—No tengo nada que perdonar. Tú me has dado más cosas de las que te puedes imaginar —acaricio su nariz con la mía.

—No quiero que las personas destruyan lo que tenemos —susurra—. Günther, ámame hoy como si fuera nuestro último día en la tierra —pide, con ojos llorosos—. Ámame tanto, para que quede tan marcado tu nombre en mi piel.

—Te amo todos los días de mi vida —limpio sus lágrimas—. Me voy por unas horas. Prometo estar a tiempo.

—Hazme tuya, por favor... Quiero ser tuya de nuevo —pide, viéndome a los ojos con firmeza.

Daphne, está muy extraña. No soy idiota. Tengo miedo de que le pase algo o, simplemente, se aleje si se llega a descubrir lo nuestro. Una punzada de dolor aparece en mi corazón. Con un nudo en la garganta y muriendo de ganas de darle más confianza, vuelvo a hablar.

—Te haré mía tantas veces que no recordarás tu nombre —empiezo a quitarme la camisa—. Te amaré siempre, estemos juntos o no.

Empezamos a besarnos con timidez, pero pronto nos encontrábamos besándonos sensualmente, con las bocas muy abiertas y entrelazando nuestras lenguas. Comienzo a masajear sus pechos, lo que la hace gemir de placer. Masajea mi miembro por encima de mi pantalón de pijama, mete su mano dentro de mi bóxer con la intención de agarrarme. Dejamos de besarnos para quitarle su sensual pijama. Sus senos se balanceaban al liberarse de su prisión. Antes de que se diera cuenta, ya tenía mi cabeza enterrada en sus senos, con uno de sus pezones en mi boca y masajeando el otro con mis dedos.

Me apartó con suavidad y me habló.

—Ponte de pie —pide con voz muy ronca, me levanto de la cama con rapidez mientras mi deseo por poseerla aumenta.

Con calma empieza a quitarme los pantalones que cayeron al suelo junto con mi bóxer. Me agarra el miembro con sus pequeñas manos para masturbarme lentamente. Gruño de placer mientras ella recorría con sus manos mi intimidad completamente erecta. Se sorprendió por mi tamaño y recordé que así fue la primera vez que estuvimos juntos.

Sonríe pícara y me ve con ojos muy oscuros.

—En serio te extrañé... —muerde la comisura de su labio—. Pero tu tamaño es diferente cada vez —ríe, y en sus ojos veo deseo.

—Ahora no entiendo nada, lo siento, cariño. Quiero estar dentro de ti —pido ronco.

—No tan rápido, cariño —besa la punta de mi miembro.

Ella estaba sentada en la cama, a mi lado. Se levanta para ponerse frente a mí. Agarra mis nalgas con sus manos y me acerca hasta ella al tiempo que besaba mis pelotas, y recorría con su lengua toda la longitud de mi ostentoso miembro. Lentamente, cierra sus labios alrededor de la cabeza. Muevo mis caderas con suavidad hacia adelante y hacia atrás, follándole la boca despacio. Empiezo a llegar a mi límite, mis gruñidos y bufidos le anuncian que estaba a punto de correrme. Se detiene viéndome con diversión. Unos segundos después, cuando mis ganas de venirme disminuyeron, fui a la gaveta, saqué varios preservativos y me puse uno. Sin pensarlo dos veces, mi miembro estaba entrando y saliendo de su intimidad. Gemía tan alto que eso me excitaba más, la embestía con furia, sentí que ella estaba camino al clímax. La penetré más duro y rápido, me incliné para apretar con mis manos sus senos, que se bamboleaban al ritmo de nuestro amor.

Follamos en esa posición más de veinte minutos y alcanzó varios orgasmos. No pudo evitar gritar con fuerza mientras se corría en mi miembro. Cambiamos de posición y ella se sentó encima de mí con cuidado, su cara quedó frente a la mía igual que sus senos. Empieza a cabalgar, al principio despacio, pero luego a un ritmo vivo, clavándose mi miembro hasta el fondo de su muy mojada intimidad. De esa forma, no tardé en sentir que estaba cerca de venirme.

Sus nalgas rebotaban una y otra vez en mis muslos.

—No puedo más, voy a... —no pude terminar de decirlo porque solté un fuerte gruñido ronco, casi gutural.

Si no tuviera el preservativo, aquí si quedaría embarazada. Me desplomé en la cama y permanecimos en esa posición, con mi miembro todavía enterrada en ella.

Estuvimos así por algunos minutos, se levantó y se sentó a mi lado. Nos empezamos a besar y acariciar, nuestras lenguas se enroscaban y el deseo se volvía a apoderar de nosotros. Comenzó nuevamente a tocar y tirar de mi miembro, estaba dispuesta a continuar con la faena. A los minutos mi polla empezó a endurecerse. La acuesto en la cama sobre su espalda, me coloco otro preservativo y la penetró con fuerza.

—Te amo tanto, Daphne... —entre gruñidos le digo ronco.

—También te amo, Günther —respondió, de la misma manera que yo.

Nos mirábamos directamente mientras seguía entrando y saliendo de ella. Mi miembro la sacaba casi por completo y luego la metía hasta el fondo con fuerza. Ella gritaba de placer mientras arqueaba su cabeza hacia atrás. Rasguñaba mi espalda y parecía que se iba a desmayar con tanto placer. La vi embelesado mientras ella se retorcía y gemía debajo de mí. Saqué más energía al verla así y la empecé a penetrar más duro, tan duro que pensé que íbamos a romper la cama.

Varios orgasmos tuvo antes de conseguir mi placer. Me apoyé en mis brazos cuando me acosté encima de ella. Beso sus labios dulcemente mientras ella acaricia mis mejillas.

—Te amo. En serio, te amo —susurro en su oído mientras jadeo—. No quiero que esto jamás termine.

—Te amo, te amo, te amo —besa mi nariz y asiente a lo que le dije.

La amaba profundamente y sin titubear.

[...]

Hicimos el amor tantas veces, que rompí mi propia marca. Ayer la dejé dormir, estaba tan cansada que sus ojitos se cerraban solos. Claro que después se despertó y la hice mía nuevamente.

—Pasajeros del vuelo 0507 con destino a España, por favor, abordar —el parlante me saca de mi ensoñación.

Estamos en el aeropuerto, ya que iba a encontrarme con una persona para terminar de desenmascarar a Leah. Ivan venía conmigo también para poder disimular lo que sucedía.

—Te voy a extrañar demasiado —abrazo a mi chica con fuerza mientras beso su cabello.

—No olvides que te amo —con voz temblorosa me habla, veo sus ojos llorosos y mi corazón se aprieta.

—Yo también te amo y aunque estemos separados, lo seguiré haciendo —beso sus labios, tomando sus mejillas y siento cómo cae una lágrima.

—Te esperan —deja de besarme y tenso mi mandíbula al verla tan triste.

Me voy con Ivan a duras penas a abordar el avión.

—Tina se despidió como si se fuera a alejar de mí —dice devastado mientras caminábamos a entregar el pasaporte.

—No sé qué está pasando, pero Daphne también estaba asustada —respondo, viendo a la nada.

Cada vez que Daphne decía algo, lo sentía como una daga para mi corazón. No sé si estamos juntos, pero tiene tanto miedo de Leah, que me asusta que en mi ausencia, pase algo malo.

Ámame si te atreves, jefeWhere stories live. Discover now