𝚛𝚊𝚒́𝚌𝚎𝚜 𝚛𝚘𝚝𝚊𝚜

1.9K 322 63
                                    



El lugar estaba casi vacío a esa hora, salvo por una pareja ocupando una mesa en la terraza del restaurante. Seokjin lo esperaba nervioso, moviendo por reflejo la pierna mientras golpeteaba la mesa con las yemas de los dedos siguiendo el mismo ritmo de sus pies. Su mirada fija penetraba la puerta de la entrada, esperaba verle llegar pronto. 

Habían acordado verse exactamente a la una y, aunque sólo pasaban cinco minutos desde la hora convenida, Jin estaba inquieto. No dejaba de pensar en la situación que cada vez salía más de su control. Estúpidamente había comenzado a creer que las cosas podían quedarse en el pasado, en donde pertenecían, pero había olvidado ese pequeño detalle: todo, siempre, termina saliendo a la luz. 

Las viejas heridas habían sido abiertas, y el doloroso pasado que pensó podía dejar atrás, comenzaba a perseguirlo sin tregua. Su mundo volvía a arder después de un espejismo de calma, y como siempre, tenía que hacerse cargo del desastre que él no había provocado. 

Sus pensamientos perdidos en el infinito volvieron en sí en cuanto reconoció el rostro de la persona que cruzaba la puerta. Era la primera vez que le veía después de dos largos años. A pesar de lo mucho que le amaba y lo cercanos que eran, después de un pesado año, había creído que lo mejor era sacarlo del país por un tiempo hasta que las aguas se calmaran. Pensó que la "repentina" noticia de su admisión en aquella Universidad en América le ayudaría a despejarse un poco después del episodio tan amargo que habían atravesado. 

Seokjin le observó lleno de melancolía, preguntándose afligido si acaso dos años en New York habían podido resarcirle no solo un episodio, sino toda esa vida llena de amargos sucesos.

La sonrisa del chico se dibujó en su rostro en cuanto le vio. —¡Jin! — Gritó mientras caminaba acercándose hasta donde Seokjin estaba. Jin se levantó de su asiento y le recibió con los brazos abiertos. 

—¡Jungkookie! —Le palmeó la espalda como solía hacerlo desde hacía años. La sonrisa del chico no se apagaba, así como sus enormes ojos que centelleaban de emoción mientras le veía con cariño después de lo que le había parecido una eternidad. —¿Ya eres todo un neoyorquino? —preguntó  bromeando mientras lo veía de pies a cabeza. 

Jungkook sonrió y negó divertido. —Te extrañé, hyung. 

A Seokjin se le hizo un nudo en la garganta. Todo a su alrededor le daba vueltas, la presión del trabajo, de la familia, de la sociedad y la vida se abultaba asfixiándolo. Jungkook siempre había sido su lugar seguro, y sabía que él significaba lo mismo para Jungkook. 

¿En qué momento se habían metido en semejante lío? Seokjin se imaginó una realidad alterna en la que el peso de las decisiones de los adultos no entorpecían sus vidas como lo habían hecho hasta ahora. Una realidad en la que las raíces no estaban rotas y sus vidas podían florecer sin complicaciones. 

—¿Hyung? 

Seokjin sonrió. —También te extrañé. 

Jungkook parecía complacido. —¿Comemos ya? Estoy hambriento —tomó la silla y esperó a que Jin se sentara primero para después hacerlo él. 




Kim Seokjin había crecido como hijo único a la luz de una familia bien acomodada. Su madre; Woong Ga-in, encabezaba la tercera generación millonaria de los Woong. 

Los Woong eran dueños de hoteles, parques temáticos, empresas de alta tecnología y una editorial que veinte años atrás había sido puesta en manos del padre de Seokjin (al no tener el señor Woong un heredero varón). El imperio familiar era enorme, y sus posibilidades: ilimitadas. La gente a su alrededor solía llenarlo de atenciones (con el único propósito de obtener beneficios), así que Jin había crecido sabiendo que podía obtener lo que quería, en el momento que lo quisiese. 

YOUR SIDE OF THE BED |KTH✔️Where stories live. Discover now