Capítulo 32

5.4K 409 31
                                    

Fiesta de navidad.

Daphne.

Desde que tengo uso de razón he asistido a miles de eventos que han hecho en Alemania. Siempre asistí como la secretaria del mejor arquitecto del país. Nunca había asistido a otro evento importante, sin ningún calificativo. Hoy es la primera vez que estoy en un evento sin nada de eso. Hoy solo soy Daphne, una empleada más. Aunque sé que soy asistente y la esposa del hombre más influyente de Europa, eso no parece hoy.

Nunca me había sentido tan libre y tengo miedo de que tanta perfección en mi vida, se arruine.

Uno de mis compañeros me ofrece su brazo para seguir caminando al salón de fiesta. Me presentan algunos amigos y compañeros de trabajo, después nos fuimos a la mesa de la comida.

—Un minuto más y me muero de hambre —se queja el chico, comiendo algunos chocolates, me alejo un poco para ver el salón de fiesta.

—Se te nota feliz y me encanta verte así —la voz de Albert, llama mi atención.

—Estoy feliz aquí. Nunca me había sentido tan bien como hoy —me da una tierna mirada—. Es un día especial para la compañía y sabes muy bien lo mucho que amo la navidad.

—Lo sé. Te conozco y no sabes lo mucho que me alegra verte siendo tú —me mira con una sonrisa—. No quiero verte otra vez triste. Sientes las cosas diferentes porque cambiaste, pero para el resto de nosotros, todo sigue igual. Un poco más grandes, pero al final del día, seguimos siendo los mismos.

Lo acompaño a buscar una bebida, seguimos hablando y viendo a las personas bailar. Lo que más amaba de ser invitada a una fiesta era quedarme en la mesa de los bocadillos. Nunca pude sentarme a comer comida porque tenía que trabajar, incluso en navidad, pero trataba de disfrutar a escondidas y hacia mi trabajo de igual manera.

Albert es llamado para hablar con unas personas, ya que todos saben, qué él es asistente de Sasha. La última vez que lo vi, me había dicho que le pediría matrimonio a su chico, pero lamentablemente, las cosas no funcionaron bien, ya que llegó mi esposo ausente, y no pudimos terminar de practicar.

—Estás más hermosa que todos los días —el susurro en mi oído, de cierta voz, me eriza la piel—. Si tan solo me hubieses mostrado el vestido en casa, el daño en mi, hubiese sido peor —se colocó frente a mí y me dio un beso en la mejilla como saludo—. Te quitaría ese vestido que muere por estar en el suelo de mi habitación.

Río avergonzada y miro a todos lados. Mis compañeros nos veían con ojos curiosos, pero al parecer, a él no le importa.

—Sueñas con eso —toma mi mano, acariciando los anillos de mi dedo anular—. Solo piensas en sexo y no todo en la vida es eso —alza una ceja—. Además, al parecer tuviste un problema de crecimiento en eso. ¿No tomaste vitaminas, cariño?

Me mira sorprendido y poco a poco va frunciendo el ceño hasta poner cara de indignación.

—¿Problemas de crecimiento? —asiento, con mirada inocente—. Si no llegué a estar dentro de ti fue porque no quería lastimarte —me suelta, pero lo veo querer reír—. Pero tranquila, cariño. Siempre podemos jugar rudo. Te dejaría sin poder sentarte en la mañana fácilmente.

—Lo que digas, pitufo —acomodo las tiras de mi vestido—. Aunque no creciste correctamente, todavía tienes un efecto positivo en mí.

Mira el pequeño escote de mi pecho.

—En este juego te puedes quemar, cielo —me advierte, con voz ronca—. Algo con problemas de crecimiento, te va a dejar sin caminar por mucho tiempo.

Ámame si te atreves, jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora