¿Solo Un Juego? (Boys Love)

Capítulo 40: Una última vez (2/2)

El menor bajó la cabeza. Esa era una verdad que se lo había guardado durante mucho tiempo y era la primera vez que se lo revelaba a alguien. No sabía lo que esperaba. ¿Apoyo? ¿Consuelo? Pero la rotunda carcajada que se oyó por todo el lugar le dejó anonadado. Sin comprender, levantó la mirada mientras veía al pelinegro doblándose en dos de la risa. Frunció sus labios... no se esperaba esa respuesta del mayor.

-Shein, e-estoy hablando en serio

-Si claro, ¿y luego qué pasó? ¿Se te acabó el dinero para pagarle al guionista y decidiste dejar la historia inconclusa? -volvió a reír a carcajadas- Por favor, Daiki, nadie en su sano juicio se tragaría ese cuento

-¡No es un cuento, es la verdad! -avanzó hasta él, pero el mayor volvió a soltar humo a su rostro y retrocedió tosiendo- Por favor Shein... créeme. No tengo motivos para mentirte -volvió a sollozar- Yo ya estoy jodido. Yo... tengo entendido que no tengo oportunidad de volver contigo. Yo sé que apenas nos distanciemos, me espera una vida miserable. Yo sé que ellos ya ganaron. Yo sé que hice todo mal -se limpió las lágrimas- Pero eres el único al que puedo contarle esto. Tú me has hecho sentir como nadie lo había hecho antes... aunque tú siempre me dijiste que yo siempre te enseñaba algo nuevo sobre el amor y las matemáticas, la verdad tú me enseñaste a mí más de lo que yo te pude haber enseñado -entrelaza sus dedos con timidez- Me enseñaste a sentir, a sonreír, a descargar mi furia y gritar, a no siempre seguir indicaciones y hacer lo que mi corazón diga, a dejarme llevar por la pasión y no siempre actuar como un niño decente. ¡Me enseñaste qué era en verdad la vida! -le miró con sus ojos avellana llorosos- N-No sé por qué fui tras de ti apenas te reconocí, tampoco por qué hice esa escena ni qué es lo que voy a conseguir haciendo esto... solo déjame estar más tiempo contigo, una última vez. Después de esto, te prometo que no me volverás a ver en tu vida. Así que solo... permíteme estar así un poco más... -dijo lo último más calmado, ya que finalmente logró acercarse lo suficiente y recostarse en el pecho del mayor.

El pelinegro simplemente oyó en silencio. Jamás, en toda su relación, había visto al más bajo así de miserable, buscando en él apoyo y consejo. Era la primera vez que le escuchaba todo lo que Daiki pensaba de él desde el momento que se conocieron, y eso hizo a su voluntad flaquear, impidiéndole alejarlo al momento que este lo abrazó. Con su mano levantada, aún dubitativo, dio palmaditas en su espalda mientras el castaño descargaba su frustración e impotencia en forma de llanto. Sí, aún estaba molesto. Sí, aunque dijera eso le era imposible perdonarle. Pero... él sabía que su sufrimiento no era una actuación. Y por más resentido que estuviera, simplemente no podía dejarlo así.

Ambos, ahora extraños, tragaron su orgullo y se abrazaron fuertemente como en sus días de enamorados, sin mediar palabra alguna. Shein lo aferró contra su pecho, atesorando una última vez ese algo que había perdido. Ninguno de los dos mostraba intenciones de querer separarse. Agradecía que el menor estaba volteado contra su hombro derecho, no podría soportar verlo a los ojos en ese momento, no podía permitirse mostrarse débil, no podía permitirle ver esas lágrimas fugitivas que estaban escapando de sus ojos... porque sabía bien que apenas establecieran contacto visual y esa mirada avellana se posara sobre sus ojos negros, él volvería a caer. Volvería a caer y la herida que tanto le había costado cicatrizar se volvería a abrir.

El castaño simplemente miro detrás del hombro de Shein, sollozando amargamente con el único consuelo del calor de su pecho. Incluso si estaba siendo egoísta, se veía incapaz de soltarlo. Se sentía realmente miserable por todo lo que había hecho hacer al mayor desde que se reencontraron, incluso ese cálido abrazo que sabía que se sentía como veneno bajo la piel del más alto. Como si se tratase de un vínculo, sintió su corazón encogerse cuando el mayor apretó el agarre, y sintió correr por sus mejillas ahora lágrimas que no eran de él.