14: Despertar (II)

186 34 15
                                    

...

De nuevo tecleó en la computadora, mostrándome una grabación de seguridad, está tenía sonido y lo que se veía y escuchaba era horrible, aquel aspecto de la infección nunca lo había visto... Las salas llenas de pacientes agonizando, sufriendo, y las demás personas que llegaban por montones.

—No tienes idea... Ese día... —Comenzó a llorar de nuevo—. No hay nada peor que saber que los libros de historia no te recordarán por haber sido quien eliminó unos de los males del mundo... Si no por haber sido quien inició la extinción de la humanidad.

Detuvo las grabaciones de las cámaras de seguridad.

Mi ira se había ido, por alguna razón... Sus palabras... La empatía que sentía por ella en esos momentos me hizo derramar una lágrima una pequeña e insignificante cantidad de agua salada no se comparaba en lo más mínimo a la que aquella mujer cuyo rostro sonriente de antes, que enmascaraba a esta mujer, dolida, deprimida y llena de culpa.

—¿Por qué nunca aclaró lo que hizo su empleado? —pregunté tranquilo.

—Lo que menos quería era causar pánico. Notifiqué a todos los centros del CDC del mundo, pues muchas personas que recibieron la cura volvieron a sus países. No pudimos hacer nada más que prepararnos.

—Entonces la epidemia comenzó, la gente... La gente con cáncer murió e infectaron a los demás. —Comenté en voz baja.

—Nada pudo hacerse en ese momento, —secó sus lágrimas—, pero ahora... Llegaste tú. —Sonrió—. Eres un milagro genético, uno en diez mil. Te pido que tú ayudes a acabar con esto. Sin tu sangre, nunca podré hallar una cura o algo que mate al virus, y si decides aceptar ayudarme, yo te hago la promesa... —Se acercó a liberarme de la mesa—... ¡No!, te hago el juramento de que encontraré la manera de erradicar a cada infectado sobre la faz de la tierra, todos a la vez.

La doctora extendió su mano hacia mí, quería estrecharla. La parte de mí que quería matarla se había ido, y solo pensaba en el bienestar de mi familia. Estreché su mano con firmeza sin dejar de observar sus ojos llenos de confianza, que además, tenían un leve brillo de esperanza... Algo que yo había perdido mucho tiempo atrás.

—Tal vez debamos ir a la cafetería por algo de comer... Has de estar hambriento —comentó.

—¿Cuándo empezará a hacer lo que vaya a hacer con mi sangre? —pregunté

—Por ahora no. Te tuve que hacer una transfusión de sangre, la más compatible con tu tipo único; tardará algunas semanas en reponerse toda, y entonces comenzaremos a trabajar con ella.


Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now