HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE 1.1

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Sofía tradujo ante la mirada pasmada de los presentes. Tardó en hacerlo, su mente se negaba a comprender y esperaba estar equivocada. Marcus dijo algo más en alemán antes de que la croata alzara la mano y le pidiera un respiro.

Kliment y Havryl dieron un paso al frente, comenzaron a hacer preguntas, se pisaban entre ellos y, a veces, el interrogatorio iba a coro. Tenían las mismas dudas ¿Quiénes? ¿Qué buscaban? ¿Qué les diste?

Marcus estaba apabullado, al igual que Sofía, quien intentaba salir de su tormento para poder expresarse en inglés. Ella misma tenía preguntas que se mezclaban en croata en su mente con las de todos los demás.

—¡Bueno, basta! —clamó la mujer—. Marcus, please, sitpidió. El austríaco acató al notar que sus piernas flaqueaban. Había hecho todo el recorrido a pie, por la noche, mientras alzaba una plegaria pidiendo al Altísimo que los viajantes no hubieran partido aún y cayeran en una trampa.

Sofía solicitó que le dieran un té al hombre, pero Havryl se adelantó con la botella de vodka, y Marcus se lo agradeció con mano temblorosa.

—Vinieron por la tarde, eran dos hombres, sabían que el local de enfrente era una fachada y pidieron hablar con mi jefe. —El único que no lo miró sorprendido fue Wolanski, quien sabía que Marcus no estaba al mando del eslabón—. Intentamos mantener las apariencias, pero amenazaron a Katy, dijeron: «No hay necesidad de hacer esto más difícil», mientras le apuntaban a la sien.

—¿Qué querían, exactamente? —preguntó Kliment.

—Sabían de ustedes, de todos. Cuántos eran, de dónde venía cada uno. Nos pidieron las fotos y los nuevos nombres. Descartaron a todos los demás, apenas miraron cualquier otro papel.

—¿Mostraron interés en alguien en particular?

—No. Fueron específicos en que querían todo. Luego que se marcharon, entraron dos hombres más, dijeron que no había necesidad de repetir todo, que le dijéramos lo mismo que a los anteriores. No hubo necesidad de armas, mi jefe nos pidió que no resistiéramos, que los diéramos por perdidos, pero...

—Pero aquí está usted —dijo Sofía y le tomó las manos en un gesto de agradecimiento.

—Les... les traje comida, por las dudas —prosiguió Marcus—, no sé qué harán ahora.

—Nosotros tampoco lo sabemos —musitó Wolanski.

—Les puedo hacer nuevas identidades, tengo aún las fotografías... los negativos, en realidad, pero siento que mi jefe tiene razón, es una lucha en vano.

—Hágalo de todos modos —pidió Havryl, y se puso de pie para buscar algo de dinero. Le extendió varios cientos de rublos sin siquiera consultarlo con los demás. Marcus intentó negarse ante la exorbitante suma que le daba el ucraniano. Terminó tomando solo la mitad para poder pagar los materiales y a los empleados que se encargarían de hacerlo con prisas.

Nikolái, al ver el intercambio, perdió los estribos.

—¿Cree que su dinero nos ayudará? —exclamó, furioso—. ¿Cree que sirve de algo ahora? Usted nos puso en esta situación —lo acusó—. Usted y su manía de hacer enemigos donde quiera que vaya. ¡Seguro el oficial que golpeó esta tarde nos delató! ¡o el contrabandista! ¡o quizá, siempre estuvimos condenados! —Alzó la voz al punto que los vidrios de las ventanas vibraron—. Es hora de que nos digan por qué escaparon, qué ocultan. ¡Es hora de que se entreguen, como debieron hacer desde un principio! No moriremos por culpa de ustedes.

—Das por sentadas muchas cosas —murmuró Havryl entre dientes. Su mandíbula, apretada por la furia, le impedía gritar a la par de Nikolái.

—Ya sabemos que su hermano es de la KGB. Vamos —se giró hacia Kliment—. Admita que se robó información, que es un espía, que es a usted a quien buscan. Sea hombre por una vez en la vida y deje de obligarnos a sacrificarnos por usted. Toda una vida de trabajar para darles a ustedes dos todos los lujos, y ahora espera que nos sacrifiquemos de nuevo para ocultar su traición.

Al otro lado del miedo (Libro 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora