CAPÍTULO 8.

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Luke y yo salimos del bosque montados en su moto. Conduce a gran velocidad y yo intento no agarrarme a su abdomen para no darle en la herida. Mi pelo vuela a nuestro alrededor descontrolado, y después del momento que hemos vivido, encuentro algo de tranquilidad. No sé adónde se dirige pero tampoco le pregunto.

Aparca delante de una casa bastante grande de dos plantas. Los dos nos bajamos de la moto y nos dirigimos a la puerta tomados de la mano, mientras yo observo la casa desde fuera.

La casa por fuera es de tonos amarillos y hay muchas macetas y plantas al rededor de toda ella. Tienen un gran patio y la entrada es preciosa. No puedo evitar quedarme embobada observándola. 

Entramos y observó con detenimiento el interior, también grande, espacioso y majestuoso. Está decorada con colores dorados, blancos y marrones claros. Y no hay colores que resalten, todo es muy neutro, lo que le da un aspecto elegante.

Pasamos por delante de la cocina, donde olía magníficamente bien. Estaban cocinando carne asada hace poco, pero no sé quien.

Subimos por unas escaleras enormes y blancas, relucientes y con una barandilla dorada, hasta llegar al segundo piso. Recorremos un largo pasillo, que por unos momentos me parece interminable, y entramos a lo que me parece que es el dormitorio principal. Este cuarto llama la atención ante el resto de la decoración de la casa, encaja con la decoración, aunque tiene varios detalles oscuros que la hace más intimidante y con personalidad. 

Él se sienta en la cama y veo que la herida le sangra bastante.

-¿Donde esta el botiquín? -pregunto preocupada.

-En ese baño. -responde señalando una puerta que está dentro de la habitación.

Voy hacia allí y entro. El baño es enorme, pero no le presto mucha atención y busco el botiquín. Abro un armario-espejo y agarro el botiquín.

Cuando me dirijo de nuevo a la habitación Luke esta tumbado en la cama, que tiene puesta una preciosa funda dorada, marrón y negra.. Ahora que me doy cuenta la cama es enorme. Podrían caber ahí cinco personas.

Me siento en la cama por el lado en el que tiene la herida. Preparo todo -soy buena en esto ya que con las peleas clandestinas aveces salía herida y me tenía que curar- y me dispongo a curarle. Le quito los resto de la camiseta, destrozada y sucia. Luego limpio y desinfecto los tres arañazos, que para mi preocupación todavía no han empezado a sanar. Lo vendo con una venda blanca que hay y luego tiro lo que he manchado. Guardo lo demás en el botiquín y lo llevo al baño. 

Voy devuelta a la habitación y me acuesto al lado suya. Me acurrucó en su pecho, sin tocarle los vendajes. Son las seis de la tarde y hoy mis tíos llegan del viaje, pero bastante tarde.

Él tiene uno de sus brazos por debajo de mi cabeza y me atrae hacia él. No habla, tan solo estamos en silencio juntos. Al cabo de unos minutos su respiración se ralentiza y sé que se ha dormido. Al poco tiempo yo lo acompaño.

Cuando despierto, me cuesta recordad donde estoy como he llegado aquí, pero él me está mirando con una sonrisa yo sé la devuelvo. Miro la hora y son las nueve de la noche.

Hasta con un tío tan bueno quedas dormida.

Lo sé, parezco un oso invernando.

-Tengo que irme ya, mis tíos llegan en menos de una hora a mi casa. -digo con disgusto, me gustaría quedarme un rato más, pero debo irme.

Asiente y los dos nos levantamos de la cama, para mi alegría sus vendas no están manchadas de sangre, lo que quiere decir que no se le ha abierto la herida y ya estará curándose. Se acerca a un armario y se pone una camiseta negra -solo llevaba unos vaqueros- y salimos de su casa.

Tu mi Alfa, yo tu Luna Where stories live. Discover now