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-No hay ningún problema, señora Daniels- el director rebuscó en sus cajones del escritorio y le tendió un papel- por supuesto necesitaremos la firma de su marido.

-Por supuesto- Daisy levantó suavemente la mano enguantada para recoger el impreso- pero debe entender que para depositar tan cuantiosa suma, tendría que- tosió tapándose la boca con un pañuelo bordado- mantener el más estricto anonimato.

-Claro que sí, señora Daniels- ella se levantó sin prisa y se dispuso a irse.

-Mañana me tendrá aquí a primera hora. << Claro que haría lo que ella le pidiera, a cambio de medio millón de dólares un banquero es capaz de asesinar a tu marido a martillazos>>

-Señora Daniels, gracia por confiar en nosotros- le besó la mano y ella salió cerrando la puerta suavemente. Ataviada con un vestido verde oliva, el pelo rubio recogido en un moño y una redecilla en el sombrero que le tapaba parcialmente los ojos, imitación de la clase alta de la Costa Este nadie sospecharía nada. Cruzó con un lento taconeo delante de los mostradores de la fila de gente que esperaba para hacer sus transacciones del día, salió por la puerta rotatoria de cristal y no miró atrás.

En la misma acera de la sucursal un coche permanecía con el motor apagado, miró a ambos lados y se metió en su interior.

-¿Qué tal?- le preguntó Alex tumbado cuan largo era en el asiento de atrás.

-Se lo ha tragado desde la última a la primera palabra- le tiró el sombrero de redecilla- el truco del ama de casa del empresario, me he mostrado desconfiada todo en todo momento.

-Bien. Arranca.- Marko arrancó el motor y el coche subió por la avenida North End en pleno centro de Boston.

-Me ha enseñado la caja fuerte. Que si acero galvanizado que si cuatro capas. 6-9-4-2- recitó cuando se hubo consultado la mano. Su truco infalible consistía en apuntarse los números en la mano mientras abrían la caja. Después le hizo abrirla de nuevo fingiendo olvidar algo para comprobar los números.

-Sera imbécil- Marko soltó un bufido cuando frenaba ante un coche que cruzaba la calle contigua por lo que no supieron a quien se refería.

- ¿Cuándo has quedado con él?

- Le he dicho que a primera hora estaré allí.

-Mientras yo, Marko y tu querido Lloyd entraremos por la puerta. ¿Ya sabes lo que vas a hacer?

-Es horrible- dijo con una voz indignada - no me hagan nada, les doy todo lo que tengo.

-Por si acaso llévate tu herramienta, nunca se sabe cuándo las cosas se pueden torcer.

- Se muy bien lo que tengo que hacer mi querido Alex. Me duele la cabeza, si te pudieras callar te lo agradecería.

Continuaron el camino sin más dialogo. El coche paró delante del bloque de pisos y ella fue la primera en bajar. Marko le dijo a Alex que dejaría el coche media avenida arriba. Ellos dos subieron hasta el tercer piso del edificio.

-Ya hemos llegado- en el sofá del piso Lloyd Parker estaba tumbado mientras leía "El Proceso" del checo Kafka.

- Ya os he oído. Y debido a que no venís discutiendo supongo que todo bien.

-Todo perfecto- le quitó el libro de las manos y le dio un leve beso en los labios.

-Menos el calor- Alex se quitó la camisa quedándose en manga corta- Este puto calor pegajoso que te asfixia, ha estado casi una hora dentro.

BrooklynWhere stories live. Discover now