Lo inefable del alma

Auto destructiva

No es el mejor título que he ideado, no solo por ser tan sugerente, sino por el contexto en el que se ha creado ese concepto.
De un modo muy romántico, realmente es devastador; en un aspecto más lógico genera conflicto y carece de razonamiento.

Sin embargo, esta tendencia a meterse el pie en la vida solo puede asociarse con ello.

Eso hago, me destruyó.

De algún modo u otro saboteo mi vida y me causa una sensación de satisfacción mezclada con la lastima de una reacción más humanitaria.

Mírame.

Sentada en los escalones de una casa que no es hogar, abrazada a mí misma en un falso intento por alejar el frío.

Mírame.

El maquillaje corrido, el cabello revuelto, un aliento que solo indica cuan mal he obrado en la noche, las ropas impregnadas del escape que me di.

Mírame.

Estoy rota, estoy jugando con los pedazos de quien una vez reconocí en el espejo, y ahora se ha vuelto borrosa mi existencia.

Es fácil ver a alguien con una botella en la mano, bailando y cantando como si la vida fuera su propio escenario, soltando humo y soñando frente a todos.
Pero no.
No creas ni uno de esos falsos movimientos, que todo es un intento de escape.

Me estoy destruyendo.

No hablo solo de todo aquello nocivo que he metido en mi cuerpo, ni hablo de todas las relaciones sin sentido por las que me he columpiado.
Hablo de algo más profundo.

Me estoy estropeando.

Estoy huyendo de un lugar del que no podré escapar.
Estoy agonizando en el suelo de un mundo que no he podido llevar.
Estoy tratando de no explotar.

No amarse es un problema, rodearse de quienes no te aman, lo suele ser aún más.
Y es que no es masoquismo, ni apego.
Me estoy viendo morir, porque no he encontrado mejor salida de este estancamiento que llaman vida.