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-Azúcar- exclamó el oficial Griffin intentando asimilar la idea, mientras mojaba una tostada en el café con leche-¿Puede cultivarse azúcar en New Orleans, señor Leblanc?

-Eso me preguntaba yo en un principio- Lloyd dejó la taza de café en el platillo. Ambos estaban sentados en la mesita del salón de abajo, tomando el café con galletas de canela.- Pero despues de mucho pensar me dije: New Orleans tiene un clima muy parecido a Cuba, tenemos buena temperatura y un alto nivel de lluvias. Creo que podría funcionar y eso voy a hacer.

-¿Va a revitalizar las tierras de su padre?- ya había puesto al oficial al corriente de su situación. Hijo de un terrateniente de la ciudad que había emigrado para formar su propia fortuna y, que ahora, volvía allí llevado por la añoranza y el deseo de prosperar en casa. Hasta ahí era verdad pero por supuesto se ahorró como habían conseguido el dinero, que ignoraba si su padre seguía vivo y que no tenia la mejor intención de seguir allí cuando acabaran sus asuntos.

-Esa es mi intención- Lloyd miraba como el agente se acababa la última galleta del plato, mezclando la masa en su boca con un largo sorbo de café. Desde luego los sueldos de ayudante no debían de ser muy altos, porque comía como si no hubiera mañana- Por favor, mas galletas para el señor oficial.

Daisy, que estaba en la cocina con Alex, escuchando la conversación, volcó sobre un plato lo que quedaba del tarro de galletas con aroma a especias. Tomó el plato al estilo de una camarera y se dispuso a llevarlas hacia la mesa. No había terminado de abrir la puerta de la cocina, cuando Marko la cogió del codo y le quitó el plato de las manos antes de que el oficial los viera. Daisy se dio cuenta del terrible error que hubiera cometido si se presentara con la bandeja de galletas como una criada siendo la dueña de la casa.

- ¿Y como está el ambiente en Cuba?- preguntó el oficial mirando con gula el plato de galletas que Marko, el supuesto jefe del servicio le había colocado delante.

-Caluroso- contestó Lloyd riendo.

-No, me refiero a política, ya sabe.

-Ah, si. Pues no tengo nada que reseñar la verdad- Lloyd se encogió de hombros con gesto inocente.

- Según he oído en la taberna ese país está a las puertas de una sublevación socialista. ¿No tiene miedo de que sus negocios puedan estar en peligro por la llegada al poder de unos comunistas?

-No- la respuesta de Lloyd cogió al oficial de sorpresa- los comunistas también necesitan azúcar, todo el mundo necesita el azúcar.

-Bueno...- el oficial Sam había estado esperando que Marko desapareciera de nuevo tras la puerta para hablar- Si necesita criada puedo ayudarle, es que como he visto que su mayordomo nos ha servido la mesa...

-Gracias es muy amable- en un momento pensó en declinar la oferta pero pensó que si lo hacia vendrían mas preguntas- Si, supongo que necesito un servicio nuevo.- un madero ocupado era un problema menos. Hablemos de lo que me interesa- Lloyd fue directamente al grano, algo que deseaba desde que Griffin comenzó a preguntar de su vida sin darle tiempo ni a responder- ¿no piensa hacer nada para detener a ese predicador loco?

-Verá señor Leblanc- soltó una media sonrisa que Lloyd sabia descifrar a la perfección: no pensaba hacer una mierda. En este país tenemos libertad de expresión y de prensa. Ademas- se adelantó antes de que aquel terrateniente ácrata se le fuera por las ramas- en New Orleans tenemos problemas mas graves que una panda de fanáticos descerebrados. Últimamente el contrabando de ron parece imparable, esos putos cubanos se pasean por nuestra costa con sus trajes de paño blanco y ocultando una pistola en el bolsillo.

-¿Tan grave es el asunto?- Preguntó Lloyd Leblanc con la clara intención de sonsacarle.

-No lo sabe usted bien. El otro día mataron a uno de los ayudantes del sheriff de Ruddock. En un - su interlocutor fingió una mezcla de sorpresa e indignación- Fueron los de ese cabrón mulato, los de Mendoza. Estaban descargando el ron de las lanchas en la orilla del pantano, entonces pasaba el coche patrulla. No les dio tiempo a reaccionar- le explicó el agente Griffin casi apenado- los acribillaron a tiros, uno de ellos sigue en el hospital, el otro, como ya le he dicho, acabó con los sesos vaciados encima del asfalto.

-¿Quien es Mendoza?- Lloyd miraba los posos del café en el fondo de la taza, mostrando una actitud banal en todo momento.

-Un negro cabrón, contrabandista de ron cubano, hace mas de un año que se trasladó desde Miami- Se rellenó la boca con un par de galletas y continuó hablando disparando hacia todos lados trozos de masa horneada- menuda putada nos hicieron. Está todo el día paseándose por los cafés con su traje blanco con una manada de negros armados con pistolas. Bueno- se bebió el último sorbo de café y se quitó las migas de encima con rapidez- yo creo que debería irme, no quisiera molestarle mas tiempo- Leblanc agitó la mano desaprobando su premisa- otro día seguiremos esta conversación- Leblanc lo acompaño hacia la entrada, abrió la puerta y la mantuvo con una mano mientras el agente del sheriff salia.

-Un placer conocerle señor Leblanc- le agitó la mano con fuerza y bajó los escalones del portal de dos en dos.

Lloyd permaneció tras la ventana después de cerrarse la puerta, mirando como el agente se perdía entre los peatones y vehículos de la calle. No sabia cuanto tiempo haba estado aquel gorrón en su casa pero ya no quedaban restos de los disturbios de aquella mañana y la gente llevaba las prisas de la hora del almuerzo.

-Que hijo de puta- gruñó Daisy recogiendo el plato y las tazas- se ha comido el bote de galletas entero.

-Así que tu cuñado- Alex se paseaba a sus espaldas con los brazos cruzados.

-Por lo menos no eres criado- Marko se fumaba un cigarro, apoyado en la puerta de la cocina.

Lloyd se apartó de la ventana poco después de ver desaparecer al oficial Griffin entre la marabunda humana. Pasó junto a sus compañeros con indiferencia, y empezó a rebuscar en la habitación anexa al salón; una especie de cuarto para todo donde estaban todos los muebles que se usaban.

-Me voy- dijo una vez que salió, con la chaqueta doblada bajo el brazo a pesar de que hacia un calor pegajosa que no soportaban ni las moscas.

-Pero es casi la hora de comer- Daisy se abanicaba tumbada en el sofá francés con las piernas al aire, sin zapatos, asfixiada por el calor.

-No me esperéis para comer- se detuvo a mirar los sombreros que colgaban de la percha detrás de la puerta. Dos color crema al estilo elegante de la Costa Este y otro, blanco y ligero al estilo del sur.

-Pero donde coño vas, Lloyd- dijo Marko con el cigarro en la mano, pensando donde dejar caer las cenizas en aquella casa de ricos.

-A ver al que corta el bacalao- se puso el sombrero sureño después de darle muchas vueltas en las manos.

-¿Vas a ver al sheriff?- preguntó Alex sentado en el brazo del sofá donde estaba Daisy, fumándose el cigarro que le había pasado Marko.

-No, no voy a ver al sheriff- salió por la puerta para perderse entre la marea humana de las calles de New Orleans.

BrooklynWhere stories live. Discover now