Capítulo 10

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Tres días después...

Daphne.

¿Qué estás dispuesto hacer para conseguir una verdad? Honestamente, yo no estaba dispuesta a hacer nada. De hecho, yo no pretendía moverme de mi nueva y remodelada casa, para ir a vivir como una arrimada a casa de mi esposo ausente.

«Come pizza con tenedor y cuchillo. ¿Quién en este mundo come pizzas así?», pensé indignada.

Pero, obviamente, es él y eso, no lo podemos evitar. Ya no tiene arreglo, nos guste o no.

Según mi suegro, su hijo ya está sintiendo un amor profundo por mí, y por esa razón está un poco confundido con mi presencia. Yo ahora debo vivir con él, y en ningún momento en la oficina, le he visto un síntoma de confusión o de amor. O sea, de por sí que el normal no es, ¿ahora debo agregarle al hermano perdido de Confucio?

«Quién sabe, tal vez no sabe si quiere darte duro contra la pared o la mesa», vuelvo a pensar, pero esta vez me da risa.

¿Darme duro? La que le va a dar duro contra todo pronóstico, seré yo.

Eso me indigna horriblemente.

Aja, ¿en qué estaba? ¡Ah, sí!

Bueno, después de explicarle a mi suegro lo sucedido, que no me iría de mi casa para vivir arrimada, accedió a mudar a su santo hijo, a mi hogar. El problema es que me bajó el período y parecía un muerto viviente por los cólicos que estaba teniendo y la susceptibilidad que tenía. Lloraba por cualquier cosa y mientras mis hormonas estaban alborotadas como perra en celo, mi suegro se aprovechó de mi falta de conciencia para conseguir la verdad de algo que al principio creí que sería mentira.

—Señor Anton, claramente que usted está completamente errado. Su hijo y yo no nos llevamos bien y no es secreto para nadie. No creo que sea buena opción que vivamos juntos y además, nos toque convivir en la oficina. Si usted me odia, déjeme con su hijo, pero si me aprecia, déjeme vivir sola —el señor Anton hace una mueca mientras pensaba.

Nos alejamos un poco de la madre de mi esposo ausente y de él, para poder poner al día a mi suegro, sobre cosas que jamás van a pasar.

—Deja el drama, que idiota no soy. Acabo de ver que tienen una buena relación de amor y odio, pero siento el amor en el aire —termino de lavar los trastes de la comida—. Vamos a tratar de solucionar la situación de casa con Günther, pero debes prometer que también harás tu parte. Tenemos un contrato que necesita cumplirse.

—Señor Anton, por favor. Por donde lo veas sé que será una mala idea. No quiero saber qué hará por su hijo y tampoco me gusta la idea de descubrir sus sentimientos. Si me odia bien y si no, bien también. Cada vez que se le ocurre una idea, algo siempre sale peor el remedio que la enfermedad —digo preocupada.

—Solo finge estar más enferma, llora, haz un drama, invéntate historias raras y hazlo sentir que te mueres. Daphne, ¿qué te cuesta ser una nuera obediente que tiene un contrato firmado y puede ser demandada si no lo cumple? —me pide divertido—. Me reuniré con él mañana en la compañía. Por favor, no me dejes mal.

—Esto es un error, algo va a salir mal, lo sé. Cada vez que se le ocurre algo así y me implica a mí, siempre sale mal y la que sale metida en un problema soy yo.

Nunca había engañado tan horriblemente a alguien en mi vida. Obviamente, a mi esposo ausente, es la segunda vez que lo hago, pero jamás pensé que su hijo se creería todo. Sí, lo admito, estaba a punto de llorar mientras hablaba con él. Pero es que estábamos viendo una película que me hizo llorar.

Ámame si te atreves, jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora