Ahora que vuelves

14 0 0
                                    

Aquí están todas las noches de desvelo por el pánico de mi incertidumbre, te escribo los caminos desfigurados por tu recuerdo, y te relato cada uno de mis suspiros mientras te espere.

Ojalá la vida no se hubiera sentido tan difícil, tan imperceptible sin ti. Ojalá me amará del mismo modo en que tu mera existencia bastaba para impulsarme. Es cierto, me sentía rota y pequeña, con escalofríos y perdida. Pero entonces supe que me estaba curando.

Es gracioso cómo reaccionamos. Hay canciones alegres para momentos tristes pero solemos recostarnos y poner la más triste para confortar nuestra agonía. Así se sentía quererte.
Me costó ver la realidad; así que simplemente continúe viviendo en la melancolía de tu ausencia, donde me sentía cómoda, a pesar del miedo de quedarme atrapada.
Intenté frenar para adecuar mi rutina a tu falta, pero daba vueltas, y parecía que tu fantasma jamás decidiría partir; de una condena prematura nos creí sempiternos, pero resultaste efímero y el mundo que una vez sostuviste para mí, se hizo añicos.

Después de las madrugadas compartidas hasta que los parpados cedían y tu voz me arrullaba con la serenidad de tu permanencia, después de pelearnos a cosquillas, de las promesas de comernos el mundo, y del brillo en nuestros ojos reflejados por las sonrisas consecuentes de un "te quiero".
Te quería aquí, riendo, perdiéndote en mis pupilas mientras tus yemas recordaban mi piel y tus labios me buscaban en la penumbra sin miedo, pues me sabías de memoria.
Te quería aquí, queriéndome, sin más, complicando mi vida y volviéndome loca de amor.

Pero me desgarra y me destruye ese poder tuyo de derrumbarme, de ya no poder sentirte igual. Estás a la mitad de un adiós que nunca aceptaremos. Tal vez tú por cobardía y yo por amor. O tal vez yo por miedo y tú por costumbre.

Nunca pensé que un día me sentiría tan desesperada de tenerte cerca; de esas ocasiones en que dicen que te falta el aire, de ese brinco que da el corazón, y que nunca más volvería a ser de alegría por ti, si no como un salto al vacío, de ese hueco en el estomago, ese mismo vacío que se me hace el no tenerte. Era querer volar de alegría y darte cuenta que no tienes alas. En medio de quererme hasta morir y de verme morir. No estaba al borde, estaba cayendo y no sabía dónde ni cuándo terminaría. Se me adormecía el alma con tus dulces mentiras.

Y aterricé.

Tal vez volverías, pero jamás sería lo mismo. Ahora no me hables más de amor; pues no estoy segura de si tomarás mi mano y me llevarás en un mejor camino.
Porque ahora al dormir, solo contaré con la seguridad de encontrarme a la mañana siguiente. 

Lo inefable del almaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant