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Había una masa constante de ansiedad en mí. La ansiedad me hace temblar, recrearme situaciones que no existen. Me hace dudar de mi existencia. Me hace dudar de mí misma. Me puede hacer dudar de mi dolor, de lo que estoy sintiendo. Mi ansiedad me está quitando las ganas de todo. De no querer luchar aunque tenga tres motivos hermosos. No encuentro razón alguna, solo quiero cerrar mis ojos. Y no despertar.

A mis pensamientos solo vienen las sonrisas de mis pequeños, aquellas lindas y hermosas caritas llenas de alegría y amor puro.

Poner resistencia juro que no ayuda, en nada. Algunas veces puede ser peor. En mi simplemente la fuerza ha tomado otro rumbo.

Alek se acerca, en este momento, solo reprimo todo lo que quiero decir, y suplicar que si salgo viva de esto, no me amargue y no me domine. De poder salir de esta.

-Solo será un ratito preciosa, verás que pedirás más.- sus palabras solo provocan espasmos en mi estómago.

Solo sentir sus brazos tocar mi piel débil, me hace querer salir corriendo. Pero mis piernas no responden; tal parece que se ponen de acuerdo. Hay cosas en esta tierra que son inevitables, son irremediables, a veces las personas buenas, nos tocan pasar por situaciones realmente desagradables. Por cosas que en verdad no les deseas ni a tu peor enemigo.

La respiración de Alek ante mi cuello es fría hace que mi piel de erice pero de miedo.

No abro mis ojos, solo deseo que el momento sea rápido.

Alek, pasea su maldito miembro por mis glúteos.

-Al fin eres mía.-

Aprieto mis puños porque se que es lo que esta apunto de hacer.

Mis ojos siguen cerrados, mis sentidos no están conectados, pero puedo sentir todo. El tacto, los olores del lugar, el ruido.

-¡NO TE ATREVAS A TOCARLA HIJO DE LAS MIL PUTAS!- espeta furioso.

¡Joseph! Respiro un poco mejor, aunque se que no tiene la fuerza que lo caracteriza, pero él está aquí.

Alek solo ríe bajo todo el cuarto.

-Por favor, mejor di que también queréis echarte a esta puta y hacemos un trío.-

La cara de Joseph es realmente de enojo, trae consigo una pequeña daga, yo trato de buscar algo en el cual pueda defenderme. Solo hay palos, pero es algo.

Por un lado, creí que moriría este día, pero no.

Tal vez después de todo, si existe un Dios, este no me ha abandonado.

-¡Gracias!- solo susurro.

Con la poca fuerza que hay en mí, golpeo la espalda de Alek, mientras Jos, le propina un golpe, con la daga en sus costillas. Alek solo cae. Lanzo el palo, estoy en shock, la ansiedad me esta traicionando. Estoy viendo mi mundo caer, y no lo entiendo. No comprendo porque. No podemos correr, porque sé que no hay salida en este tipo de lugares.

Lo único que hace mi instinto es correr con Joseph, y abrazarlo como si por un momento mi vida dependiera de esto.

-Gracias, gracias.- solo me aprieta más fuerte.

Lloro, sin control. Porque mi mundo esta caído, mi mundo se derrumbó por un momento, siento como estoy cerca del cielo, cuando una luz al final del túnel avisa que estas apunto de partir, todo es confuso. Es algo irreal, que realmente no sé si yo estoy soñando, o esto es una paradoja que se derrite en mi, y a mi alrededor. También me siento protegida, y cuidada. Son pequeñas señales que estoy recibiendo. No perderé de vista esto.

-Todo esta bien. Todo estará bien.- sus palabras no pueden ser mejores, pero me alivian un poco.

-Se van a arrepentir. Jackson, joder Jackson.- grita mientras se oprime su herida.

-Si jefe.-

-Prepara el jet a Rusia, encárgate que la mercancía, y este cabrón lleguen.- ¿Mercancía?- Oh si preciosa, tienes dueño.

Vaya, en verdad que esto no era de esperarse. Más hombres entran al cuarto, para llevárselo.

-Joseph, quiero que me prometas algo, por favor.-

-Pequeña ambos saldremos de esto.- sus ojos no me dan la confianza que necesito.

-Prométeme, que no me buscarán, por nada del mundo, ni tú ni David. Les dirán a los niños que yo morí, y podéis hacerme una tumba. Para que tengan donde llorarme, los van a proteger y cuidar, por favor.-

Llevarme a Rusia solo significaba una cosa, es que me pondrían a trabajar quizás en un maldito pub de mala copa. Y que tal vez nunca me encontrarían.

Debía hacerme a la idea de eso. Me quitarían mi preciada libertad, todo. Sería una víctima más del tratado de blancas. No hay salida, no hay vuelta atrás.

En su momento mi vida tuvo colores, como el hermoso arcoíris que se transforma al final de una hermosa tormenta. Mi destino era que esos colores cada vez quedaban sin color, se acercaban a un color grisáceo y negro. Mi alma estaba igual sin luz, sin vida.

Si, me resigno.

Tal vez hasta aquí ya había llegado todo.

Me prostituirían, era lo único que se me venía a la mente.

-Te quiero pequeña.- beso mi frente.

Para que luego los hombres de Alek, me arrebatarán de él.

-¡¡No por favor!! ¡¡Déjenme!!- mis suplicas no servían. Su fuerza es mayor a la mía.

Son hombres realmente entrenados para este tipo de situaciones.

-A dormir señorita.- puse resistencia a la inyección.

Pero dolía, era alguna sustancia fuerte para mi, que sentí como me perdía en los brazos de aquel hombre.

El Pago de la Mafia Italiana.Where stories live. Discover now