo más que un amigo, hasta un hermano. Por eso cuando él decía que necesitaba un heredero, no podía evitar cerrar los ojos con fuerza, sintiendo arcadas de solo pensar ser tocado por él.

- Jingyi, mis padres exigen tener un primogénito –escuchó la voz de su esposo, quien lo miraba con desesperación ante la presión familiar que llevaba. Su mano era tomada con suavidad, esa misma que portaba aquella cadena que tanto le pesaba.

- No puedo, de verdad... yo no puedo –lloró desconsoladamente, odiaba su vida, realmente la detestaba, hace mucho que quería divorciarse, pero en donde vivía ahora estaba prohibido. Un doncel divorciado era considerado indigno, jamás podría encontrar el amor, nunca más se podría casar, llegando a morir de soledad y si debía ser sincero... Tenía miedo...

- Será solo una noche, sé que no me amas, pero solo te pido esta noche – intento convencerlo, haciendo que su corazón se estrujase. Nunca quiso hacerle sentir de esa manera. Asintió marcando su destino, sabiendo que sería irreversible.

Su She lo abrazó intentando confortarlo, acariciando suavemente su espalda, acercándose al rostro ajeno, besando los rosados labios de su hermoso amante, retirando aquella delicada prenda. Jingyi simplemente cerró sus ojos, dejándose guiar por el otro, intentando no pensar en lo que ocurría. Las manos del varón descendieron a las largas piernas del menor, mientras su boca recorría el cuello ajeno, besándolo hasta poder ir a uno de sus hombros, mordiendo con suavidad para dejar una leve marca.

Él siempre quiso hacer el amor con su esposo. Desde que lo había visto caminando en aquella escuela con su carácter infantil y esa mirada inocente, no pudo evitar aquel sentimiento, mismo que provoco pagar al tío de este para poder desposarlo.

InquebrantableWhere stories live. Discover now