2: El centro (II)

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... Quité las manos del carrito llevándola a mi espalda para tomar la empuñadura de mi espada, desenfundándola con lentitud, dando pasos cautelosos hacia el origen de los crujidos. Estaba acercándome al cuerpo de aquella chica, me detuve antes de llegar al pasillo, asomé la cabeza por la esquina, observando a un bíter arrancando un trozo de carne del torso del cadáver. Su ropa estaba manchada de rojo, el líquido negro, y sangre seca que acaronaba la tela.

Era un hombre, cuya edad estaba parecía ser la misma que la de la muerta. Su piel se veía seca, de un color grisáceo, al igual que su cabello, y a un costado, tenía la marca de una mordida, atravesando su ropa. No podía dejar que siguiera alimentándose del cadáver, así que con unos cuantos silenciosos me acerqué a su lado; el infectado no se percató de mi presencia, hasta que estuve a menos de un metro de distancia, con un trozo de carne en la boca, levantó la cabeza, mirándome con esos ojos carentes de vida. Abrió la boca dejando salir un gemido, al mismo tiempo que extendía la mano hacia mí, entonces el fulminante golpe de mi espada, partió su cráneo a la mitad formando un Angulo; su cuerpo sin vida cayó sobre el cadáver de Ángel, de su cráneo salió sangre coagulada, mezclada con el viscoso liquido negro, además de la masa que antes era su cerebro.

— ¡Qué asco! —Espeté por el hedor—, esto huele a excremento. No importa, veamos quien eres.

Rebusqué entre su pantalón, no encontré su billetera, pero si una fotografía algo arrugada, en ella estaban el, la chica que parecía embarazada en la foto. Volteé la foto, ya que me pareció ver algo escrito, y en efecto, ambos habían escrito algo en letra cursiva:

‹‹Jamie, si está viendo esta foto, significa que alguno de nosotros no lo logró, pero... queremos que sepas, que ambos te amamos. Con cariño tus padres Jodie y Greg››.

Una luz de alarma se encendió en mi cerebro, estos dos, llevaban por lo menos unas cinco semanas de haber fallecido, y si el padre se había infectado, y la madre suicidado... ¿Dónde se encontraba él bebe? La curiosidad fue tal, que dejé la búsqueda de la comida, ahora solo quería saber lo que le había ocurrido. Busqué por los pasillos, hasta que, al fondo de la tienda, justo en la farmacia, había una luz de color naranja, característica de las lámparas eléctricas usadas en campamentos. Troté hasta el lugar, donde había un pequeño campamento totalmente desordenado: la tienda rota, las sabanas manchadas, un corral de bebe, latas y envoltorios, además de mucha sangre. Demasiada.

Sentí que mi estómago se volvía un revoltijo, pero no iba a vomitar para nada, no a menos que encontrase el cuerpo del bebe en este lugar. Lo primero que iba a examinar era la tienda, más un leve gemido me hizo detenerme y mirar directamente al corral; dentro de este se estaba moviendo algo, entre un montón de sabanas ennegrecidas por la sangre. Me acerqué, solo para encontrar al pequeño infectado carcomido, y sin piernas, que antes era un bebe.

—No... —dije perplejo. Tomé mi espada tan apresuradamente, clavándola en su cabeza, con tanta fuerza, que chocó contra el piso.

Las arqueadas llegaron, instantes después vomité a un lado del corral a causa de la impresión, la crueldad, y lo horroroso que me resultó hacer aquello. Creí que iba a llorar por tener que hacer aquello, era un acto compasivo, pero... ¡Un bebe! Ni siquiera los niños se salvan de esta maldita locura, el mundo estaba peor de lo que creíamos, y solo dios sabía cuánto tiempo duraríamos así, lo único que uno podía hacer era sobrellevarlo.

Despejé mi mente lo suficiente, como para captar que estaba en una farmacia, donde podrían estar los medicamentos que tanto necesitaban Amy, y Horace. Me reincorporé sobre mis piernas para comenzar a buscar entre los cajones y anaqueles.

Dorian

Golpeo a un bíter con mi mazo, derribándolo al suelo, la fuerza con la que lo hice no pareció afectarle, ya que trató de ponerse de pie. Con un pisotón, estrellé el cráneo del infectado contra el pavimento una vez más, dejando una marca roja, pero aún seguía activo, di otro par de pisotones tan fuertes que le destrocé el cráneo, esparciendo todo el contenido por todos lados, como si hubiese apastado una bolsa con agua. Levanté mi bota, con cientos de hilos viscosos de sangré rompiéndose, arrastré la suela para limpiarla.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now