9: No lloren por mí(II)

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(20 minutos atrás)

Colby

Los crujidos de pequeños pedazos del asfalto crujían con cada pisada. Los papeles y basura del suelo eran pateados, y la brisa era muy fresca en el páramo desolado y tétrico que eran estas calles de la ciudad. Marchitas, apenas había plantas, y montones de autos estaban abandonados por los accidentes que ocurrieron aquí.

—¡Deja de decir idioteces de una puta vez! —dijo Rassmusen a Swatson sin dejar de caminar.

Mi paz fue interrumpida con las palabras demasiado altas de Rassmusen.

—No son idioteces... Yo tenía a esas dos chicas a mis lados, no paraban de besarme y...

—Cállate Swatson —interrumpieron las gemelas al mismo tiempo.

—Estoy harto de escuchar sus tonterías —reclamó Carlo

—¡Cállense! —Levanté un poco la voz—. Este lugar podría estar lleno de infectados, y ustedes no dejan de hacer ruido —reclamé.

—La paz de este lugar es lo único que no debe ser perturbada, y ustedes la destrozan —dijo Jake—. Puede que haya gente muerta... Y no me refiero a infectados.

—¡Muchachos! —Gritó Jeremmy, estando muy adelantado a nosotros al igual que Tren—. Creo que encontramos el lugar...

Aceleramos el paso trotando para llegar y ver que había sucedido durante la noche. Las ruinas de más adelante comenzaban a verse cubiertas de verde, de plantas muy peculiares que crecían aferrándose a las paredes, con grandes hojas que se movían con la brisa.

—¿Cómo crecen tan rápido? —Preguntó Carlo.

—Eso es sencillo... —Contestó Rassmusen—... Ya casi no hay humanos. La tierra lo sabe, y se adapta, acelera la recuperación del daño que le hizo la humanidad desde que existimos.

—No te creo, eso me suena a puras patrañas de Green Peace —Dijo Swatson.

—¡Ah no! Entonces cómo explicas que la sequía que azotaba california parara y volviera a llover en esta, y en otras regiones cuando todo se fue a la mierda. En el norte de california, una ciudad... Santa algo, no recuerdo su nombre, volvió a tener nieve. Ahí no nevaba desde 1960.

—Algo así paso en México, hace mucho tiempo —dijo Raquel.

—Nuestro padre nos mostró fotografías de cómo la nieve cubría las calles de la ciudad de México. Eran en blanco y negro, pero se veía hermoso añadió su hermana.

Unos 25 metros después, se toparon con algo que no se esperaban, algo impactante en verdad; un pequeño campamento militar que parecía estar en completa operación, y cuyos habitantes, ahora se encontraban muertos junto a docenas de cadáveres de los infectados nocturnos, que en la madrugada de ayer habían arrasado con el lugar.

Unos cuantos soldados se había convertido en el transcurso de las horas que siguieron hasta que los hallaron, otros, aún estaban inmóviles en el suelo, carcomidos, mutilados. Sus vidas habían sido ultrajadas por los night skin, mientras que, con sus últimos esfuerzos y esperanzas, cayeron uno por uno, hasta que no quedaba ninguno.

—Aquí hay alrededor de 200 cadáveres —dijo Tren al recoger del suelo un arma con silenciador, y disparar en contra del soldado infectado más cercano.

—Debemos ayudarlos a descansar —Jeremmy tomó su navaja, y se acercó a un infectado que se alimentaba de uno de sus antiguos compañeros de pelotón, clavándole la hoja en el oído—. No podemos dejarles así.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now