22: Retribución (II)

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(...)

Me detuve unos segundo sentado en la orilla de la cama viendo la sangre seca sobre mis botas mientras que el resto de mi ropa se encontraba limpia, al contrario de la que se encontraba cortada dentro de una bolsa de residuos médicos que me quitaron y cortaron cuando entré al quirófano a excepción de mi chaqueta que aun con las manchas de sangre, rasguños y unas partes quemadas. La sacudí un poco sacando una leve nube de polvo.

—Todavía siento dolor.

—Eso es normal dada la cantidad de heridas que tienes en el cuerpo —contestó la doctora.

—Estaré bien solo con los analgésicos. No quiero quedarme todo el día en una cama.

Me puse de pie luego de aquella contestación con la sensación el movimiento de las vendas sobre mi piel, se sentía espero y suave al mismo tiempo, una sensación extraña después de lo ocurrido anoche, sentía que me encontraba en la piel de un muerto, un cascarón de lo que solía ser mi yo antes de pasar esa noche; en mis uñas todavía se encontraban rastros de sangre seca que las enfermeras no pudieron quitar mientras limpiaban mi cuerpo en el quirófano, o en los baños de esponja que me daban mientras estaba sedado.

Mi vista automáticamente se posó algo baja, no tenía la fuerza para alzar la mirada ni un solo centímetro, no quería mirar a nadie a los ojos para que me vieran raro nuevamente como cuando el hospital entero recibió la noticia de que entre ellos había alguien inmune. Me sentí como un bicho raro entra los vivos durante muchísimo tiempo, hasta que el miedo a los muertos, y el hecho de que soy su única esperanza de encontrar una cura para esta plaga los hizo olvidar ese hecho.

—Deberías ir a la cafetería a comer algo, hoy hay puré de papas —sugirió la doctora.

—¿Mi madre sabe? —pregunté evadiendo el tema que ella trató de poner.

—Todavía no se lo hemos dicho, en su estado sería algo contraproducente, el suero con la cura par su cáncer aún está siéndole suministrado. Es la última dosis.

—Necesito... Necesito estar solo...

(...)

Jugueteaba con el puré de papa en la bandeja de comida mezclándola con las verduras y parte del asado de carne que habían hecho, ni siquiera probé un solo bocado de aquellas delicias para la vista, no tenía apetito en lo más mínimo, vaya ni siquiera tenía ganas de estar sentado en esta silla recuperándome cómodamente de alrededor de una docena de heridas casi letales mientras los cadáveres de mi familia podrían ya haberse levantado de donde se hallaban inertes y sin vida para deambular por las calles de la ciudad como un infectado más del montón.

Un pequeño impulso nervioso fue enviado desde mi cerebro, era el enojo que sentía por el solo hecho de estar sentado aquí sin hacer nada; aquel impulso se volvió en movimientos corporales que me llevaron a arrojar la bandeja de comida al suelo y salir caminando con prisa del lugar mientras mi ceño fruncido alejaba a los que pasaban a mi lado, no solo sentía que estaba devastado emocionalmente, necesitaba desahogar toda la rabia acumulada que todavía quedaba dentro de mí, todo ese dolor, todo ese enojo, necesitaba salir fuera de estos muros y terminar lo que había empezado anoche.

Al tratar de dar la vuelta por el pasillo tropecé con alguien al no estar prestándole atención al camino, cosa que me hizo levantar la vista por unos segundos cuando note aquellos brazos delgados enroscándose a mi alrededor y apretándome contra su cuerpo con fuerza.

—No tienes idea de que tan preocupada estaba por ti —dijo con algunas lágrimas en sus ojos.

Era Amy quien me abrazaba desesperadamente como si al dejar de abrazarme mi cuerpo fuese a desvanecerse como cenizas en la brisa, tal como lo hacían los cuerpos calcinados que quedaban en las zonas de bombardeo cuando eran tocados.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now