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 Reinaba un silencio extraordinario, un silencio sepulcral.

Notaba en sus ojos cafés, como se dilataban, como Ámbar se mordía el labio inferior, para no llorar. Tenía un trato que no debía romper, pero me era imposible no resistirme.

Me acerco a ella. Tiene la mirada triste, el alma caída. Y claro, yo era el único responsable de eso.

-Quiero irme, déjame ir. No te necesito.-

-¡Joder no!- golpee fuertemente la puerta, pero yo también estaba enojado conmigo mismo.

Ella sobresalto, era la única persona que conocía mis límites y hasta donde era capaz de llegar.

Si no quería escucharme, no la obligaría.

-No tienes derecho llegar, o aparecer como si nada hubiese pasado, y querer reparar algo que no tiene solución David, no puedes.- sus palabras me golpeaban a la realidad, tenía razón.

Pero mierda, ella era mi vida, todo el tiempo lo fue.

Jamás pensé en el daño que pude causarle.

Era un egoísta de mierda, solo pensaba en mí, solo en mí. Las palabras no tienen cavidad en mi ser. Quiero protegerla decirle, cuanto la he echado de menos este tiempo. Como sufrí por su ausencia. Quiero regresar el tiempo, decirle que me arrepiento. Que todo fue una trampa, en la que como un estúpido caí.

-Nosotros.- comencé a hablar, pero ella interrumpió.

-No David, ya no hay un nosotros. Eso se terminó el día que te largaste.-

Sus palabras frías y seguras eran lo que menos me esperaba.

-Dueles David, siempre, pero ya no haces falta, ¡Ya no más!- espetó.

-¡Mientes carajo, mientes!- pierdo los estribos.

Toma un gran respiro y se levanta.

-Coño, sabes las miles de noches que te llore, añorando tu maldito regreso. Sabes las cosas que después tuve que pasar. Eric enfermo gravemente, ¿Y dónde estabas? No lo estuviste, el hambre que pase por los niños. Cada noche lamentándome el por qué no estabas, carajo. Nunca estuviste, nunca.-

Su cara ha tomado un aspecto rosado, tiene los ojos húmedos, se contiene para dejarme mirarla llorar, mi corazón tiene una sensación extraña.

Algo extraño que jamás podré recuperar. Pero tengo que tomar el valor y coraje que ella no me quitará ahora que me encuentro aquí, el derecho de estar con mis hijos.

-Esta bien, si así lo deseas. Pero no me quitarás el derecho de estar cerca de mis hijos. Soy su padre y como tal me tendrás siempre.- contesto enojado. Ella parece no importarle mis palabras.

-No puedes hacer eso, jodernos a todos como te plazca.- responde con la voz colérica.

-Si puedo, puedo hacer que me otorguen la patria potestad, y que tu no tengas derecho de verlos jamás.- ahora yo soy él que esta cabreado.

-No serías capaz.- dice insegura.

-No me tientes Ámbar que puedo hacerlo, soy capaz de eso y más por mis hijos.-

-¿Por qué David? Dime. Dame una razón, para creer una vez más.- decía, trataba de encontrar alguna.

Me acerqué a ella, puse un mechón de cabello detrás de su oreja. Alzo la cabeza, su mirada en mi dirección sus ojos chocolates, hicieron una chispa. En ese momento estalló totalmente mi ser.

La tomé con posesión, porque ella seguía siendo mía a pesar de los años, y la besé, sentí sus deliciosos y gruesos labios.

El beso era apasionado, ella jadeo. El jadeo era sensacional, me hacía saber que aún tenía esperanza. Mi cuerpo recorría un extraño hormigueo. Sus dedos pasaron por mi cabello, mis brazos bajaron hasta su cintura.

El Pago de la Mafia Italiana.Where stories live. Discover now