— Sí, lo es. —respondió en tono, casi nostálgico.

— Ella también es tu estatua, —Ethan dijo lo obvio, tratando de sacar un poco más de información de su novio.

Thomas separo sus ojos de la fotografía y conecto su mirada con la de Ethan.

— Lo es. —afirmo, nuevamente. Las respuestas cortas del hombre estaban volviendo un poco loco a Ethan, no era propio de Thomas dar respuestas cortas y evasivas.

— ¿Quieres contarme acerca de ella? —pregunto, intentando sacar a Thomas de ese estado lúgubre que había caído sobre sus hombros y rostro hermoso.

Thomas se encogió de hombros, indiferente. Observo la fotografía de nuevo, antes de volver a mirar a Ethan.

— No realmente, no hay mucho que contar acerca de ella.

Ethan no quería presionar, pero el resto de las fotografías prácticamente quemaban en sus manos como carbón encendido, llenando su cabeza de preguntas. Preguntas de las cuales quizás no obtendría una respuesta.

— Me gustaría escuchar lo poco, —murmuro, fijando sus ojos en Thomas—. Si quieres contármelo.

Los labios de Thomas se apretaron en una delgada línea, antes de que una mano barriera su rostro.

— ¿Crees que esto es relevante? —pregunto Thomas, un poco frustrado.

Las cejas de Ethan se arquearon sorprendidas por un segundo por el repentino cambio de humor de su novio.

— Es tu madre, Thomas. ¿Por qué no debería ser relevante? —Ethan trato de ser racional.

— Quizás porque nunca estuvo ahí para ser mi madre, —gruño él, — porque me abandono incluso antes de que pudiera generar recuerdos solidos acerca de quién era, todo recuerdo que tengo acerca de ella, ni siquiera sé si es real o maquinado por mi imaginación. No importa.

— Pero aun así tienes fotos de ella, —dijo Ethan, intentando no sonar acusador—. Y es obvio que te importa, porque tienes una estatua de ella, que por cierto amas. —Murmuro, antes de echar un vistazo rápido al resto de las fotografías que tenía en sus manos—. Y estas fotos no parecen tan viejas. —concluyo frunciendo el ceño a ellas, totalmente sorprendido.

En dos de ellas aparecía la misma mujer, en una estaba sola, y parecía un poco más mayor. En la otra sostenía en brazos a una niña. La cara de la pequeña no se veía, debido a que la estaba sosteniendo de espaldas. Solo su cabello rubio oscuro las familiarizaba. La cuarta fotografía era una versión joven de la mujer nuevamente, físicamente parecida a ella, pero no lo suficiente para confundirla y creer que eran la misma persona.

— No importa. —murmuro Thomas, colocando la fotografía dentro de la carpeta marrón.

— Thomas... —Ethan, suspiro.

— Dije que no importa, Ethan.

Él amaba a ese hombre más que nadie ni nada en la tierra, pero si Thomas volvía a decir, "no importa" una vez más, Ethan iba a perder la paciencia. Él tiro las fotos sobre la carpeta, decidido a no dejar caer el tema.

— ¿Sabes que cada vez que me dices, "no importa" es obvio que lo hace y solo estas buscando una salida para dejar caer el tema? —Ethan se acercó y encerró el rostro de Thomas en sus manos obligándolo a mirarlo, — Thomas, este es un elefante blanco que no vamos a poder esconder debajo de la alfombra para siempre, cariño. Ha estado con nosotros desde la entrevista con Richard. Habla conmigo, ¿por favor? —suplico.

Thomas suspiro suavemente, antes de apoyar su frente contra la de su amante, sus manos acariciando lentamente los costados de Ethan.

— Deja el pasado donde está, Ethan. No es algo que quiera desenterrar ahora mismo. Ya sabes lo que dicen, pensar en tu pasado solo refleja lo infeliz que eres en tu presente. —las manos de Thomas se apretaron alrededor de Ethan hasta acercarlo completamente a él, pecho contra pecho, cada parte de sus cuerpos unida. Los ojos verdes y astutos de Ethan lo miraron por un segundo antes de responder;

Mío [Entrégate, Libro 2]Where stories live. Discover now