V E I N T I C I N C O

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Annabelle

Durante todo el vuelo sostuve la mano de Kellan fuertemente hasta casi triturar sus huesos

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Durante todo el vuelo sostuve la mano de Kellan fuertemente hasta casi triturar sus huesos. Y cuando no era la mano de Kellan la que sostenía, era la de Chase la que sufría daños irreparables. Cada sacudida del avión cuando surcaba una corriente de aire me daban ganas de llorar y de gritar por mi mamá. Kellan se burlaba despiadadamente de mí y yo sinceramente quería asesinarlo. Sentada en el medio de aquellos dos, sin atreverse a dar un vistazo por la pequeña ventaja ovalada del avión, recé para llegar rápido a nuestro destino. Fue el vuelo de cinco horas más largo de la existencia de la humanidad. Cuando finalmente llegamos, casi caigo de rodillas para besar el suelo, lágrimas de felicidad llenando mis ojos. Tomo todo de mí no hacerlo o de lo contrario hubiera dado un espectáculo muy deprimente. Debí haber tomado un somnífero durante el vuelo, pensé mientras el aire helado del exterior golpeaba mi rostro y agitaba mi cabello, así no hubiera sentido mi corazón en mi garganta todo el tiempo, queriendo salir e impidiéndome respirar.

El Aeropuerto Internacional de Minneapolis era enorme y un completo laberinto. Bueno, todos los aeropuertos eran así, supongo. Mientras Chase hablaba con un sujeto que nos ayudaría a rentar un auto para conducir hasta el cercano Condado de Faribault, aproveche mi oportunidad para sacar de mi maleta un sweater color vino tinto para cubrirme del frío. Enrollé una bufanda alrededor de mi cuello e inmediatamente suspiré al sentir la calidez rodearme. Vivir en Phoenix y posteriormente en Los Ángeles, lugares en los que sin importar qué era soleado, me habían hecho olvidar el frío del otoño en los otros Estados del país. Mentalmente me felicité por no haber usado un vestido este día. Kellan me miraba con una sonrisa ligera en los labios y me pregunté cómo es que no sentía frío. Minnesota era un Estado que, por estar cerca de Canadá, su clima era impredecible, llegando a estar muy cálido o muy helado dependiendo la época del año. Pero al parecer los cambios climáticos no afectaban a Kellan Draven, pues estaba ahí de pie, usando una chaqueta de cuero que no le protegía absolutamente nada del viento helado.

Se veía caliente, sin embargo. Tal vez era por eso que no sentía frío. Él ya estaba caliente, en todas las formas posibles. Me reí de ese pensamiento, haciendo que me mirara de soslayo. Entonces se inclinó, susurrándome al oído una cadena de palabras que enviaron un delicioso calor por mi cuerpo, y eso fue más efectivo que cualquier sweater o aire acondicionado.

—Listo —dijo Chase al llegar junto a nosotros mientras Kellan me guiñaba un ojo y levantaba mi pequeña maleta de viaje—. Un auto nos está esperando afuera. Llegaremos al hotel en máximo una hora.

—Espero que tengan chocolate caliente —comenté, enlazando mi brazo con el de mi hermano.

Había una razón, a parte de mi miedo a volar, por lo que me gustaba viajar en auto. Me gustaba apreciar las carreteras, el flujo constante de autos y los paisajes. A medida que Chase conducía el auto para enfilar la Interestatal 35, miré por la ventana y admiré el espectacular paisaje de la ciudad y luego, cuando finalmente dejamos la metrópolis atrás, los árboles cuyas hojas se habían tornado marrones, rojizas y amarillas. El otoño era mi época favorita del año. Era la estación más hermosa de todas, y estaba encantada. La sonrisa que se apoderó de mí no me abandono durante todo el trayecto y eso me ayudo un poco a calmar la agitación que sentía por lo que haría mañana. Me acurruqué en el costado de Kellan, pensando en que este viaje era perturbadoramente similar al que hice hace unos meses para ver a Declan. Solo deseaba que algún día, si llegaba a viajar de nuevo, no sea porque estoy huyendo de algo o porque iría a visitar a alguien en prisión.

PURGATORIO |Souls Fractured #2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora