𝚌𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚘𝚌𝚑𝚘

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Mirar al cielo desde la ventana de mi oficina se había convertido en mi pasatiempo favorito. Distraída repasaba momentos —con especial ilusión los que involucraban a Taehyung—, luego, continué haciéndolo intencionalmente, sobretodo los días en los que el sol comenzaba a despedirse y en su huida mezclaba su naranja rosado con el azul cielo. Mis ojos se perdían en cada detalle; las nubes esparcidas como los descuidados brochazos de un pintor y la tranquilidad de sus tonalidades mezclándose para regalarme un peculiar cielo purpura. Quizá por eso en aquellos momentos solo podía pensar en Tae.

Taehyung. Ha pasado ya un mes desde que —lleno de nervios— se plantó fuera de mi puerta dispuesto a decirme todo lo que había comenzado a crecer dentro de él.

Con frecuencia suelo pensar que todo esto es un sueño del que pronto despertaré. No puedo contra aquella voz interna que lanza señales advirtiéndome que no es normal que las cosas en mi vida marchen tan bien. Pero luego, los dedos de Tae entrelazados a los míos durante las caminatas a casa me recuerdan que cada pizca de esta locura es real.

Sigo sin creer que esté viviendo esto, al menos no de esta forma tan idílica. Probablemente es la lucha interna de mis antiguas estructuras, aquellas que me hacían creer que era normal que el amor doliera; que las lágrimas, el empeño y el sufrimiento terminaban por darle más valía a mis sentimientos.

Sí, esa errónea concepción del amor que Taehyung se encarga de derribar a base de sinceridad y risas. De amor sin límite que cada día me hace ver lo equivocada que estaba. 

Y, a pesar de que nunca me ha besado, cada que posa su mirada sobre la mía puedo sentir la pureza de su amor que me envuelve de pies a cabeza.

Lo quiero. Y mucho.

La voz en mi interior vuelve a cuestionarme una y otra vez si no es todo esto muy precipitado, pero a la par, la teoría de Taehyung sobre las estrellas sigue rondando mi mente. ¿Podría ser que todo forme parte de algo más grande? Estar hechos del polvo de la misma estrella, porque a pesar del tiempo —que a muchos podría parecerles poco—, estar con él se siente tan natural y extrañamente familiar. Como si hubiéramos compartido más de una eternidad. 

Una risa terminó por escapar antes de que lograra cubrir mis labios para detenerla. Fue imposible una vez que el recuerdo de Taehyung en su fallida versión de chef llegó a mi mente. Se había propuesto cocinar para mí un poco de bulgogi, pero el pobre había confundido la sal con el azúcar. Aquella noche habíamos terminado en la tienda de conveniencia cercana a mi departamento, cenando ramen y tteokbokki instantáneo. Sus mejillas habían permanecido enrojecidas el resto de la noche, aunque no sabía si la causa era su trágico debut en la cocina o que había terminado por confesarme que el "auto de Jimin" realmente era su auto y había dejado de usarlo para poder seguir coincidiendo conmigo en el tren.

La sonrisa permaneció en mi rostro por un largo rato. Reconocí que jamás me había sentido igual, estaba enamoradísima. 

Pero pronto la ilusión se esfumó al recordar que Taehyung no me había enviado ningún mensaje desde la noche anterior. Probablemente había olvidado que era un día especial. . ., o quizá era del tipo que no le daba mucha importancia a las fechas —al final no era como si celebrásemos cien días—. Mi mente en cuestión de segundos terminó por convertir algo tan pequeño en una tremenda ola de pensamientos que buscan devorarme, pues terminé cuestionándome si era posible que detrás de la perfección de Tae existiera alguna trampa. Mi poca o mucha experiencia en la vida me había llevado a aprender que no todos los chicos eran lo que aparentaban, en especial un buen puñado de los que abundaban por aquí, aquellos que iban por la vida con la apariencia más inocente con la única consigna de enredar a sus víctimas  y arrastrarlas hasta su cama. El escalofrío por mi espalda me recordó aquel momento, años atrás, en el que Seokjin me auxilió y sin saberlo en su momento, me libré del atractivo engaño de Soohyun —uno de los ilustradores y don Juan de la oficina . . . lo sabría más tarde— en la misma noche de mi cena de bienvenida.

YOUR SIDE OF THE BED |KTH✔️Where stories live. Discover now