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Aquél lunes 30 de octubre, por la tarde, agradecí que Ricky no estuviera en el gym trabajando; la de comentarios que me hubiese dejado caer, hubiera sido insoportable, ya que nada más entrar a la sala de máquinas vi a Miriam.

Llevaba puesto un sujetador de deporte color granate y unas mallas a conjunto, dándole fuerte a la máquina de correr. Di gracias mentalmente a la persona que inventó los leggings. Miriam, menuda mujer.

Luego me sacudí esos pensamientos de la cabeza, pensando en que tenía novio, por muy mal que estuviesen.

Ella me vio a través de los espejos.

—¡Ey! —aflojó el ritmo, y yo me acerqué a ella porqué supuse que quería hablar.

—Hola, vecina —le saludé. —¿Cómo estás?

—Bien, bien —me sonrió. Parecía de buen humor. —Oye, gracias por lo del sábado. ¿Fui un poco borde verdad?

—¡No! Claro que no. No tenía por qué meterme.

—Sí que fui borde —dijo ella, acomodándose el pelo.

—Fue mi culpa. Había bebido un poco y no sé, eso me hizo creer que tenía derecho a venir a buscarte.

—Bueno y al final, me acabaste salvando la noche —sonrió.

—No creo que sea para tanto. Simplemente, Ricky puso la canción adecuada —me encogí de hombros y sonreí de vuelta.

—Me viniste a buscar, y estuviste allí conmigo... si que fue para tanto. Que me haga la fuerte no significa que siempre lo sea. Y tú lo supiste ver.

Creo que me sonrojé un poco. Parecí estúpida porque no supe que contestar, aunque en mi mente tenía muy claro lo que me quería decir Miriam: el sábado por la noche Aitana enseguida había descartado la opción de salir a buscarla, creyendo que preferiría estar sola, pero yo no dudé en salir a por ella.  

Di la conversación por terminada, así que me dirigí hacia una máquina algo alejada de Miriam. No quería tener que verla todo el rato.

—¡Ana! —gritó de repente.

—¿Sí? —me giré, preguntándome que querría de mí.

—¿Quieres que tomemos un café luego?


🦋🦋🦋


Fue entrar en la Cafetería Salva y sentir los ojos de Mireya encima.

—Amigaaaaa —gritó la rubia en cuanto vio a Miriam.

—Eeeella currante —respondió la otra. Luego se abrazaron y Mireya habló de nuevo.

—¿De dónde venís vosotras? —preguntó, con una mano en la cintura y apoyándose en la barra con la otra.

—Del gym —dijo Miriam. —Así que a mí ponme un bocata de lo que tengas porque me muero de hambre. ¿No tendrás Donettes?

Joe' amiga. ¿De qué te sirve ir al gym si luego te comes eso?

—Tía, pues por eso mismo voy. Bueno, vale, olvida los Donettes. Bocata vegetal —dijo Miriam. —Y una infusión, la que sea. Pero ponle jengibre.

La otra rubia asintió.

—¿Y para ti? —me preguntó luego, con una sonrisa.

—Un café con leche... que no sea de vaca, por favor.

—Vaya dos exquisitas —dijo Mireya, mientras se ponía detrás de la barra y empezaba a preparar lo que habíamos pedido.

Miriam rodó los ojos bromeando, y me señaló una mesa al fondo. Nos sentamos, y a lo mejor era paranoia mía, pero creo que Mireya iba levantando la vista para mirarnos.

Que lo bueno está por llegar 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora