Otabek Altín es un exitoso empresario como cualquier otro de su edad: con una vida estable, una economía perfecta y una soledad invisible. Tras hacerse cargo del hermano menor de uno de sus amigos más allegados de la universidad, su vida da un giro...
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❝Puedes fingir que no me extrañas, puedes fingir que no te importa, todo lo que quieres es besarme. Oh, qué lastima. Ya no estoy ahí.
¿Qué es lo que quieres? Puedes mentir, pero sé que no estás bien. Cada vez que hablas, hablas de mí, pero juras que no estoy en tu mente.❞
━Billie Eilish, Bitches broken hearts.
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Jean permanece congelado desde su sitio, en silencio, sin ánimo de murmurar una sola palabra para no parecer importuno. Las manos le tiemblan, justo como las piernas, y la cabeza comienza a lanzarle ese montón de puntadas que detesta recibir al imaginarse cosas que no deberían ser. Pero es obvio. Están justo frente a él, sin percatarse que hay alguien mirándolos, juzgándolos, aturdiéndose con la idea mental más errónea del mundo. El canadiense toma un respiro, cierra los ojos y se oculta por detrás de una de las columnas hasta que escucha el auto irse de largo a casa.
No tiene idea de cómo reaccionar ante ello. No es como si tuviera las ganas de quedarse con la escena en su mente para siempre.
Por eso camina por las calles de Moscú con los audífonos puesto, debatiéndose entre preguntar personalmente u optar por callarse hasta la muerte. Quizás haga lo segundo. Revisa el teléfono por una vez más para verificar la hora. Aún es temprano. Los Babichev duermen por la madrugada y muchas veces ha visitado a Mila después de la hora de la cena. Entonces recuerda que la chica tiene una cita y prefiere no llegar importunamente.
¿Qué debe hacer?
¿Qué debe hacer cuando finalmente sus pies lo han regresado al sitio de siempre?
—Oh, Jean... ¿Pasa algo? —la señora Lee abre la puerta en cuanto escucha el timbre sonar un par de veces. Junior agita la cola de un lado a otro y ladra emocionado de solo reconocer su rostro desde la sala. Es como un niño viendo a su padre regresar a casa después del trabajo— Pasa, pasa.
—Con permiso... —el canadiense no olvida los modales en casa. Deja los zapatos en la entrada, justo al lado de los de Seung y procede a saludar al señor Lee, quien mira las noticias en la televisión.
