17: Cazando (I)

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Jacob

—Todavía no entregan los resultados —dijo Érika en voz baja—. Debemos pensar en la posibilidad...

—No es cáncer. El cáncer en su pierna desapareció —contesté de manera fría.

—La tuvieron en observación toda la noche, y dudo que lo que ella quiera oír sea a ustedes peleando, —dijo Sarah saliendo de la habitación de mamá, portando su bata blanca.

—Ella no tiene cáncer, no puede tener cáncer —comenté a punto de llorar.

—Jacob si ella tiene cáncer, tendrán que aplicarle la cura y... —dijo Dorian, pero al él también lo interrumpí.

—Y luego ella se infecta y tendrá que pasar los años que tarde la doctora en descubrir una manera de acabar con el virus tomando el ZP, o hasta el que el virus mute de nuevo y el ZP deje de funcionar. Tú y Érika no lo entienden pues jamás los han mordido, no saben siquiera lo que es pensar que te vas a morir lentamente.

Ellos se quedaron callados, hasta Sarah sintió un poco de la preocupación que yo sentía por mi madre, ella era su mejor amiga, y ella perdió a su esposo cuando lo mordieron en el cuello dejando que se desangrara lentamente.

La doctora se acercó por el pasillo con un folder que seguramente eran los resultados de los estudios de mamá, lo que iba a esclarecer esto de una vez por todas.

—¿Cuáles fueron los resultados? —preguntó Dorian.

La doctora intentó decir algo, pero ninguna palabra salió de su boca, de repente se quedó muda al mirarnos a todos al rostro, estábamos angustiados, temerosos, esperábamos que solo fuese un desequilibrio en su glucosa o deshidratación, cualquier cosa, incluso la influenza era aceptable en esta ocasión.

—¿No es cáncer verdad? —preguntó Érika.

—Yo... —Hizo una pausa—. Cuanto siento decirles que no solo el cáncer en su pierna regresó, sino que ahora se ha esparcido a su cadera y columna.

Escuchar eso fue lo más desalentador que podíamos oír, para mí, era la cosa más terrible en el mundo; la única mujer en el mundo que me quiso como su hijo volvía a pasar por lo mismo de hace años el que se halla esparcido solo me ponía furioso, quería... Quería poder donarle algo de mi sangre y curarla, pero eso solo la mataría al tener el virus corriendo por mis venas, una transfusión solo le daría una muerte rápida en cuestión de un par de horas.

—Tendremos que sedarla y ponerle la cura de manera intravenosa —comentó la doctora anotando unas cosas en aquella carpeta.

—¡No!, mejor denle quimioterapia. Ella no debe de infectarse.

—¿Estás loco? Prefieres que tenga más dolor por la quimio que la molestia de tomar una pastilla cada ocho horas —contestó Érika—. No, ella va a recibir la cura; el virus se puede mantener a raya con el ZP.

—Doctora dele la cura a nuestra madre. De todas formas, yo soy el mayor y quien tiene la última palabra —dijo Dorian mirándome a los ojos con preocupación y miedo, no como otras miradas que dirigía hacia mí en otras situaciones.

—Esto es un error —repliqué.

—Perdonen que interrumpa —dijo Francis algo agitado por correr por el pasillo—. El general está esperándolos a ustedes tres para una reunión en el primer nivel del subterráneo.

—Francis creo que esto puede esperar —dijo Sarah.

—Lo siento, pero esto tiene mucha prioridad. Es sobre aquel asunto Doctora, del que le habló su colega.

Esperanza en la oscuridad (En proceso de publicación)Where stories live. Discover now