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En cuanto salimos del instituto, empezó a llover. Aitana se había quedado atrás y yo me refugié en las escaleras de la entrada para no mojarme. Respiré profundo: había terminado la jodida semana de exámenes.

No llevaba ni treinta segundos allí parada, que reparé en el coche rojo aparcado al otro lado de la calle. El amor y la culpabilidad me invadieron a partes iguales y eché a correr hasta el vehículo.

Literalmente, subí al coche de Miriam pidiéndole perdón con la mirada.

—Cari... —dije mientras me sentaba a su lado.

—No —me detuvo Miriam, que por cierto, se había molestado en venirme a recoger al salir del instituto sin que yo se lo hubiera pedido, —antes que nada quiero decirte que lo siento.

—Amor... ¿cómo? —pregunté yo, con los ojos muy abiertos.

—Mira, yo... ayer no te supe contener como es debido, Ana. Estabas mal, y yo no supe ver hasta qué punto —dijo, apoyando sus brazos en el volante y mirando al frente. —Y por eso... te fuiste con tus amigos que te supieron consolar. Y me jode mucho, de verdad. Podía haber evitado todo eso y no... no lo supe hacer.

Miriam parecía realmente afectada por todo. Seguramente había dormido poco, se lo podía ver en las ojeras que me traía, lo cual me hizo sentir a mí aún más culpable.

—Amor, no, de verdad —dije, agarrando su barbilla para que me mirase. —Lo que hice fue muy inmaduro por mi parte. Me fui y ni siquiera avisé a Noe... —respiré profundo. —Lo siento por hacerte sufrir.

La leona fijó sus ojos en los míos y sonrió levemente. Le acaricié la mejilla y puse una mano en su nuca antes de besarla con ganas. A lo mejor mis disculpas no eran las mejores, pero mis besos probablemente sí.

Como de costumbre, el cuerpo de Miriam se destensó y yo me sentí un poco mejor.

—¿Me quieres? —me preguntó Miriam, con un hilo de voz, cuando nos separamos para coger aire.

—Miriam por favor... ¡claro que te quiero! Como me preguntas eso —negué con la cabeza y solté una risita. Miriam se rio también, cuando se dio cuenta de la estupidez que me acababa de preguntar.

—Me siento una egoísta por lo de ayer —dijo, volviendo a su semblante serio de hacía unos minutos.

—Mira amor... tu acabas de salir de una relación y casi no has tenido tiempo para pensar en ti, que ya estoy yo rayándote la cabeza con mis movidas... lo último que eres es una ego-

Esta vez fue Miriam la que inició el beso, cortándome a media frase. Desgraciadamente, ese beso fue interrumpido porque el coche aparcado detrás del nuestro no podía salir y dio un pitazo que las dos saltamos en nuestros asientos.

Así que la leona cogió el volante y se dispuso a mover el coche, cuando Aitana apareció dando unos golpecitos en mi ventana.

—¡Joder, pero como me dejabais aquí con la que está cayendo! —protestó la chica del flequillo, sentándose en los asientos traseros y cerrando la puerta con ímpetu.

—Hoy estamos un poco dispersas —dijo Miriam. —No nos lo tengas en cuenta.

Miriam arrancó el vehículo porque el coche de atrás ya se estaba empezando a mosquear, pero en cuanto se movió, vi una silueta pequeña y conocida corriendo hacia nosotras.

—Para, para Miri —dije.

—¿Qué pasa ahora? —Miriam se apartó para que el coche saliera y quedó en doble fila.

—Creo que es Nerea —respondí, mirando por la ventanilla llena de gotas de agua.

Efectivamente, la rubia llegó hasta el vehículo y abrió la puerta. Se protegía de la lluvia sujetando un par de libros encima de su cabeza y daba una imagen bastante cómica.

Que lo bueno está por llegar 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora