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Salem seguía siendo una pequeña ciudad de pescadores. Aunque mucho había llovido desde que se quemó a la mitad de las mujeres por brujas la gente seguía siendo supersticiosos y propensos a la paranoia.

-He aquí la ciudad por antonomasia de la América profunda- dijo Alex con el brazo apoyado sobre la ventanilla abierta- Tierra de brujas y puritanos locos.

-Un poco costera para ser tan profunda ¿no? - intervino escéptico Lloyd Parker desde el asiento del copiloto.

-Es una profundidad metafórica- explicó Alex volviéndose hacia el- como cuando dices que un tío tiene el alma negra. Lógicamente no puede ser negra si es imposible de ver. O como...- permaneció pensativo un instante.

- Como cuando hablas del coño de Thelma Todd. Por cierto, han estrenado una película suya: El halcón maltes. Leí el libro hace poco.

- Si lees el libro para que vas al cine.

- Porque para empezar son técnicas de narración distintas. Si leyeras más lo sabrías.

- No todos podemos pasarnos el día encerrados en casa leyendo como tú, aunque quizás yo tenga que esconderme después de lo que vamos a hacer.

-Estas aquí porque quieres, te dije que lo haría solo. - miró de nuevo la carretera y seguidamente el reloj. Se estaba retrasando, quizás no pasara.

-Además me gustaría ir con Daisy a verla. Nunca vamos a ningún lado juntos- Alex se volvió hacia él con mirada asesina.

-Porque estás es busca y captura, joder. No pienses solo en ti, piensa en Daisy ¿soportarías verla en la cárcel o en la silla eléctrica?

-No te atrevas a volver a decir eso- pegó un puño en el volante que le dejó la mano insensible.

-Pues razona por el amor de Dios, Ya no eres solo tú, o nosotros. El otro día mató a un hombre.

-Si Dios tuviera tanto amor no permitiría que la gente muriera de hambre en los suburbios o emigrara por las carreteras con lo puesto mientras otros cabrones viven amasando dinero robado.

- Dejemos esta conversación aplazada ¿quieres? No se puede discutir contigo.

Todo ese manojo de problemas se había forjado hace dos noches, recién llegados a Lynn, en Essex. Una pequeña ciudad en una vieja carreta que se apartaba de la Autopista Uno. Como situada en un viejo enclave de caminos y recientemente revitalizada por la llegada de inmigrantes italianos y polacos.

-Nos hemos equivocado de dirección- susurró Marko al oído de Alex mirando cada dos por tres al hueco de las escaleras.

- Que es aquí cojones- volvió a golpear la puerta repetidas veces, pero nadie contestó. Marko fue hacia la puerta situada al otro lado del rellano y estampó varias veces la palma de la mano.

- Pasad- dijo Donat Konska abriendo la puerta de par en par y haciéndose a un lado. Marko miró con gesto de reproche antes de abrazarlo.

- Será una visita breve- dijo Marko pasando al salón de la casa.

- Que os trae por aquí- Konska cerró la puerta antes de mirar fuera y asegurarse que no había nadie.

-Pues asuntos de trabajo la verdad- Alex se tumbó en un sillón de cuero rancio al lado de la estufa estilo salamandra.

- Venimos desde Boston y necesitamos un lugar para quedarnos unos días antes de elegir destino- le explicó Marko con una rodilla apoyada en el cuelo ante el calor de la estufa.

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