Baja sus pantalones junto a su bóxer quedando desnudo ante mí. Lo repaso con la mirada y siento mi boca secarse, su erecto miembro me hace quererlo tener dentro de una vez. Tomo su mano y lo atraigo hacia mí. Abre mis piernas para apoyarse sobre mí. Un gemido ronco sale de su boca al rozar su miembro sobre mi intimidad, que desprendía un calor intenso que me estaba matando por el deseo. Besa mi cuerpo y empieza a bajar hasta quedar frente a mi intimidad. Pasa su lengua por mis muslos y sus manos toman de nuevo mis pechos. Empiezo a gemir cuando la lengua de Günther pasa sobre mi clítoris, atrapándolo y tirándolo con cuidado.

Con mi respiración agitada veo a Günther que sigue lamiendo y chupando de mi intimidad. Hago un puño con las sábanas cuando gimo al llegar a un intenso orgasmo. Günther se detiene y hace un camino de besos por mis piernas. Se levanta tomando su miembro entre sus manos y empieza a masturbarse ante mi mirada.

—¿Te ayudo? —pregunto, sentándome en la cama, asiente poniéndose a mi lado y quito su mano para poner la mía.

Jadea cuando mi agarre se hace fuerte. Nos miramos mientras bajo la cabeza y saco mi lengua para pasarla por la punta de su erecto amigo. Cierra los ojos cuando lo meto en mi boca. Por lo grande que es, mis movimientos son torpes al principio. Abre sus ojos y en un jadeo me aleja de él, tirándome de nuevo a la cama.

—A la mierda ser un caballero —río por lo que dice, me abre las piernas poniéndose frente a mi muy excitada intimidad—. Si quieres que me detenga, solo dímelo.

—No quiero que te detengas... —respondo, mordiendo mi labio, asiente y comienza a entrar lentamente. Hago una pequeña mueca de dolor y se detiene para que me adapte a su tamaño.

—¿Quieres que me detenga? —pregunta preocupado otra vez.

—Es muy grande... —ríe aliviado—. Estaré bien, creo.

Me besó metiendo su lengua en mi boca. Sus movimientos comenzaron a tomar velocidad. Gimo llevando mis manos a su musculosa espalda.

—Günther..., quiero más —gimo a la nada.

Sus movimientos se hicieron más fuertes y rápidos. Mis pechos se movían a la par de nosotros. En la habitación solo se escuchaban nuestros gemidos y jadeos.

—¿Te gusta? —pregunta, con la respiración acelerada, besando mis labios.

—Sí... Me encanta... Mucho... —respondo agitada.

Una sonrisa lobuna aparece en su rostro mientras se arrodilla entre mis piernas. Toma mis caderas y empuja con fuerza su miembro. Un gemido se me escapa y él gruñe cuando su miembro es apretado en mi interior.

—¡Ah, Günther! —digo, arqueando mi espalda mientras rasguño sus brazos.

Toma mis piernas haciéndome llevarlas hacia arriba. Comienza a moverse con rapidez llegando hasta lo más profundo de mi interior. Gimo alto a punto de enloquecer y clavo mis uñas en sus manos por el placer que me estaba haciendo sentir. Metió y sacó tantas veces con fuerza, que me hizo llegar al orgasmo. Llevé mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos con algunos espasmos.

Günther empujó varias veces más hasta que se vino dentro lanzando un gran gemido ronco. Se acuesta a mi lado tratando de calmar su agitada respiración. Ya más en este mundo, río por estar igual de acelerada que él. Abro mis ojos volteando a verlo y lo encuentro apoyado en su brazo, viéndome con una gran sonrisa.

—Eso me encantó. Estás contratado para ser mi actor porno. No sabía que podía ser así de perfecto... —admito acariciando su mejilla.

A pesar de tener las luces encendidas, sus ojos brillaban hermosamente.

—Fue mejor de lo que imaginaba —me abraza llevándome hacia su pecho—. Eres perfecta y lo mejor fue que esta vez nadie nos interrumpió —besa mi cabello.

—Yo no quería más interrupciones —levanto mi cara haciendo pucheros.

—Yo tampoco —besa dulcemente mis labios—. Eres mi adicción, Daphne —escondo mi cara en su pecho—. Muy bonito todo, pero yo todavía quiero más.

Pego un grito cuando se coloca frente a mí aullando y besándome juguetón.

Ronda dos, aquí vamos.

[...]

No sé cuántas veces lo hicimos anoche, solo sé que Günther es un adicto al sexo que no se cansa. Ya había salido el sol cuando nos detuvimos.

«Tan molesta estaba que no paraba de gritar su nombre pidiendo más», me río al pensar eso.

Günther me encanta y es excelente en la cama. Es tanto que mi cuerpo, al sentir su tacto, se enciende, y solo él logra calmarlo. No puedo creer que me hiciera sentir amor en tan poco tiempo.

Creo que ni sé cuándo fue que me enamore de él.

—Quiero quedarme aquí toda la vida contigo —me abraza por la cintura apoyando su cabeza en mi hombro, estoy haciendo el almuerzo a las cuatro de la tarde porque cierta persona no me dejó dormir—. Gracias por darme la mejor navidad de toda mi vida. Gracias por ser mía y gracias por quererme. ¿Estás bien? ¿Te duele algo o te lastimé?

Me giro para verlo a los ojos. Tiene algunas ojeras igual que yo y una barba que recién empieza a salir.

—Esto es para siempre, ¿Verdad? ¿No tenemos fecha de caducidad? —pregunto, besa mi nariz, viéndome tierno—. Y no me agradezcas, lo hice porque de verdad quiero estar contigo. Tranquilo, sí, estoy bien y no me duele nada.

—Quédate conmigo para siempre, Daph —me abraza con fuerza—. ¿Escuchaste lo que te dije anoche? —pregunta, besando mi nariz, asiento y río al cosquilleo que me produce su respiración—. Te amo, cielo. Pase lo que pase, siempre te voy a amar y a cuidar sin importarme nada.

—Lo sé y me quedo contigo para siempre, en esta historia que es mi cuento de hadas —beso fugaz sus labios—. También te amo, Günther.

Me levanta mientras me abraza dando muchos besos por toda mi cara y cuello.

—Te ayudo a cocinar —me deja en el suelo poniéndose a mi lado—. Tal vez no quieras contarme, pero creo que debemos hablar de la cantidad de inseguridades que creaste en tu cuerpo y la cicatriz de tu mano.

Tenso la mandíbula y aprieto mis manos.

—No te voy a dejar de amar por eso ni por nada, Daph —besa mi sien—, pero considero que puedes empezar nuestra relación con honestidad. Hemos consumado nuestro matrimonio y debemos ser sinceros, para que las cosas fluyan bien.

—Creo que te diste cuenta —río sin avergonzada—. Está bien, después de la comida te contaré la historia de cada inseguridad que guarda mi piel.

Asiente preocupado y me da un fuerte abrazo. Besa mis labios dulcemente y regresamos a cocinar.

Llegó la hora de la sinceridad con mi esposo ausente... No, él ya no está ausente.

Llegó la hora de ser honesta con Günther.

Ámame si te atreves, jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora