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Subconciente de David.

El lugar irradiaba paz, respiraba aire fresco. Aire puro, mis pulmones respiraban de manera normal. Me sentía aliviado, con una paz enorme, que hace mucho que no sentía. El lugar era como un tipo jardín, enorme. No se miraba el fin de aquel lugar verdoso, con una enorme laguna azul, azul claro. Azul como el cielo.

Habían arboles enormes, grandes acompañados de un fresco y delicioso aire por todo aquel lugar. Mi cuerpo estaba relajado, no hubo tensión, o músculos contraídos, ninguna pesadez. Estaba descalzo y comencé a caminar por el verde pasto. Tan suave y cálido. el sol brilla a todo lo que da. Con sus rayos llegando al lugar más oscuro por todo esto.

¡Suspiré!

-¡Tranquilidad dispersa!- me dije a mi mismo.

Una pequeña figura venia corriendo a toda prisa, figuraba un niño o algo a una figura humana.

-¡Papa, papa!- gritaba alguien.

Sonreí, en mis ojos se formaron unas lágrimas, pero de emoción. Era mi hijo, mi Emiliano, que corría hacia mí. Tal y como lo recordaba, aquel hermoso niño de tres años.

Su hermosa piel resplandina, blanca como la nieve. Sus ojos azules, como aquel cielo, y esa laguna. Resaltaban de su linda carita. Su cabello rubio, al viento despeinado.

Corrí a él. Lo cargue como nunca. Nos abrazamos.

-Cuanto te eche de menos, mi bambino.-

Era como un sueño, como una paradoja en tercera dimensión. Tal vez yo me encontraba en un sueño profundo, del cual no puedo despertar.

-Papito.- mi niño. Seguía teniendo sus tres años.

Su hermosa sonrisa me envolvió en una tranquilidad inmensa.

-Amore mio...-

No sabía que decir, realmente no sabía.

Era utópico, una maldita utopía estar con él. Tal vez era algún tipo de sueño, algo irreal. Pero ¿Cómo era posible? No recordaba nada.

Me recordaba a las miles de tardes que alguna vez él y yo pasamos juntos frente al mar, en Italia. Sus primeras palabras, sus hermosos pucheros. Realmente llego a mi vida dándome luz, entre todo el infierno en el cual estuve. Fue un pequeño ser de salvación. Me toco perderlo. Dolía, siempre me dolería su partida. Pero llevaba el dolor conmigo. Era una manera de mantenerme fuerte. No oprimia mi dolor. Solo lo sobrellevaba conmigo. Y era mi forma de protegerme.

-Sabes, que tienes tres hermanos más, unos trillizos divinos.- dije.

-Y mamma, ¿Aún me sigue queriendo mucho?- me miro, y sus ojitos azules estaban más azules que nunca.

-Claro, ella te ama mucho, mi pequeño siempre lo hace.- era verdad.

Ámbar lo amaba mucho. Siempre lo demostró. Su amor de ella era inocente y puro. Y su amor, por Emi nunca tuvo límites.

-¡Confratelli¡- bese su cabecita.

Era mi consuelo, cerré mis ojos. Para olvidar mis problemas, en un instante.

La gran sonrisa de Ámbar y su dulce voz vienen a mi mente. Recordando cuando la conocí, como una chica tan más pequeña que yo, me volvió loco. Me robo el corazón. Como es que un menudo mafioso, se llegó a enamorar. Si, eso siempre pasa en las mejores historias de amor. El chico malo, cambia por la chica buena e inocente. Pero ¿Realmente he cambiado por ella?

Paradojas de mil maneras.

Ella es mi premio de vida, junto con mis bambinos. Eran felicidad pura en mi todo infierno. Abrí mis ojos, la tarde estaba cayendo. Apreciaba un hermoso paisaje, la puesta del sol. Con unos colores hermosos. El solo reflejaba un atardecer bellísimo, un atardecer rojo y naranja. Lleno de celajes, el cielo pintaba azul marino, con unas nubes concentradas en el cielo.

Las nubes en formas chistosas.

-Mira papa, tiene forma de gato.- señala una nube.

-Que hermosa, mi amor.-

Su risa era mi paraíso, la noche se hizo presente. Y con ella la nostalgia.

-Es hora de irme papito.-

-¿Por qué amore? ¿Dónde iras? ¿Cuándo te volveré a mirar?- pregunte desconcertado.

-En el cielo papi, estamos en el cielo. Solo quiero que sepas que el abuelo y el tío, cuidan de mi muy bien, reímos y bailamos mucho. Soy feliz aquí papi, aquí no hay sufrimiento. Todo es felicidad, y pronto nos encontraremos. Seremos felices papi.-

-Mi pequeño, sé que eres feliz. No sabes cuánto te echaré de menos. Siempre te llevare en mi corazón.- lo abrace.

-Si papi, ti amo. Y a mamma y mis hermanos...-

No quería despedirme, quería más tiempo.

Pero, siempre recordaría este momento. Las cosas de la vida a veces son irrelevantes las cosas. Me iba tranquilo pensando que Emi estaba bien, y era feliz que un sufría. Eso era una paz reconfortante para mí. Un alivio.

-Ti amo bambino.- sonrió.

Sonrió, y siempre recordare su pequeña y hermosa sonrisa. Tan pura e inocente, aquí era protegido, era feliz.

Y ahí iba mi pequeño junto con mi padre y hermano. Tan felices y paz. Y si, era posible. La vida después de la muerte existe. Aquí no hay dolor, sufrimiento. Irradiaba felicidad, y sobretodo paz. Y tal vez hasta olvidabas todo el infierno que alguna vez se vive en la tierra. Y eso es gratificante para las personas que son buenas.

Probablemente, yo me iría al infierno. Por todas mis acciones. Pero me sentía bien con que mis seres queridos gozaran algún día de dicha paz. Dicha paz que no se consigue en cualquier lugar. Siempre es bueno soñar, eso te mantiene cuerdo algunas veces.

Siempre tener un sueño, el cual se tiene que luchar ya sea grande o pequeño.

Entre el viento del aire, y la oscuridad de la noche se perdían las tres figuras masculinas.

-Os amo.- suspire.

No estaba perdido, estaba dispuesto a hacer las cosas mejor, tal vez tenía una segunda oportunidad. Y haría lo posible por demostrárselo a Ámbar. Y a mis hijos.

Lo haría, ellos serían mi prioridad, mi más eterno amor, mi luz. No dejaría que nada me quitará esa oportunidad; no dejaría que mi orgullo actuara. Las cosas cuando tienes la dicha, hay que tomarlas.

En mi interior habita un verano de luz, y esta vez saldría a resplandecer.

Iba a sanar todas sus heridas, sus cicatrices.

Así como ella era mi ángel. Yo lo seria con ella. 

 

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El Pago de la Mafia Italiana.Where stories live. Discover now