¿QUÉ VES CUANDO ME VES? 1.1

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—Tomás —Julián Méndez recibió un mate de manos de su hijo y desvió la vista del televisor. Estaban mirando el partido de San Lorenzo-Godoy Cruz sin prestarle demasiada atención. Era menester para un Méndez ser hincha de River Plate—, tu mamá me dijo que tuvo que usar la plata que le pasé en tu hermana.

La inflexión de la voz dejó traslucir hastío. No era el mejor de los progenitores, pero tampoco el peor. Sus hijos no pasaban necesidad ¿Qué clase de hombre lo haría eso?

Había discutido con Samanta, y con su actual mujer, por el tema del dinero. La madre de Tomás y Jonás le recriminaba que, en todos esos años, ella los había educado sola, sin su presencia; su nueva pareja lo acusaba de blando y de dar más de lo que le correspondía.

—Está bien, pa. Está embarazada.

—Tomá. —Sacó la billetera y agarró un billete de doscientos. Lo pensó mejor y sumó uno de cien—. Para vos y solo para vos.

A Tomás le brillaron los ojos.

—Gracias, pa. Gracias, posta. —Dio un saltito.

—No le digas a Jonás —pidió—. Que todavía me debe.

Julián vio la expresión dubitativa en el rostro de Tomás y le dio una palmada en la espalda.

—Ya sé que anda en algo, no necesitás mandarlo al muere.

—OK. Yo cierro el pico, pero vos fijate. —Sonó a ruego—. A mí no me escucha y a ma no parece importarle.

A Julián Méndez tampoco le importaba demasiado. Era de la idea de que cada cual se hacía el camino como le parecía, incluso sus hijos.

Asintió con la cabeza y, con ese gesto, limpió la mente de cualquier preocupación.

—¿Te quedás a comer?

Su mujer bufó, molesta porque le hubiera dado trecientos pesos a su hijo y no a ella. Tomás la escuchó.

Nah. En la semana me vengo al taller a cebarte unos mates.

Todos largaron el aire aliviados. Si decidía quedarse, Julián no le negaría el lugar en la mesa.

Agradecía que le evitase el conflicto.

Siempre había pensado que el más chico de sus hijos se educaba solo. Con el paso de los años, lo había confirmado. Tomás nunca le traía problemas, ni en la escuela, ni con la policía, ni le daba nietos a los que les tuviera que pasar más dinero.

—Chau y gracias de nuevo, pa. —Lo saludó con un abrazo no muy cálido y se marchó. Su madrastra lo miró con desdén, y él le regaló una sonrisa sobradora.

Le molestaba que le hicieran pagar a ellos por las picas que se tenían con Samanta.

Camino a casa, hizo una lista de las cosas que debía pagar y calculó cuánto le quedaría al final.

Se detuvo en una esquina.

Tomás: Mirko, estás al pedo?

Mirko: Algo así, estoy en el centro esperando a mi vieja, por?

Tomás: tengo la plata que te debo.

Mirko: No seas boludo, no me debés.

Tomás: sí, lo de Domingo. Decime dónde estás y te la llevo.

Mirko: ok. Te espero en el shopping.

Sonrió. Quería verlo, ya no le alcanzaba con la escuela, por más que fueran casi ocho horas de lunes a viernes. Los fines de semana lo extrañaba horrores.

Al otro lado del miedo (Libro 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora