𝚂 𝙲 𝙴 𝙽 𝙴 𝚁 𝚈

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En las calles repletas de flores, puedo verte hoy también

¿Será posible llevarte siempre en mí?


—¡Qué genial! —dijo, levantando un pulgar arriba. 

—¿Estar perdida? 

—No, no, no —parecía preocupado por haber sido malentendido—. Me refiero a que es genial que hables coreano. 

Sus expresiones faciales me hicieron sonreír. —Gracias. Sí, hablo un poco —hice una seña indicando aquello con mi pulgar e índice. 

Las comisuras de sus labios volvieron a extenderse en una sonrisa que me parecía tan familiar. 

—Déjame ayudarte —se ofreció, mirando mi celular. 

Dudando un poco le mostré la dirección y mi mapa. Él abrió sus ojos sorpresivamente 

—¡Oh! Yo voy para allá, puedo llevarte —señaló su vehículo estacionado del otro lado de la calle.

Lo miré a él y luego al auto. No dije nada, pero por más amable que fuera, no iba a subirme al auto de un desconocido. 

—Entiendo —sonrió, parecía haber captado que aquello no me parecía la mejor idea—. Espera un poco —dijo antes de echarse a correr para cruzar la calle. Le vi abrir torpemente el maletero de su auto y sacar lo que me pareció un estuche de cámara. Cerró la cajuela y se ciño la maletita al costado para volver a cruzar la calle y regresar a mi encuentro. 

—Puedes tomar otro autobús que pasara en veinte minutos, o podemos caminar, es hacia allá —señaló a la distancia. Vi que muchas personas también se dirigían hacia ese punto—. Pero lo que tú quieres ver está cruzando el puente, un poco más al norte del parque. ¿Sabes andar en bicicleta?

—¿Bicicleta? —pregunté extrañada y él volvió a señalarme otra dirección.

—En la siguiente calle podemos rentar bicicletas —me mostró su tarjeta—. Será mucho más rápido que caminar —hizo una pausa—. Y créeme, se disfruta aún más. 

Lo observé detenidamente por un momento. No me daba mala espina, y además el camino parecía estar repleto de personas. Aquel plan era al menos, mucho menos peligroso que subirme a su vehículo. 

—Gracias —dije, y asentí para luego seguirlo. 

Rentamos un par de bicicletas justo en donde él había señalado. Ante mi rostro aún angustiado sonrió y prometió que el destino no estaba muy lejos de allí. 

La brisa de la tarde y el hermoso paisaje alrededor me hacían imposible no creer que existía algo enorme y profundo más allá que escapaba de todo nuestro entendimiento. Me tragué las lágrimas y seguí pedaleando. Era feliz. Estaba viva.

—Kang Taesuk, pero puedes decirme Tae —dijo, tomándome por sorpresa mientras extendía la mano. Nos habíamos detenido a mitad del puente de piedra y él había comenzado a tomar fotografías mientras yo contemplaba el paisaje. Era el mismo lugar que había visto en internet, pero presenciarlo en persona era mil veces mejor.  

Iluminados por  la luna del cielo nocturno. 

Todavía sigo preguntándome  por qué esta es una historia tan hermosa.


Sonreí y me giré para prestar mi atención completa a él. —Ella Saénz, pero puedes decirme Ella —Estreché su mano. Me pareció sentir un chispazo al momento en que nuestra piel hizo contacto. Lo miré esperando una reacción, pero él no pareció notarlo. 

YOUR SIDE OF THE BED |KTH✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora