Capítulo 27

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Marinette dió un relajante paseo mientras volvía a su casa. Necesitaba respirar aire puro y ordenar su cabeza... Y su corazón.
Al entrar por la puerta del piso recordó que sus padres estaban exponiendo sus productos en una ciudad cercana para dar popularidad a la panadería, de modo que volverían tarde. Marinette merendó sola, estirada en el sofá. Decidió poner una película, pero estaba tan cansada que de quedo dormida y se despertó cuando estaban dando los créditos, ya eran más de las ocho de la tarde. Apagó la televisión y subió a su cuarto para hacer sus deberes diarios de matemáticas.
Había pasado un rato y ya había finalizado la tarea, así que se levantó de la silla de su escritorio, se estiró en la alfombra rosa que tenía en el suelo de su cuarto, cerró los ojos y puso música en su teléfono móvil.
Al cabo de diez minutos oyó una suave melodía mientras la música que tenía puesta disminuía su intensidad progresivamente. Esa melodía correspondía con su tono de llamada, de manera que cogió el aparato, miró quien me estaba llamando y leyó en voz alta:
- Luka... ¿¡Luka!? - Dijo extrañada.
- ¡Contesta, Marinette! - Contestó Tikki a la expresión de la chica.
- ¿Qué debe querer?
- Nunca lo sabrás si no contestas. - Dijo el kwami mientras presionaba el botón verde de la pantalla.
- ¡Tikki...! - Susurró la chica.
- ¿Marinette? - Se oyó al otro lado de línea. - La chica no sabía qué hacer, así que valoró la situación y optó por contestar al teléfono.
- ¡Luka, hola! - Dijo la chica. - ¿Necesitas algo?
- Bueno, sí. De echo... - Dijo, haciendo una pausa. - Me lo pasé muy bien contigo el otro día y me preguntaba si... Si te apetecería ir un día al cine. Conmigo. Han sacado una nueva película y quería saber si querrías ir a verla conmigo.
- Co-cómo... ¿Cómo una cita? - Dijo Marinette, sin acabar de creerse lo que el chico le estaba diciendo.
- E-eso creo. - Dijo él. Parecía nervioso. Al ver que la chica no contestaba, añadió. - ¿Qué te parece, Marinette?
Al darse cuenta de que Luka esperaba una respuesta instantánea, Marinette dijo:
- Sí, claro. ¿Cuándo sería?
- ¿Te parece bien el viernes a las seis de la tarde?
- Sí, perfecto. Nos vemos.
- De acuerdo ¡Adiós! - Dijo Luka antes de que Marinette colgase sin decir nada más.

Ella se quedó pensativa. No quería tener nada con Luka, aunque no podía negar que había algo que la hipnotizaba. Quería alejarse un tiempo de todo el mundo y renegar de las relaciones amorosas, no estaba preparada. Pero no sabía cómo decirle a Luka que, por el momento, sólo lo veía como un amigo.
- Ay, Tikki, no sé que hacer. Creo que la he pifiado aún más. - Dijo mientras se giraba para mirar por la ventana. Se oía que la lluvia caía con fuerza sobre el tejado, notaba los cristales y extendía un ambiente relajado a la vez que nostálgico. Las gotas resbalando por el cristal de la ventana la cautivaban.
De un momento al otro, unas uñas rascaron los cristales. Era Chat Noir. ¿Qué estaba haciendo aquí? Llovía, y mucho, y si no le dejaba pasar iba a coger un constipado. Marinette abrió la ventana rápidamente dejando pasar al felino en su habitación, dándole una manta para que entrase en calor.
- ¿Chat Noir! ¿Qué pretendes? - Dijo confundida. - Deberías estar en tu casa junto a la estufa y con un jersey suave.
- Lo siento, princesa. Es que ayer estuve muy a gustó contigo y me apetecía volver. - Dijo el gato. - No pretendía molestar.
- No, tranquilo, no molestas. Siempre es un placer tenerte aquí. Tu compañía es agradable.
Ambos se quedaron en silencio. Un silencio que no era incómodo. Marinette empezó a dibujar en los cristales empañados por el contraste de temperaturas mientras su amigo la miraba disimuladamente.
- Yo también hacia eso de pequeño, ¿Sabes? - Empezó a explicar. - Es muy relajante y me recuerda a mi infancia, una época en la que era más feliz.
- ¿Ahora no eres feliz? - Preguntó ella, mirándole a los ojos.
- Lo soy a veces, pero de otra manera. - Dijo. - Cuando estoy contigo, siempre.
- Yo también. - Dijo Marinette, sonriendo a su amigo, y él le devolvió la sonrisa.
- Se está haciendo tarde. Creo que debería...
- ¿Quieres quedarte a cenar? - Dijo ella espontáneamente. - Mis padres no están, así que nadie va a hacer preguntas de por qué estás aquí. Sí quieres...
- Claro que quiero. - Dijo, cortándola a media frase. - Será un honor cenar contigo.
Ella se ruborizó y bajo las escaleras que llevaban de su habitación a la cocina para empezar a preparar la cena.
- ¿Necesitas que te ayude? - Dijo él, asomando la cabeza desde arriba de las escaleras.
- ¡No! Eres mi invitado. Tú sólo sécate mientras yo hago una sopa que te haga entrar en calor.

Mientras la anfitriona hervía el agua para hacer una deliciosa sopa de pollo, Chat Noir dió dió una vuelta por la habitación de la chica. Encontró un montón de hojas en un cajón que, mientras las miraba una a una, se dió cuenta de que eran fotos suyas, como Adrien, agrupadas por un clip, que antes solían estar colgadas por las paredes del cuarto.
Al cabo de media hora la cena estaba servida en dos cuencos idénticos. Chat Noir se la comió rápidamente dejando el plato como nuevo. De segundo plato, Marinette había preparado una ensalada griega con queso fresco, y de postre, macarons de chocolate con helado de vainilla. Al invitado le encantó la cena. Estuvieron hablando tranquilamente sobre diversos temas, las notícias, el tiempo... Hasta que el reloj tocó las nueve y media.
- ¡Qué tarde es! Tengo que marcharme a casa. - Dijo él.
- Bueno, me alegro de que hayas podido cenar aquí. - Dijo ella, mientras subían las escaleras al cuarto del ático.
Salieron al balcón con un paraguas negro. Chat Noir se dió cuenta de que era el paraguas que le había dado a Marinette el primer día de escuela hacía un año.
- Adiós, princesa. Ha sido un placer acompañarte en la cena. - Dijo el gato, subiéndose a la barandilla mientras acariciaba las coletas oscuras de la chica.
- Gracias a ti. Me has alegrado el día.
- Nos vemos pronto. - Dijo el gato, mientras se miraban a los ojos.
Los ojos de Marinette le embelesaban. Era como hundirse en océano bajo un cielo limpio de nubes. Podía estar horas mirandolos fijamente sin aburrirse.
Y a Marinette le encantaban los ojos de Chat Noir, que le recordaban a los de Adrien. Esos ojos esmeralda en los que se perdía cada vez que se detenía a observar.
Tras unos minutos en silencio mientras el cielo lloraba y dejaba caer toda su tristeza bajo la cuidad, Chat Noir se giró, miró la calle iluminada por apenas cinco farolas, y se despidió de la chica, basándole el flequillo.
- Adiós, gatito.

Tú eres mi destinoWhere stories live. Discover now