Capítulo 17

6.9K 526 32
                                    

Un día después...

Günther.

Hablar con Ivan siempre me ayuda, ya sea para bien o para mal. A pesar de que no es mi sangre, siempre se ha preocupado por mí. Durante todos estos años es quien más me ha apoyado en todo lo que me pasó con Hope. Yo no me di cuenta de que él también sufría con su pérdida cuando lo vi en el funeral llorando por ella. Lo confronté, él, pausada y tranquilamente, aceptó que estaba sufriendo. Que nunca quiso decírmelo porque sentía que no era justo para mí, cargar con el dolor ajeno. Me arrepentí por mucho tiempo, el hecho de no haberme dado cuenta y dejarlo solo con ese dolor.

Yo perdí a mi novia y él a su amiga.

Tal vez no tuve la mejor reacción para él, pero lo primero que hice fue reclamarle y llamarlo imbécil. Tuvimos una de las peores discusiones desde que nos conocimos y después simplemente, como dos bestias, así nos llamó mi madre cuando nos encontró heridos y tirados en la cancha de tenis, nos golpeamos hasta quedar con todo el rostro lleno de sangre.

Gracias a eso tengo una cicatriz en la ceja.

Nos llevó tiempo volver a tratarnos con confianza, pero nada que un partido de fútbol no pueda aclarar. Por eso, hoy Daphne quiso invitar a cenar a Tina y a Ivan.

Bueno, más que todo a Tina y confío en ellos. Sé qué no dirán nada sobre nuestro matrimonio por contrato, pero Daph es diferente.

Ella solo quiere confiar en las mismas personas que yo.

—Deberías darle más seguridad a tu esposa, pero no. Solo piensas con lo que tienes entre las piernas y se te olvida que una mujer no es solo sexo —me reclama indignada mi conciencia.

¿Qué clase de conciencia eres tú?

Definitivamente no eres parte de mí porque yo no pienso de esa manera. Yo creo en los sentimientos de las personas, no en cosas pervertidas y mucho menos soy uno.

—¡Daphne, ya estamos aquí! —la saluda Tina, entrando a nuestra casa—. Traje lo que me pediste para que hagamos la comida —camina hacia la cocina y sobre el mesón coloca las cosas que traía.

—Esto es digno de grabarlo —se burla Ivan, pasando directo a donde estaba yo—. Tina no suele cocinar, así que deberíamos comer afuera en caso de querer permanecer con algo que se llama estómago —ruega divertido.

Veo como Daphne y Tina lo miran mal y lo ignoran por completo.

Yo nunca he comido nada hecho por Daphne...

—Se nota que ninguno ha probado la comida que yo cocino —se defiende mi chica, con esos bonitos ojos que quieren matarte por juzgar algo que ella o su amiga hicieran—. Tina es buena cocinera al igual que yo.

Ivan se iba a reír, pero Tina le da un pequeño golpe que le saca el aire, Daphne y yo nos reímos y nos movemos a la sala mientras ellos están en una discusión silenciosa.

No debió reírse de los dotes culinarios de su futura esposa. Si sabe perfectamente que siempre llevamos la de perder por el simple hecho de que ellas siempre tienen la razón.

La discusión no llevó mucho tiempo, porque rápidamente ellas empezaron a cocinar. Según lo que dijeron ellas, harían alguna comida de Rusia. Ivan y yo nos pusimos en plan de jugadores de la FIFA, mientras ellas, con música y nuestros gritos, cocinaron en armonía. Un rato después llegó el hombre con el que la vi hace un tiempo en un restaurante tailandés.

Así que él se quedó porque las chicas se lo pidieron. No me pregunten el nombre porque no me da la gana de escucharlo o aprenderlo.

—Todavía recuerdo la cara de tu padre cuando se enteró de que ibas a empezar a trabajar —sonrío al verla tan relajada—. Le aplicó la ley del hielo por algunas semanas. A él siempre le ha gustado tener el control de todo.

Ámame si te atreves, jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora