Capítulo 11

7.7K 589 41
                                    

Siento un cosquilleo por mi cuello y una respiración que desciende hasta mi pecho. Unas manos acarician mi abdomen de manera pausada provocando que se me escapen varios suspiros, una mano grande y experimentada toma uno de mis pechos acariciándolo. Abro mis ojos al sentir la lengua de él en mi seno libre y su mano bajando hacia mi pelvis.

Mete su mano en mis bragas y empieza a acariciarme suavemente.

Un gemido se escapa de mi boca haciéndolo gruñir de satisfacción. Saca su miembro y lo coloca en la entrada de mi parte íntima. Ansiosa y ya bastante mojada comienzo a moverme haciéndolo entrar lentamente y miles de sensaciones inexplicables hacen temblar a mi cuerpo.

—Daphne... —me llaman a lo lejos—, despierta, ¿qué haces ahí? Estuviste enferma hace unos días y no quiero que te vuelva a pasar —me pide una voz familiar.

Incómoda y bastante frustrada, abro mis ojos tratando de adaptarme a la luz del ascensor.

¿Eso quiere decir que soñé todo lo que sucedió?

«No deberías enojarte, ¿quién te mandó a tener sueños deliciosos? Por lo menos sabemos quién fue el protagonista de tu película para adultos», me río ante esos pensamientos.

Esto es indignante.

Se supone que no debería tener estos pensamientos y mucho menos imaginar que la persona que odio, está teniendo relaciones con mi esposo ausente.

¡Qué divertida es la situación que me estoy llevando por culpa de ese hombre!

—Venga, ¿por qué estás parada como una estatua en el ascensor? —me pregunta Günther, extendiendo su mano para tomar las bolsas en las que traía la comida—. ¿No tenías otro juego de llaves? Tenías que haberme dicho y no te dejaba sin llaves.

—De verdad que no entiendo lo que está pasando —él me mira extrañado, sin entender lo que pasaba—. ¿No estás teniendo una noche de pasión con la mujer que te estaba acariciando en la oficina? —pregunto molesta.

«Pues te valió que yo no tuviera llaves, para venir a tener sexo con otra mujer en mi casa», suspiro exasperada ante mis pensamientos.

—¿Noche de pasión? Pues no, vine en el otro ascensor que me dejó dos pisos más abajo porque no sabía cuál era tu departamento —cuestiona socarrón, lo miro mal mientras empiezo a caminar fuera del ascensor—. No me mires así, de verdad que acabo de llegar. Puedes verme ahora mismo como estoy vestido —se señala, hago una mueca, al verlo con su traje y maletín del trabajo.

Que rabia.

—¿Entonces quien está teniendo sexo en mi casa? —alza una ceja incrédulo—. Para mí eras tú con la mujer que quiso que fuera su secretaria. —me quejo.

—Bueno, te puedo asegurar que no soy yo porque acabo de llegar —alza las manos en son de paz, nos empezamos a reír y nos paramos frente a la puerta de mi departamento.

Me golpeo la frente, al descubrir algo, cuando miro el número en la puerta.

—No es mi casa —lo miro avergonzada—. Es la puerta del final, no está de aquí.

Señalo al fondo, él me ve con picardía, cosa que me hace odiarlo.

—Ya sé que si tienes un sueño en donde yo estoy haciendo algo, me ganaré un problema en la vida real —empieza a caminar—. ¿Vamos o quieres ser la tercera en esa casa?

—Eres un idiota.

—Y tú eres ciega.

Me enoja haber hecho el ridículo, pero a la vez me siento aliviada al saber que todo estuvo en mi imaginación. Bueno, no la parte del sexo, pero en donde no fuera él, el protagonista.

Ámame si te atreves, jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora