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—Lo que más quiero es ser feliz, Ana. Pero quiero ser feliz contigo. Eso es todo lo que quiero.

Fue escuchar esas palabras y, automáticamente, una sonrisa se dibujó en mi cara adormecida. Sentí que todo se había puesto en su lugar; si es que quedaba alguna duda de ello después de lo pasado durante la noche anterior. Y simplemente miré a la leona, expectante.

Esta vez sí dejé que Miriam tomara mi cara entre sus manos y me besara; primero suavemente, simplemente rozando sus labios con los míos, con los ojos entrecerrados.

Un cosquilleo invadió mi estómago y no pude evitar anclar mis manos a su cintura y profundizar el beso. Sentí mi corazón desbocado y el cosquilleo que seguía aumentando en mi estómago, pero era una sensación agradable. 

Mis brazos pasaron de su cintura a sus caderas y la apreté más contra mi cuerpo.

Sentir su piel contra mi piel era la mejor sensación que había experimentado nunca, y me pregunté cómo había podido aguantar tanto tiempo sin ella. Lo que tenía claro ahora, es que después de estas horas juntas, la echaría de menos el triple cuando nos tuviéramos que separar.

Porque sí, ella estaba en Madrid y yo en Barcelona; con el nacimiento de mi hermana a la vuelta de la esquina, o lo que venía a ser en un par de meses. Y al fin y al cabo, y después de encontrar un equilibrio sano en mi familia, no quería perderme sus primeros días en este mundo para nada.

—¿Estás aquí? —preguntó Miriam con una pequeña sonrisa, acariciando su nariz contra la mía, cuando finalizamos el beso.

—Sí, sí. 

—Ana, preciosa... que a mí no me engañas —respondió, con una sonrisa tierna.

Suspiré.

—Es que... 

—¿Qué? —preguntó ella, levantándome la barbilla y fijando sus ojos en los míos. —Estás pensando en la distancia. ¿Verdad?

Yo asentí con la cabeza, preguntándome como Miriam había podido leerme con tanta facilidad.

—Lo sabía —me dijo con una sonrisa tranquilizadora, que me descolocó un poco. —Pero mira, has acabado las clases, y yo las acabo en nada. Cuando tenga vacaciones, puedo pasarme unos días en Barcelona si quieres... y tú sabes que puedes estar en casa de tu tía siempre que te apetezca, ¿no?

Mi mano derecha subió de su cadera a su costado, hasta que llegué a acariciar su brazo con las yemas de mis dedos.

—Más allá de eso...

Miriam me miró más atentamente, intentando descifrar el significado de mis palabras.

—¿No vas a ir a la universidad en Madrid? —preguntó al cabo de unos segundos, cuando pilló por donde iban los tiros.

Suspiré. No podía empezar a darle evasivas. Esta vez, no. No tocaban más mentiras. Habíamos pasado página, y no quería ensuciar el blanco de la nueva.

—Es que yo... bueno, yo tenía muy claro que me quedaría en Barcelona, Miriam. O sea, después de que cortáramos, y al saber que iba a tener una hermanita... no quiero perderme ver cómo va creciendo, ¿sabes?

Miriam asintió. Parecía que lo comprendía y tampoco era algo sorprendente, ya que si alguien entendía el valor de la familia, esa era ella.

—Pero aún no he hecho la selectividad ni la preinscripción para la universidad, así que...

—Ana, tranquila. Al fin y al cabo te dije que iba a hacer que amaras a ese bebé. No he sido yo al final la que lo ha conseguido, sino que tú misma te has dado cuenta de la importancia que tiene convertirse en hermana mayor. Y estoy muy orgullosa de ti.

Que lo bueno está por llegar 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora