C4- Creo que acabo de enamorarme

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Su mano está sobre la mía, rozándome lo suficiente para llegar a tocar el libro que todavía sujeto.
Su torso queda pegado a mi espalda y no me doy cuenta de que he dejado de respirar hasta que me pincha el pecho, gritando auxilio.
Un aire cálido y pasajero choca en mi nuca, es su respiración. Me estremezco y no me atrevo a darme la vuelta, el simple echo de mirarle provocaría que la sensación extraña que se ha formado en la boca de mi estómago se multiplicara.

—Darcy necesita atención, está muy borracha. Te he buscado pero no te he visto, así que pensé que tu habitación sería un buen sitio para que descansara —las palabras salen a toda prisa de mi boca cuando me gira y quedo frente a él.

—Darcy no va a quedarse aquí —niega al arrebatarme el libro de la mano con frialdad.

—Creí que era tu novia —digo con el ceño fruncido por la confusión.

—¿Qué te hace creer semejante cosa? —sus ojos esmeralda se clavan en los míos.

—La has besado esta mañana, ¿recuerdas?.

—Me beso con muchas y no por eso son especiales, ya deberías saberlo y ahora largate de aquí —ordena con una mirada fugaz hacia la puerta.

—¿O sino qué? —le encaro en un arrebato de histeria. Es agotador aguantar sus modos.

Su mirada se endurece, cierra los ojos, pasa los dedos por el tabique de su nariz y después suelta una risa inquietante.
Le tengo a una mínima distancia de mí y no paro de preguntarme qué problema tiene con el mundo. Te puede sonreír como que te puede matar con tan solo una mirada. Su expresión es capaz de cambiar en cuestión de segundos y es algo que me vuelve intranquila. Leer su mente sería como intentar descifrar jeroglíficos sin tener una mínima idea, es decir, imposible.

Cortos pasos me hacen retroceder cuando los suyos se acercan. El libro cae al suelo en el momento que mi espalda golpea levemente la estantería y su cuerpo me acorrala. Tiene apoyada las manos a cada lado de mi cabeza, apoyándolas en una de las baldas. Las páginas del libro han quedado dobladas en el suelo, son las primeras legibles palabras las que se llevan mi atención para quitar importancia al hecho de que su acercamiento me acelere el pulso.

—No quieres saber la respuesta —susurra en mi oído.

—«Sí, sí que quiero » —respondo, pero esa imagen solo ha pasado en mi cabeza.

Me he quedado sin habla, muevo los labios para manifestar mi total molestia, pero es como si no tuviera cuerdas vocales, ningún sonido sale de mi boca por más que lo intente.
Lo estoy pasando peor que la vez que estuve dos semanas con anginas. Tenía treinta y nueve de fiebre y tanta inflamación en la garganta que hasta tragar saliva me suponía el mayor esfuerzo. Terminé empastillada con tanta medicina. Sin embargo, ahora podría tener decenas de pastillas diferentes que, ninguna arreglaría mi falta de voz.

—Eso me suponía —dice al no escuchar palabra. Relaja los brazos y retrocede lo suficiente para que vuelva a respirar.

+++

Llevamos recorriendo los pasillos del H&M más de veinte minutos. Es la tienda favorita de Taylor, según ella, es la marca de ropa que define mejor su estilo. Podría tirarse horas mirando los stands sin descanso y otras cuantas probándose prendas y haciéndose fotos en el espejo con cada una de ellas.

—Creo que acabo de enamorarme , ¿no es precioso este pantalón? —coge la percha de la que cuelga la tela y la pone sobre sus piernas, ajustándola superficialmente.

—Claro —respondo sin ni siquiera haberlo mirado con detenimiento.

—Ese claro es el no más rotundo que he escuchado en mis diecisiete años.
¿Donde ves el fallo? —pregunta mirándose al espejo desde diferentes ángulos.

The Bad BoyWhere stories live. Discover now