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—Supongo que comprenderás, que voy a tener que hablar con tu tía —dijo Manu, sentado encima de su mesa, con sus manos entrelazadas y mirándome fijamente.

Yo, apoyada sobre la mesa de la primera fila de la clase, que ahora estaba vacía, me pasé la mano por el pelo, algo agobiada.

—Lo entiendo, sí —dije, simplemente.

—Ana, sé que no eres tonta. Sé que puedes llegar a muchísimo, pero es que no te esfuerzas para nada. Creo que nunca me había encontrado con alguien tan desmotivado como tú.

Las palabras me sorprendieron, pero no mucho.

—Ya, me lo imagino.

—¿Qué quieres hacer cuando acabes bachillerato?

Lo miré, ladeando la cabeza.

—¿Cómo? —pregunté.

—Que cuales son tus planes, no sé. Tal vez quieres ir a alguna universidad en concreto, tal vez quieras irte al extranjero...

Me encogí de hombros, dejé mi mochila en el suelo y me senté completamente encima de la mesa de Nerea, porque veía que la cosa iba para largo.

—Quería estudiar derecho.

—¿Y ya no quieres?

Miré al suelo, y luego miré por la ventana. El día daba asco, la verdad. Y desde que había llegado a ese pueblo, que no me sentía tan triste como hoy. Siempre vienen los problemas juntos y precisamente ahora Manu tenía que darme la charla porque lo estaba suspendiendo todo. Y encima era lunes, joder.

—Bueno, sí, supongo. Pero como suspendo pues no voy a entrar a ningún sitio.

—Tus notas de primero de bachillerato son muy buenas, Ana. Si remontaras ahora, te quedaría una buena media y si estudiaras bien para la selectividad, estarías a tiempo. No está nada perdido, pero recuerda que este curso pasa rápido.

Asentí. Manu se levantó, se acercó y me puso una mano sobre el hombro derecho.

—Ana, sé que pasaste por cosas difíciles, pero eso ya ha quedado atrás. Ahora estás aquí, empezando de cero. No le des disgustos a tu tía y sobretodo no te des disgustos a ti. Estudia.

—Sí, Manu. Gracias —dije, aunque no estaba muy convencida de que iba a ser capaz de ponerme a estudiar de repente, de un día para el otro. Hacía mucho que no me implicaba en mis estudios.

—Va, ya puedes irte —dijo, retirando su mano y volviendo a su mesa. Antes de que yo saliera, pero, me detuvo. —Ana, por cierto.

—¿Sí? —me giré, con la puerta medio abierta.

—No se me ha pasado por alto que has faltado un par de veces a clase este mes. No le voy a comentar nada a tu tía pero espero que eso acabe.

Asentí un poco avergonzada y salí de la clase. Sí, era verdad que había faltado dos veces. De hecho creo que fueron dos días y alguna hora suelta. Pero es que era muy tentador cada vez que Mimi o Ricky me mandaban un mensaje para que me uniera a ellos. Uno de esos días lo habíamos pasado por Madrid, el otro simplemente en su piso, y las horas sueltas eran visitas que les hacía al gym o que habíamos pasado en la Cafetería Salva.

—¿Y bien? —preguntó Aitana, que llevaba un gorro monísimo y me esperaba a la salida del instituto.

—Pues bueno, me ha dicho que hablará con Noe. ¡Joder! —di una patada a una piedra y las dos empezamos a caminar en dirección a mi casa. Teníamos un trabajo que hacer, y como era en grupo, ya antes de la charla con Manu tenía planeado hacerlo para no joder a Aitana.

Que lo bueno está por llegar 🦋 || WARIAMWhere stories live. Discover now