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-¿Crees que todos somos hijos de Caín?- preguntó Phoenix pensativo mientras sujetaba el cigarro humeante entre los dedos.

-Si- contestó Michael sin mirarle a la cara. Sabía perfectamente de donde provenía su pregunta.

Aquella mañana él había estado haciendo unas llamadas a la comisaría central de Boston. Hola, ¿está el agente Jackson?¿No? Dígale que he llamado, ¿mi nombre? Michael Stark. Hasta luego. Así toda la mañana sin obtener respuesta, probando suerte entre varios de sus compañeros de Boston. A mediodía, el teléfono vibró con tal fuerza que estuvo a punto de caer por el borde del escritorio, Michael, que casi había quedado dormido lo cogió con buenos reflejos.

-Buenas tardes ¿está el agente Stark? contestó al otro lado una voz entre tímida a la que Michael, no supo por qué, no contestó- Es que se ve que ha llamado esta mañana preguntando por mí- se excusó la voz masculina al otro lado de la linea al no obtener respuesta.

-¿Jeff? Soy yo: Michael. Que tal estas- dijo por fin después de vacilar unos segundos.

-Pues bien- soltó una risa enérgica y sonó el ruido típico de cambiar el teléfono de mano- ¿Y tú?

-Pues he estado mejor Jeff, no te voy a mentir. Pero no te he llamado para hablar de la vida, como comprenderás. - nadie contestó. Pero si estuviera delante suya lo hubiera visto encogerse de hombros, en espera de solicitud. - Necesito saber todos los datos sobre una mujer, es importante- recalcó esto último para que no pensara que lo molestaba por un asunto de faldas- se llama Evelyn Roden ¿Necesitas que te lo deletree? - recibió una respuesta negativa, y a la misma vez un leve tirón del cable de teléfono. Cuando alzó la vista se encontró a Anaïs Haldford, que le sonreía sentada en el filo de la mesa con las piernas colgando mientras enredaba el cable con los dedos indice y corazón.

-Necesitaré un tiempo para encontrar los datos que tengamos disponibles, si es que los hay.

-De acuerdo, llamame cuando lo tengas- miró una milésima de segundo a Anaïs y cambio de opinión- Espera, mejor me llamas ha McSoleys ¿Que no sabes que es eso? Bueno, pues le dices a la operadora que te ponga con McSorleys, ¿en New York? Gracias de nuevo Jack ¿Que aún no te las había dado? Pues te las he dado ahora, venga a trabajar- colgó el auricular y se quedó jugueteando con el mismo cable que la doctora Haldford.

-¿Te vas a McSorleys?

-Nos vamos- le tendió la mano, que fue rodeada por sus finos y suaves dedos- te invito a desayunar.

El bar McSorleys no tenia en aquellos días de verano mucha clientela por la mañana, por lo que Georgy se encontraba sola en esos momentos y Jacob hacia las compras y se le reunía por la tarde. Cuando Michael entró, se quedó en la puerta para que Anaïs.

-Buenos días cielo- dijo la camarera negra con una enorme sonrisa con los codos apoyados en la barra.

-Hola, Georgy. A mí me pones uno de esos cafés brasileños bien cargados y un donut, y para la señorita- miró hacia la chica, que le daba la espalda, hablando con algún conocido que estaba sentado en una mesa- supongo que lo mismo- Georgy le dirigió un gesto de conformidad y se metió en la cocina mientras limpiaba sus manos en el delantal.

Cuando se acercó a la mesa vio que quien estaba sentado allí era el joven sureño Hugo Leblanc.

-Buenas, Mickey- le saludó levantó una mano a lo que él respondió con el mismo gesto intentando no aparentar la molestia que sentía.

-¿Qué haces aquí, Hugo?- Anaïs se sentó al lado del sureño sin esperar ninguna sugerencia.

- Estoy trabajando una manzana mas abajo y cuando estoy cerca suelo venir a desayunar. Veras- miró hacia a los lados esperando que sus confidencias estuvieran en secreto, mas la presencia de Michael no pareció importunarle pues casi le ordenó que se sentara.- estoy con Charles Fairburn.

BrooklynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora