C I N C O

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Annabelle.

Escuché la puerta abrirse detrás de mí, y me giré en mi asiento para ver al doctor Reed entrar en el consultorio médico

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Escuché la puerta abrirse detrás de mí, y me giré en mi asiento para ver al doctor Reed entrar en el consultorio médico. Su cabeza, de cabello castaño claro y en el cual se lograban entrever algunas canas, giro en mi dirección y sus ojos del color del Whiskey examinaron mi rostro. Y sentí mis mejillas arder de vergüenza al recordar que el buen doctor no estaba particularmente feliz por no haber asistido a mi cita anterior, haciéndole perder el tiempo, como él mismo había dicho. El doctor Reed no era conocido por su carácter afable, pero si por ser uno de los mejores ortopedistas aquí en LA.

Avanzó, sus zapatos repicando en el suelo al mismo ritmo de mi inquieto corazón. Mis manos sudaban y estaba segura de que estaba a un segundo del colapso, pero me obligué a mantener la calma mientras lo observaba tomar asiento frente a mí, al otro lado del escritorio. Comenzó a teclear cosas en su computadora y yo cada vez me sentía más nerviosa, frotando las palmas de mis manos en mis muslos. Curvé mis dedos en el dobladillo de la falda que tenía puesta, las gotas de sudor recorriendo mi espalda, pensando en que mi siguiente movimiento dependía de lo que el doctor Reed dijera. Al diablo Declan y lo demás, ahora mismo lo único que me interesaba era si podía volver a subir al escenario o no. Tan ridículo como le podría parecer a algunos, saber sí puedo volver a bailar, es la más importante para mí ahora; y pese a que tengo un millón de otros asuntos, probablemente más primordiales que resolver, tenía toda mi atención puesta aquí y ahora. Unos segundos después, los cuales se me antojaron eternos, el doctor levantó la mirada nuevamente y encontró la mía, su expresión no me estaba diciendo nada y no sabría decir si eso era algo bueno o algo malo.

Abrí mi boca para decir algo, mi mente creando las más espantosas posibles respuestas del doctor, pero me contuve al ver como él cruzaba sus manos y las colocaba debajo de su barbilla, su dedo índice dando toquecitos sobre sus labios, preparándose para decir lo que sea que tenía que decir.

¡Por Dios, cuanto suspenso!

Estaba pensando seriamente que el doctor debería haber estudiado artes dramáticas en vez de medicina. Finalmente, giró la pantalla de la computadora hacia mí, mostrándome la bonita fotografía de mis huesos. Había sido sometida a una resonancia magnética no hace menos de una hora y ahora el doctor estaba examinando mi interior para ver si me encontraba lo suficientemente bien como para seguir con el ritmo normal de mi vida... o no.

Él tomo un bolígrafo de la mesa de caoba, y delineó con él el contorno del hueso.

–¿Ve esto? – dijo el doctor Reed y yo me incliné hacia adelante, entrecerrando mis ojos en lo que señalaba. Prosiguió, deslizando el bolígrafo a lo largo del hueso y sobre la placa de metal y un sinfín de tornillos que habían fijados ahí: – Este es su fémur, y aquí, en la mitad por así decirlo, sufrió usted la fractura expuesta con astillamiento; aquí, como puede ver, fueron reparados por los tornillos fijados en el hueso, el material de osteosíntesis. Allí, se puede observar Señorita Kyle, que el hueso ha sido reparado exitosamente.

PURGATORIO |Souls Fractured #2|Where stories live. Discover now