Capítulo 28.

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Harry

Me encontraba tratando de retener mis lágrimas que tan fácil salían habitualmente, debía ser fuerte por las niñas, su madre y Louis. Les tenía un cariño enorme a todas, y a Louis... lo amaba. Mucho más que a mí mismo, mucho más que a todo.

Al pasar alrededor de media hora con Charlotte llorando desesperadamente, ella se soltó de los brazos de su hermano y se levantó diciendo que quería estar sola unos momentos. Era bastante comprensible, por lo cual Louis la dejó ir.

Él tenía sus ojos zafiros completamente aguados y tenía un aspecto tan frágil, que me hizo moverme rápidamente a su lado y abrazarlo. No sabía si hacerlo muy fuerte pues tenía la impresión de que él se rompería si lo tocaban.

Pero igual lo hizo, se rompió.

Desde que conocí a Louis, él me mostró a una persona fuerte, alegre y activa. Que no se dejaba opacar o desanimar. Que hacía todo lo que tuviera a su alcance y aún más, pero esa imagen no era lo que enseñaba en ese momento.

Louis seguiría siendo fuerte, valioso y hermoso, pero en ese momento, llorando descontroladamente, necesitaba ayuda. Mi ayuda.

Él siempre había hecho todo sólo, pero ahora estaba yo con él. No permitiría que cayera.

Lo apoyé contra mi pecho y dejé que sus pequeñas manos arrugaran mi camiseta, no me importaba.

Amaba a este hombre.

-Louis, mamá quiere que pases tú. – Dijo Felicite apareciendo por el pasillo. Con una voz que no era la de ella, ojos que no eran los de ella y una expresión que tampoco parecía suya. Ella era sólo una niña, pero ya no más. La miré y era una joven, madura; pero estaba destrozada. Sin decir más y con lágrimas en los ojos, abrió la puerta y fue al jardín trasero a llorar en tranquilidad. Supe desde ese momento que ninguna de las personas que estaban en esta casa serían las mismas, jamás.

Louis me miró brevemente y se paró, con las rodillas temblorosas y  respiración irregular. Contuve mis ganas de ir a abrazarlo, y sostenerlo, y besarlo. Pero no podía, esta era una situación que tenían que vivir él y su madre.

Louis

Me dirigí hacia la habitación donde yacía mi madre, al borde de partir. Y yo no podía evitarlo, nada de lo que había hecho durante todos estos años había podido evitarlo.

Abrí la puerta lentamente y la vi acostada en su cama. Su piel estaba tan pálida y delicada que parecía casi transparente, su cabeza ya no tenía ningún cabello gracias a los tratamientos, sus ojos estaban entre abiertos y estaba intentando componer una sonrisa al verme.

Yo me quedé estático ante esa visión, pero pude acercarme y sentarme en una silla que estaba al costado de su cama. Tomé su débil mano entre las mías y le limpié una lágrima que se escurrió de sus ojos.

Nos mantuvimos en silencio y mirándonos el uno al otro durante unos minutos que pasaron demasiado rápido.

-Hijo… - Dijo ella en un susurro.

-Mamá. – Dije con la voz ahogada.

-Te amo mucho, mi amor. – Susurró levantando lentamente su mano hasta mi rostro, acariciándome de una manera tan dulce que sólo ella podía hacerla. – Siempre serás mi hermoso bebé.

-Mamá, no… Por favor, no te vayas… - Dije rompiendo a llorar, no podía retener las lágrimas más.

Ella me miró con angustia y tristeza pura en su mirada.

¿Podrás Rehabilitarme? | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora