HAY EQUIPO 1.1

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Devolverle el favor a Mirko resultó ser una odisea. 

Tomás se esforzaba a diario por ser más y más amable. Lo incluía en todo, desde los recreos hasta las salidas.

Era bastante obvio que el único problema que tenía El Ruso era socializar, y, para eso, Tomás era bueno. A él lo invitaban a todos los cumpleaños, le ofrecían free pass para los boliches, lo incluían en cualquier juntada; y ahora, a Mirko también.

Tenía conocidos en todas las escuelas, de todos los ambientes. Su popularidad se debía, en parte, a su amistad con Alvarito, hijo de una adinerada familia de la ciudad, que disfrutaba de dar fiestas privadas lujosas en las que circulaba alcohol y drogas sin control. Todos querían ir, pero eran bastante exclusivas. Tomás podía entrar sin siquiera pagar por la bebida, su relación con Alvarito databa de la época en que hacían catequesis, y los chicos de la escuela Maristas iban a ayudar a la iglesia.

El mensaje era bastante claro, si querían que Tomás fuese a algún sitio, tenían que invitar a todos sus amigos, entre los cuales estaba Vasylchenko.

—No sé qué manía tenés con El Ruso últimamente —le comentó Mateo mientras jugaban a la Play—. Si él se corta solo, dejalo.

Tomás frunció el ceño hasta que sus pobladas cejas se juntaron en el medio, se sentía frustrado.

—Primero, no se corta solo. —Ignoró la cara de sus dos amigos que lo miraron expresiones de incredulidad casi idénticas—. Segundo, si nadie lo invita a ningún lado, va a seguir solo. Y tercero, ya les dije, el tipo es buena onda.

—No es...

—En serio. A ver, me ayudó con Domingo, me explica matemática y —Alzó la mano para cortar a Lucas que iba a acotar algo, probablemente que Orión lo había obligado a hacer eso— me prestó Hamlet. Si fuese mala onda, me hubiera mandado a la mierda hace rato.

—Bueno, se podría decir que lo hizo. A todos lados a donde lo invitás, dice que no.

Mateo tenía un punto.

Tomás había prácticamente extorsionado a Bianca para que incluyera a Mirko en su cumpleaños. Llegó incluso a amenazar con arruinárselo y llevar a todos los pibes del barrio. Al final, había accedido, y El Ruso, lo más campante, contestó con un escueto, frío y casi mal educado «Ni en pedo».

El plantón a Bianca no hizo nada por mejorar su imagen pública. Todos querían ir a los cumpleaños de su compañera, era en los únicos que había alcohol a morir. Así que, ahora, a la fama de Mirko de freak, se le sumaba la de cortado mala onda.

Y esa no era la peor parte de la misión autoimpuesta. No, para nada. Podía lidiar con las escasas habilidades sociales de su compañero, lo que no estaba pudiendo manejar era la interminable lista de ítems que se sumaban sin parar a la columna del debe.

Cada vez que Tomás lograba pagar algo —en su mente—, como conseguir que lo invitasen a una juntada, a la cual no iba, por supuesto, Mirko duplicaba la apuesta.

La generosidad del Ruso no tenía límites, y ahora se le sumaba el buen trato que tenía para con él. Mateo y Lucas lo notaban, pero no decían nada, con ellos no era tan amable.

Los trataba bien, les explicaba si era necesario, incluso los saludaba al entrar y antes de irse. Todo un avance. Sin embargo, con Tomás era distinto, y eso no hacía más que empeorar la fascinación que tenía con él.

Sus amigos sabían la mitad de las cosas.

Mirko no solo le explicaba matemáticas, ahora también lo ayudaba con el resto de las materias. Siempre. Sin que se lo pidieran.

Al otro lado del miedo (Libro 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora