Sueño 8: Invierno

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Jacob

Tranquilidad, un supuesto silencio estaba presente, las corrientes de aire frío se movían dándome en el rostro, dejándonos más helados de lo que nos encontrábamos

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Tranquilidad, un supuesto silencio estaba presente, las corrientes de aire frío se movían dándome en el rostro, dejándonos más helados de lo que nos encontrábamos. Pasaba mis manos sobre el cofre de mi auto despejando aquella fina capa blanca de nieve que se había formado en pocos minutos. Exhalé una gran bocanada de aire que se condesó en una nube de vapor blanco, me sentía como un dragón soltando humo por la boca.

La ventisca de hace unas semanas al inicio del invierno en verdad fue una cosa de ensueño, nunca me imaginé que en california se pudiera ver nieve caer, mucho menos si es un lugar cerca de la playa que ahora estaba totalmente congelada. Recordar la explicación que nos dio la doctora al respecto solo me daba un dolor de cabeza, pero era grato tener algo tan bello.

—¿Dónde estás Amy? —me preguntaba observando al interior de la oscura tienda de ropa en la que ella entró.

Mi chaqueta me aislaba del frio y su interior acolchado me dejaba calentito, y los guantes no me dejaban sentir el frío intenso. Di unos pasos observando mi calzado, las botas de trabajo de color negro, que estaban rodeadas de cinta sobre el pantalón para aislarlo del aire. Me sentía como un motociclista salvo que la única prenda que me distinguía era mis jeans de mezclilla roja, eran tan rojos que parecían estar teñidos de sangre.

Escuchar mis pasos sobre la nieve que crujía levemente me tranquilizaba, pero no me dejaba menos alerta. Escuché un segundo par de pisadas al igual que leves gemidos, sin duda era un bíter que buscaba comida.

Me di vuelta y en efecto, era un simple bíter que caminaba más lento de lo normal sobre la nieve; su pecho estaba carcomido, no quedaba más que unas cuantas vísceras en su interior las otras, por otra parte, las estaba arrastrando sobre la nieve dejando un camino rojo.

—No me gusta decir esto, pero la sangre y la nieve... —desenfundé mi espada—... Se ven hermosas al combinarse.

Un corte horizontal en la cabeza acabó con el infectado. La sangre en mi espada salpicó la nieve dejando la marca de aquella salpicadura como la primera línea de un hermoso lienzo. El cuerpo cayó sin hacer más que un leve ruido amortiguado por la nieve.

—¿En dónde diablos se encuentran ustedes? —sonó mi radio, era Rassmusen—. Saben que no debemos sepáranos de la caravana.

—Descuida Rassmusen. No estamos muy lejos, —tomé mi radio—. ¿No es mejor usar los celulares?, las antenas todavía funcionan, incluso hay mejor cobertura e internet que antes.

—Usaría un puto celular si tuviera. Se me rompió la semana pasada, cuando caí en aquel agujero de la alcantarilla por ese estúpido feral. —Hizo una pausa—. Disfruté tanto reventarles la cabeza a los puños, —susurró.

—Nos vemos en poco tiempo en el lugar.

—De acuerdo. Nos vemos niño.

La comunicación acabó. No tenía nada más que hacer en ese momento, estaba aburrido, y no tenía a ningún infectado a la vista para poder entretenerme un rato. En frente había una tienda de conveniencia, era pequeña, pero con suerte habría algo en ese lugar que no era demasiado grande.

—No hará mucha diferencia que yo me vaya por unos minutos, —observé el edificio donde estaba Amy—. Por favor no te vayas a alejar. —Dije al darme vuelta con la espada enfundada y tomando una flecha de mi carcaj cargándola en el arco.

La tienda se veía vacía a simple vista, en el interior había un poco de nieve que entraba por una de las ventanas rotas. La electricidad funcionaba como en grandes partes de la ciudad, solo debía encender los interruptores al fondo del local. Antes de dar un paso siquiera recodé un pequeño truco para evitar posibles sorpresas.

En el suelo había una lata de comida sin abrir, se veía algo oxidada y su contenido ya debía estar estropeado. Tomé aquella lata acercándome al mostrador y comencé a golpear; tac, tac, tac... Hubo silencio luego de los golpes, más no dejé de esperar cualquier señal de un infectado. Obtuve mi respuesta luego de unos segundos.

Escuché levantarse al cadáver viviente por uno de los pasillos así que tensé el arco apuntando a donde fuese que apareciera. Lo vi, estaba caminando lentamente con la ropa desgarrada y medio cuerpo carcomido; su brazo se desprendió en su lento andar cayendo al suelo como si no fuese nada.

Disparé. La flecha le atravesó justo en la cuenca del ojo derecho, el infectado se desplomó en un parpadeo sobre los anaqueles derrumbando unas cosas que quedaban allí, no eran más que unos pocos frascos y bolsas de frituras, pero aun así era algo.

—Bueno... No hay nada interesante por aquí. —recogí la flecha del cuerpo del infectado.

Regresé al mostrador, a un lado había docenas de modelos de gafas oscuras en exhibición para los posibles compradores, nunca me había fijado en usar una de estas, pero ahora ya no me importaba si se veían bien o no, eran gratis y las podía tomar si quería. Tomé el modelo que más se adecuaba a mí, y al probármelos frente a un espejo opaco vi que me quedaban excelentes.

—Vaya que se me ven increíbles, —me observé de distintos ángulos—. Lástima que la chica de mi salón que me gustaba ya no esté viva, si no... —Levanté ambas cejas al mismo tiempo un par de veces poniendo cara de galán.

Escuché un fuerte grito que provenía del otro lado de la calle, estaba seguro de que había sido Amy. Un disparo se hizo escuchar, luego gritos de infectados.

—¡Amy! —Salí corriendo de la tienda.

—¡Ayuda! —Amy estaba atrapada por un feral que intentaba alcanzarle el cuello, y por los gritos de los alrededores se notaba que pronto vendrían muchos más—. No me vas a morder —alcanzó su recortada y disparó pegando el arma al pecho del infectado.

El esternón del infectado se desquebrajó por los balines calientes que viajaban a la velocidad del sonido a través de su carne podrida, saliendo por el otro lado entre una nube de sangre, trozos de piel, ropa y lo que quedaba del corazón, dejando una clara vista del daño causado por aquel disparo en el interior del infectado.

Ella empujó al infectado que se desplomó de espaldas contra la nieve manchándola de rojo, no lo había acabado todavía pues el grito que profirió después fue demasiado agudo, cosa que solo irritó a Amy; agarró el piolet que llevaba en su cinturón, y con la punta afilada del mismo perforó el cráneo sobre la ceja izquierda del infectado cuando se disponía a ponerse en pie de nuevo.

Ella soltó un grito antes de retirar violentamente el piolet del infectado.

—¡Maldita porquería!, ¡me manchó de sangre!

—Amy, tenemos que irnos ya. —Me acerqué tomándola del brazo, noté las gotitas de sangre en su rostro.

Ella volvió la mirada hacia mí, y sus ojos solo se abrieron de la impresión por lo que seguramente se encontraba detrás. —¡Abajo!, —gritó ella obligándome a agacharme. Clavó su piolet en la frente de otro infectado que estuvo a punto de morderme en la nuca.

—¡Corre! —gritó ella al ver la cantidad descomunal de infectados que salían de los edificios, callejones, y saltaban por las ventanas.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now