T R E C E

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Kellan

–¿Whiskey? – dijo Viggo mientras se deslizaba en su asiento al otro lado del escritorio en su despacho – ¿O prefieres darte una ducha? Francamente, tu estado es lamentable

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–¿Whiskey? – dijo Viggo mientras se deslizaba en su asiento al otro lado del escritorio en su despacho – ¿O prefieres darte una ducha? Francamente, tu estado es lamentable. Aunque debo decir que Xavier se encuentra en peores condiciones que tú.

Le di a Viggo una mirada fría por sus palabras, y él solo me ignoro mientras procedía a revolver los cajones del escritorio en busca de algo. Sintiendo la incomodidad y los deseos de destruir todo lo que veía, respire un par de veces para reunir la poca paciencia que tenía al tiempo en que observaba la estancia. No me gustaba mucho tener que esperar a que Viggo hablara pero no tenía otra opción. Podría irme pero eso no sería inteligente. Cualquier cosa que me diera, una palabra, podría decirme que estaba planeando y cuáles eran sus razones para traerme aquí. Si Viggo podía leerme, yo también podía hacerlo con él.

Esas eran las consecuencias de haber convivido y seguido sus órdenes durante tanto maldito tiempo.

La habitación era espaciosa; un enorme escritorio de madera de roble oscuro estaba en el centro, sillones de cuero frente a un TV más grande que el Staples Center, una amplia cristalera estaba ubicada a mi derecha con vistas de la ciudad y una chimenea estaba ardiendo con leves llamas al fondo, proporcionando un calor que era francamente innecesario, justo detrás de Viggo. La chimenea era enorme, con el tamaño justo para cocinar un cerdo entero allí. El piso era blanco, un mármol tan pulcro que podía ver mi reflejo en él. El hombre dueño de este lugar sonrió, señalando con su mano una silla frente a él. Sin embargo, hice caso omiso a su invitación, ya que mi atención recayó en la persona que nos acompañaba en esta linda tarde y durante esta amena reunión.

Centré mi mirada en el hombre de pie frente a las cristaleras. Su cabello rubio estaba recogido en una coleta baja detrás de su nuca, ojos oscuros mirándome con un brillo cínico en ellos y una sonrisa taimada. Declan Parrish estaba aquí, muy cerca de mí, haciendo todo lo posible para provocarme para que fuera a por él mientras giraba una cuchilla de aspecto siniestro en su mano. Arqueo una ceja con burla y apreté los dientes, debatiéndome en sí debería asesinarlo ahora o después. Pero el hijo de puta estaba haciéndome imposible la tarea de ignorarlo. Con cada giro de esa cuchilla, cuando el sol brillaba en la hoja, veía una cicatriz en el cuerpo de Annabelle. La ira retorcía mis entrañas, corriendo a través de mis venas como la lava, casi podía sentir la satisfacción que me daría al borrar ese gesto de su rostro con mi puño.

Maldición, era jodidamente difícil estar aquí de pie e inmóvil, aunque pensé que si pude soportar el viaje en auto al lado de ese cabrón sin mover un solo músculo, podría soportar su presencia un poco más; el tiempo suficiente para escuchar lo que Viggo diría a continuación. Y después, quizás, perforaría el corazón de este maldito con su propia cuchilla.

Dirigí mi mirada a Viggo al tiempo en que avanzaba con pasos lentos y despreocupados, no sin antes lanzarle una mirada al idiota que pronto moriría. Declan entrecerró los ojos y supuse que con mi mirada mordaz había logrado reflejar lo que quería. Más que una amenaza, era una promesa: él pagaría todo lo que hizo, el dolor que le causo a Annabelle y a esas chicas, no sería en vano.

PURGATORIO |Souls Fractured #2|Where stories live. Discover now