Otabek Altín es un exitoso empresario como cualquier otro de su edad: con una vida estable, una economía perfecta y una soledad invisible. Tras hacerse cargo del hermano menor de uno de sus amigos más allegados de la universidad, su vida da un giro...
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❝Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y entonces un día no precisamente especial cogí mi máquina de escribir, me senté y escribí nuestra historia, una historia sobre una época, una historia sobre un lugar, una historia sobre la gente, pero por encima de todo: una historia sobre el amor, un amor que vivirá para siempre. ❞
━Moulin Rouge.
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Moscú, Rusia
El señor Altín no tiene idea de lo que ha pasado. Para cuando siente la punzada en la cabeza sobre el sofá, intenta levantarse por sí mismo en vano, odiando su propia existencia como todos los días. La alarma del celular no suena. Probablemente es tarde, pero sabe que no hay necesidad de ir a la oficina. Siente que el cuerpo le duele completamente, que los hombros no los siente, que quiere vomitar y que todo le irrita de un modo jamás antes visto. El universo conspira en su contra para recordarle que nunca más debe hacerle caso a Leo de la Iglesia con la idea de ir a algún club nocturno.
Así que le da la espalda al mundo, abrazando con fuerza una de las pequeñas almohadas del sofá para olvidarse de quién es hasta nuevo aviso.
O bueno, hasta que siente un chorro de agua fría caer sobre él de sorpresa.
—¿¡Qué!?
—Despierta, animal.
Yuri, por su parte, ha amanecido del peor humor posible también. Lo primero que hizo al despertar, fue el buscar su ropa interior y ponérsela antes de dirigirse a su cuarto y encargarse de que los gatos estuviesen bien. Sí, los gatos. Porque nadie iba a negarle la entrada a la pequeña bola de pelos que sostenía entre sus brazos con cuidado.
El kazajo no tiene ni la menor idea de cómo iniciar el día. En primera instancia, tiene unas ganas enormes de gritarle al rubio por haberlo mojado con el agua helada, y por otra, siente que hay cosas que él ignora y son la razón de la furia del más chico.
No menos importante: ¿qué carajos trae en los brazos?
—¿Qué es eso? —se limita a cuestionar luego de reincorporarse a la fuerza en el sofá.
