Capítulo 23

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Llamaron a la puerta tres veces seguidas. Ya esperaba ésa visita, aunque no estaba preparado para ella. Había estado pensando toda la noche en las palabras exactas que iba a decir, la expresión facial que iba a utilizar y la manera de como iba a recibir a su invitado especial.
- Pasa. - Dijo con una voz apagada y neutra. - Estaba esperando ansiosamene tu llegada. - Añadió.
El recién llegado se quedó muy sorprendido al oír eso.
- No lo sabía. - Se atrevió a decir. - Lo desconocía completamente. - Dijo, tratando de aclarar sus anteriores palabras.
- No hace falta que rectifiques. - Dijo el inquilino. - Te preocupa algo, ¿Cierto? - Empezó a decir.
- Sí, señor... - Dijo el individuo. Se estaban mirando fijamente. Él pensaba las palabras precisas y concretas que quería utilizar para formular su pregunta, pero tenía dudas. ¿Estaba haciendo lo correcto? No estaba seguro de lo que estaba a punto de realizar, pero reprimió su vergüenza y su miedo, no podía echarse atrás. - Es la primera vez que vengo aquí...
- Lo sé. - Dijo el hombre bajito que esperaba sentado en una esterilla de mimbre tras una mesa a la altura de los tobillos del joven que esperaba en el marco de la puerta, que estaba entreabierta.
- Sé que ella ha venido aquí antes... - Continuó diciendo. - Sé que usted nos eligió a ambos... - Añadió lentamente a su relato. - Pero tengo tantas dudas... ¿Por qué...?
- Las preguntas una por una. Sé que esto no es lo normal para un chico de tu edad... Pero estoy seguro, y pondría la mano en el fuego, de que tienes las capacidades que se necesitan para hacerle frente a lo que se te ha encomendado. - Contestó, cortante a la vez que sereno, el anciano. - A lo que se te ha encomendado, pero también a lo que te preocupa, Adrien.
- Lo sé... Maestro, pero... - Se estaba poniendo nervioso. La fortaleza que había tratado de construir y la seguridad que había intentado guardar en su interior se había esfumado. - Hoy solamente haré una pregunta.
- Adelante. - Dijo. - Te escucho.
El joven héroe respiró profundamente. No se sentía un héroe. Pero estaba faltando a clase por eso, así que no era momento de huir.
- Maestro Fu, he descubierto quien es Ladybug. - Empezó a relatar. - Usted debe saber que demonizaron a Marinette hace unos días. Yo traté de ayudarla pero... - En ese instante, empezaron a resbalar por la nariz del chico ligeras gotas que salían de sus húmedos ojos. - Traté de ayudarla y, aunque se salvó, sé que ésto la ha dejado muy débil emocionalmente. - En ese momento se tapó los ojos con las palmas de las manos.
- Sí, es cierto que este suceso ha causado que la autoestima de Ladybug decaiga, pero no podemos permitir que empeore. Eres importante para París, Chat Noir, eres esencial para Ladybug.
- Pero... me siento culpable. - Dijo el chico. - Es culpa mía.
- Adrien... - Dijo el Maestro, levantándose del suelo y apartando las manos del chico de su rostro. - No es culpa tuya, tu...
- ¡Yo rechazé a Marinette! - Dijo el Adrien, cortando al anciano a media frase. - Fuí yo... Fué mi culpa...
- No, Adrien, no. - Dijo el hombre, tratando de calmar su llanto. - Todos tenemos momentos de bajón y de subidón, y no son culpa de las personas que nos rodean. Adrien, no fue culpa tuya. Nada de lo que ha sucedido ha sido culpa tuya.
- Pero Marinette me odia.
- No te odia, seguro que necesita un tiempo para pensar. Dale su espacio y verás como la vida sigue su curso. - Después de estas palabras que reconfortaron al chico se formó un ambiente de calma y silencio en la sala. Estuvieron con los ojos cerrados unos minutos hasta que el Adrien rompió el ambiente que se había creado.
- Maestro Fu... - Comenzó a decir el chico. - Marinette es Ladybug, ¿Cierto? - Dijo finalmente, pronunciado la esperada pregunta. El hombre de cabellos grises y escasos abrió los ojos como platos. - ¿Lo es, Maestro? - Repitió Adrien.
- No debería decirte nada al respecto, chico... - Empezó a decir el guardián de los miraculous. Al decir esto, la expresión facial del chico se estremeció y perdió todo el color que había recuperado. Las cejas se fruncieron, los labios se apretaron y se volvieron tensos. - No debería decirte nada, pero con el tiempo me has demostrado que se puede confiar en ti. - La cara de Adrien cambio de nuevo y pasó a expresar una sorpresa inesperada. Arqueó las cejas y relajó la boca. - Adrien, sí. Marinette es Ladybug.
El joven se quedó con la cara paralizada. Ya tenía sus sospechas y estaba prácticamente seguro. Pero al confirmarlo completamente no sabía cómo reaccionar.

Cuando Adrien se marchó...
- Maestro, ¿Por qué le has dicho la verdad? - Preguntó Wayzz, el kwami del Maestro Fu. - ¿No se suponía que las identidades de los portadores de los prodigios debían ser un secreto, bajo cualquier circunstancia?
- Siempre he defendido ese pensamiento, sí... - Empezó a explicar. - Pero Adrien es un chico especial. Su madre está desaparecida, su padre no pasa tiempo con él, no puede ser él mismo con la vida que lleva... - Dijo, bajando la cabeza. - Tenía... Miedo de que lo pudiesen akumatizar a él también. Su amor por Ladybug es lo único que lo mantiene feliz.

Tú eres mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora