EL AMOR NO ESPERA 1.3

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La alarma lo despertó, y a Mirko le pareció que habían pasado tan solo unos minutos. La apagó de un rápido manotazo y, con suaves caricias, intentó traer a Tomás al mundo de los vivos.

—Ya son las tres —susurró.

—Un ratito más —musitó Tomás y se rodeó con el brazo de Mirko, buscando cobijo.

A Mirko le encantaba cuando hacía eso. Tomás demostraba su amor con el cuerpo, abrazaba, besaba, acariciaba y hacía el amor. Le besó la mejilla y supo que estaba dormido de nuevo.

Tomás lo amaba. Se lo había dicho con palabras y con actos. Con la idea de que ya había cumplido sus anhelos, Mirko cayó preso de un profundo sueño carente de preocupaciones, tanto así, que olvidó volver a programar la alarma.

Sus padres llegaron a las cinco y los hallaron dormidos y acurrucados.

—¿Estás bien? —preguntó Alexei a Lena una vez en el cuarto. Sabía que, aunque intentaba tomarlo con naturalidad, no siempre lo lograba.

—Sí —respondió ella mientras se desvestía. Hablaban en susurros para no despertar a nadie. Ni siquiera Ofelia ladraba—. Lo que siento no tiene nada que ver con...

—Con que nuestro hijo sea homosexual —completó el hombre.

—Con que nuestro hijo sea homosexual —repitió ella, consciente de que le costaba usar la palabra.

—¿Entonces? Te conozco, Lena, llevamos demasiados años de casados.

—Me parece que fue ayer que nuestro hijo era un bebé. Sé que lo sobreprotejo demasiado, Ale, te juro que lo sé. Pero ¿te acordás? ¿te acordás lo que era cuidarlo para que no se lastimara solo? Y ahora, lo veo hecho un hombre, y... es emoción, creo, es saber que hicimos un buen trabajo. Capaz no maneje bien el hecho de que sea gay, pero el resto de esta situación me encanta.

—Sí, ¿no? —entendió su esposo.

—Llegué a pensar, después de tantos psicólogos, psicopedagogos, médicos, profesionales, que nuestro Mirko nunca podría tener relaciones afectivas normales, que lo íbamos a tener que cuidar toda la vida de que la gente no lo hiriera, mantenerlo en un ambiente de contención emocional de por vida. Y ahora... tiene novio. ¡Novio! ¿entendés?

—Sí, lo entiendo, te juro que lo hago. Vos pensás que me tomo todo más tranquilo que vos, pero no al pedo tengo una úlcera estomacal —bromeó.

—¿Y no te da miedo? No quiero ser fatalista, pero... ¿no te da miedo?

—¿De que tenga una crisis? —Lena asintió—. Es probable, mi amor. Diría que es cien por ciento probable que la tenga, ya tuvo una el año pasado por esa chica de la escuela. Es un adolescente, nos lo advirtieron, es la etapa más dura. Pero si no la vive ahora, si vive todo esto cuando no lo podamos ayudar, ¿no sería peor? —Abrió los brazos para acunarla y darle consuelo. La mujer se acomodó y, con la seguridad que le daba su marido, se quedó dormida en pocos segundos.

El primero en despertar en la casa Vasylchenko fue Tomás. Abrió los ojos y vio el suave resplandor de las primeras horas de sol que se colaba por las hendijas de la persiana, los pajaritos cantaban y un perro ladraba a lo lejos. Estaba recostado de lado, con el brazo de Mirko rodeándolo. Se estiró despacio y sintió el cuerpo liviano y satisfecho.

—Mirko —susurró. Se giró para mirarlo a la cara. Dormía profundamente, los ojos se le movían tras los parpados y le indicaban que soñaba algo—. Mirko, nos quedamos dormidos.

Se estiró para ver el celular, eran casi las siete de la mañana. Sintió las caricias sobre la piel y se rindió.

—Buen día —le dijo El Ruso con voz ronca.

Al otro lado del miedo (Libro 1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora