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No hace falta que diga, que Miriam no quiso quedarse a cenar, muerta de la vergüenza como estaba. Después de vestirnos de nuevo, la había acompañado a la puerta y se había despedido de Noe con un "hasta luego" rápido, sin ni siquiera mirarla.

Aunque yo también me había quedado en modo "tierra trágame", pensándolo con calma, era mil veces mejor que me pillara Noe que cualquier otra persona. Como por ejemplo los padres de Miriam, o su hermano ¡madre mía! O incluso los míos; aunque eso era imposible porque estaban a quilómetros de mí.

La cosa es que Noe no juzgaba, todo le parecía correcto, y ya si el día siguiente hacía un buen examen de filosofía y lo aprobaba, no pondría ningún obstáculo en que Miriam se quedara algunas noches en mi casa o yo en la suya.

Entre una cosa y la otra, no había tenido tiempo de asimilar que realmente, Miriam me había pedido que estuviésemos juntas. Éramos novias. Tan simple y tan maravilloso. Y tan inesperado. Mi vida había dado un giro interesante los últimos días.

—Ana madre mía, la carita que me traes —dijo Noe, sin aguantarse la risa, el momento en el que entré a la cocina para cenar.

—Noe por favor, vamos a sobrellevar todo esto ¿eh? Quiero cenar en paz, sin que la vergüenza y tus comentarios me hagan esconderme debajo de la mesa.

Noe soltó una carcajada, y yo me reí levemente mientras me sentaba.

—Estoy hambrienta —solté.

Noe levantó una ceja.

—Yo pensaba que el plato fuerte era Miriam.

—¡Noe! ¡Te he avisado! —grité escandalizada.

—Vale, vale —dijo mi tía, sirviéndome un plato. —Ya me callo. Pero que sepas que esto de Miriam... lo vi venir de lejos.

—Parece que todo el mundo —dije encogiéndome de hombros. —Buen provecho.


🦋🦋🦋


Lo primero que me dijo Alfred cuando llegué a clase la mañana siguiente, fue que tenía muy buena cara. Lo cual me sorprendió, porque me había quedado dormida más tiempo del que me convenía y había tenido que darme mucha prisa en hacer toda la rutina de las mañanas.

—Eh, pero de verdad —insistió él. —Estás de mejor humor últimamente. Cuando llegaste parecías triste, que todo te aburría... y mírate ahora.

Me eché a reír.

—Bueno, puede ser —dije con una sonrisa. La verdad es que últimamente, aburrida no estaba. —¿Cómo llevas el examen? ¿Estudiaste tal y como te dije?

Alfred miró los apuntes que tenía delante y que seguramente no eran ni suyos.

—Pues bueno, lo llevo. Me lo he mirado un poco. Tú lo llevas bien, ¿verdad?

—Sí, ya te dije que había estado estudiando un poco. En realidad te avisé porque no quería traicionarte.

Alfred me miró interrogante.

—¿Cómo?

—O sea, no me gustaría dejarte suspender solo, ¿sabes? Estaría bien que aprobáramos los dos —dije, tendiéndole una mano.

Él cogió mi mano con cariño y la zarandeo jugando, sonriéndome.

La mañana transcurrió tranquila hasta la hora antes del recreo, en la cual teníamos el examen de filosofía.

Que lo bueno está por llegar 🦋 || WARIAMDär berättelser lever. Upptäck nu