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-¿Es demasiado? -preguntó Aitana, mirándose en el espejo del baño como podía, mientras yo me hacía unos tirabuzones en mi pelo.

Miré su vestido blanco y negro. No sabía exactamente como era el restaurante al que íbamos a ir, pero seguramente se tenía que ir un poco elegante y Aitana sin duda lo iba.

-Yo creo que vas genial. Además, son tus dieciocho. Tienes derecho a arreglarte todo lo que quieras para celebrarlos bien -respondí desenchufando la plancha del pelo.

Yo había decidido ponerme un mono rojo, así que entre las dos parecía que nos íbamos de fin de año. Pero la verdad es que desde que estaba en Barcelona no había salido mucho, y me apetecía arreglarme un poco.

-¿Os queda mucho? -preguntó Nerea, saliendo de su habitación.

Se había puesto un vestido blanco con encaje por la parte de arriba y estaba especialmente guapa. Aitana se quedó calladísima y yo la miré pensando qué demonios le pasaba.

-No, ya estamos. El baño es tuyo. Vuestro -añadí, cuando vi a Miriam salir de la misma habitación al pasillo, con un neceser en su mano.

La verdad es que no estaba para nada acostumbrada a ver a Miriam en vestido. Era negro y cortito, de cuello alto aunque sin mangas. Estaba súper elegante y yo me quería morir allí mismo.

Cruzamos miradas cuando terminé de darle el repasón y una vez más, mi corazón se aceleró. Me di la vuelta para coger el bolso que estaba en la habitación de Aitana y decidí salir al jardín a fumar, mientras esperaba que las dos rubias terminaran de arreglarse para ir al puerto a cenar.

Dejé el bolso encima de la mesa de la cocina, y mientras buscaba el paquete de cigarros, de la puerta corredera entreabierta me llegó una melodía desconocida.


¿Por qué al final jamás te di lo que tú necesitas?
¿Por qué busqué dentro de ti y sólo hallé una herida?


En un banco del jardín, Alfred y Amaia tocaban la guitarra y cantaban a dúo tranquilamente. Era raro ver a Amaia tan concentrada en algo, tan seria. Parecía otra. Alfred también estaba muy en su mundo, aunque eso estaba más acostumbrado a verlo.

Salí con el mechero en la mano y me senté en una silla de mimbre en frente de ellos, y los escuché con los ojos cerrados, prestando atención a la canción.


Di por qué te callas así
¿Por qué enmudezco al fin yo, y no somos capaces de abrir el corazón?
¿Por qué te escondes de mí?
¿Por qué me voy a un rincón, incapaces de reconocer qué es lo que nos falló?


Abrí los ojos de golpe. ¿Era eso lo que yo pensaba que era? Busqué la mirada de Alfred, pero tenía los ojos cerrados, sintiendo cada palabra que cantaba, como siempre hacía.


¿Por qué te vas tan lejos y apartas la mirada?
Dímelo
¿Por qué ya no hay más sueños debajo de tu almohada?
Por favor, dímelo, confiésame por qué


Esa canción era mucho más romanticona que las que solía cantar él. Es que de verdad, no me lo podía creer, y noté como las lágrimas empezaban a amontonarse en mis ojos.


Te callas así, y no te hablo yo

Y no somos capaces de abrir el corazón
¿Por qué te escondes de mí?
¿Por qué me voy a un rincón?

Que lo bueno está por llegar 🦋 || WARIAMTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon