INEVITABLE 1.1

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El eco de los pasos de Andrej se coló por sus sueños y la hizo sonreír. Conocía el sonido de esos piecitos sobre el piso, su forma de andar, como si no le alcanzara la vida para aguardar a pisar por completo antes de dar el siguiente brinco.

Sofía asociaba ese correteo con un buen despertar. Quería decir que su padre no estaba en casa y que Andrej era libre de andar a sus anchas.

Pronto, los sentidos fueron asaltados con una nueva caricia de felicidad. Un aroma que se volvía, día a día, tan familiar como los pasos de su hermano. El perfume de Havryl. Estaba envuelta por él.

Recordó lo sucedido la noche anterior y sus manos palparon el abrigo de Vasylchenko. Volvió a sonreír y escondió la cara en las solapas de la gabardina.

¿Estaría pasando frío?, pensó mientras ella se abrigaba más y más. Merecido se lo tenía, dijo mientras retozaba en el colchón viejo como si se tratara de la cama de un hotel de lujo. Quizá, si se helaba hasta los huesos, aprendería a dejar de poner la comodidad de los demás sobre la suya.

Supo el momento exacto en que los ojos de Havryl se posaron en ella. Simuló dormir, pero su hermano la delató.

—Ya estás despierta —dijo Andrej. Držimir fue el único en comprender—. Tu respiración cambia cuando despiertas.

—Juguemos a que es domingo —bromeó Sofía y tiró de él para que se acostara junto a ella—. Juguemos a que podemos dormir un poco más.

Andrej rio, feliz, y se arrojó sobre su hermana para hacerle cosquillas. Sofía se dejó vencer con facilidad.

—Me rindo, me rindo. —El estómago gruñó y le recordó que lo único que había ingerido en horas habían sido vodka y besos.

Se puso de pie y se desperezó. Era la última en levantarse, y varios pares de ojos se fijaron en ella. Llevó las manos hacia el pelo, en un intento fallido de acomodar las ondas.

Buscó a Havryl con la mirada. Lo halló en un rincón, alejado de los demás, concentrado en ella. El rictus severo le advirtió que estaba enojado. Sofía le lanzó una sonrisa radiante y feliz a modo de desafío. La mandíbula del hombre se tensó aún más, y tuvo que contener la carcajada que le nacía del pecho.

No se quitó el abrigo, fue al baño y reapareció algo más presentable frente a los compañeros de viaje.

Natalka le pasó una taza con té. También se la veía contenta y Sofía recordó que ese día les harían los documentos nuevos. Serían libres.

—Gracias —le dijo en un murmullo. La ucraniana notó el buen temple de la croata, las cejas se alzaron al ver el abrigo de Vasylchenko.

—Veo que me hiciste caso —dijo la mujer.

—¿Tan evidente soy?

—Tanto como que sé que fue solo un beso —dejó caer con picardía.

—Ah ¿Sí? ¿Cómo puedes estar tan segura? —siguió con la broma.

—Porque tan solo uno de los dos sonríe.

El comentario de Natalka las hizo romper en risas ahogadas. Los demás las miraban con curiosidad, pero no acotaron nada. A todos les venía bien una dosis de buen humor.

Tras varios tragos de té, Sofía se acercó a Havryl y, sin decir nada, lo rodeó con el abrigo. Percibió la manera en que los músculos del hombre se aflojaban y dejaba escapar una exhalación derrotada.

Ella sabía que lo había herido al sentir pudor por lo sucedido entre ellos. Aunque quisiera, para Sofía era difícil dejar atrás las normas con las que fue educada, y Havryl debía entenderlo si pretendía llegar lejos con ella.

Al otro lado del miedo (Libro 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora