02 || unknown

648 63 7
                                    

El cielo fuera de aquel edificio se había vuelto de un tono azul pálido casi morado anunciando de manera subliminal que en menos de media hora caería la noche y, con ella, por fin podría volver a casa.

Resoplé impaciente, aburrida con mi barbilla posada en la palma de mi mano, y deseé poder ser tan libre como aquellos pájaros que sobrevolaban despreocupados las cabezas de todas las personas que se encontraban ahogadas hasta arriba de problemas de la vida cotidiana como las facturas, los estudios o ese ascenso que nunca llegaba, pero lo cierto es que no podía culparlos pues yo misma me encontraba dentro de ese grupo de gente y era un asco.

Llevé la vista al frente encontrándome el monitor de mi ordenador en aquel aburrido y monótono escritorio semejante a los muchos otros que abundaban la sala de la oficina con la pequeña variación de que cada computadora enseñaba en la pantalla algo distinto. En mi caso, había sido contratada en aquella empresa como operadora de bolsa por lo tanto todo lo que se podía ver en mi ordenador eran números, números, más números, porcentajes y flechitas de colorines que iban variando cada rato.

Hice de nuevo un barrido con la mirada y me fijé en que mi jornada laboral terminaría finalmente en cinco minutos por lo que suspiré aliviada antes de agachar la cabeza y ver, junto a mis piernas cruzadas bajo la mesa, mi bolso descansando en el suelo, y lo cierto es que estaba impaciente por tomarlo e irme de vuelta a mi frío y solitario nuevo apartamento de Seúl en el cual llevaba una semana.

Sin embargo, me atreví a recogerlo colocándolo en mi regazo, comenzando a guardar todas las cosas que había encima del pupitre cuando, de pronto, un resplandor consiguió llamar mi atención cuando la luz impactó dentro de mi bolso contra las piezas del reloj que la señora Min me dio la semana anterior.

Me mordí el labio inferior, notando como un escalofrío recorría toda mi columna vertebral, y suspiré con todo el aire que mis pulmones me permitían almacenar. Tenía que llamar a Yoongi de una vez por todas y devolverle su rolex por parte de su madre, y no podía posponerlo más ya que había pasado ya una semana y seguramente se habría comenzado a preguntar por qué su muñeca se sentía tan vacía.

Pero, en cambio, siempre que me decantaba por marcar el número de una vez por todas y mostrarme madura ante la situación, no conseguía hacerlo pues una nube de pensamientos negativos se presentaba cual tifón y me impedía sostener el teléfono móvil por mucho más tiempo.

Con Yoongi siempre era lo mismo estos nueve años. Al principio, cuando decidimos terminar al entrar él en Big Hit Entertainment mudándose a Seúl por la distancia, además de aquel extraño contrato de las discográficas con los idols sobre no tener pareja, perdimos todo el contacto tras un par de llamadas.


2010.12.25

—¡Feliz Navidad, Yeri!

La voz de Yoongi sonó al otro lado de la línea nada más descolgué la llamada y me tiré sobre mi cama con las mejillas aún enrojecidas y heladas por el frío de la calle, de la cual acababa de llegar.

—Feliz Navidad, Yoongi —respondí, dejando escapar por mis delgados labios un corto suspiro—. ¿Cómo estás?

Cerré los ojos, intentando imaginarme que estaba junto a mí mientras hablaba, tumbado a mi lado en la cama como siempre solía estarlo antes de irse a Seúl. Llevaba más de un mes en la capital viviendo junto a un chico del cual me había hablado varias veces anteriormente llamado Namjoon, el cual era rapero igual que él y estaba también en la discográfica. Además, también hacía un mes que habíamos roto por mutuo acuerdo, pese a que ambos continuábamos queriendo al otro como si nos fuera la vida en ello.

Sin embargo, nuestra ruptura no impidió que el tono de mi teléfono móvil sonara todos los días notificando una nueva llamada de Yoongi pues habíamos decidido mantener el contacto pese a que no pudiéramos vernos y, aunque pudiéramos, estaba la existencia de aquella dichosa norma que impedía a los idols mantener relaciones íntimas.

Pero lo cierto es que eso empeoraba las cosas y me dolía más que nada en el mundo tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos.

—Hoy he conocido a un nuevo chico que se acaba de mudar a Seúl también —contestó, y aunque no podía verlo pude imaginarme perfectamente su rostro—, se llama Hoseok y tendrías que ver como baila. Es impresionante.

—Vaya —musité, sin mucho que decir—. Qué bien.

—¿Y tú qué has hecho hoy?

—Nada interesante —mentí, pues realmente me había pasado el día pensando en él, cosa que solía pasar muy a menudo pero mucho mas en una fiesta tan especial como la Navidad—. He ido con Hye a esa cafetería de Hakjeong al lado del cine porque había oferta en chocolate caliente.

—Pero a ti no te gusta el chocolate caliente.

—A Hye sí —dije, esbozando una tímida risilla por primera vez en mucho tiempo—. Yo me he bebido un americano como siempre.

Escuché la risa de Yoongi al otro lado del auricular acompañando la mía, y sentí un pinchazo en el pecho que me dejó completamente sin aire.

—¿Yeri? —me llamó, tras un corto silencio en el cual me intenté recomponer.

—¿Si?

—¿Estás bien?

La respuesta a aquella pregunta era obvia y estaba segura de que él mismo lo sabía. Pero no supe qué decir pues si era sincera tal vez solo conseguiría empeorar las cosas y hacer que los dos nos sintiéramos peor acerca de nosotros, pero si mentía debería seguir aguantando todo en silencio.

—No —contesté finalmente, con un nudo en la garganta—. No, Yoongi, no estoy bien —Suspiré, empezando a sentir como aquella sensación iba creciendo hasta que comencé a percibir que de un momento a otro lágrimas aparecerían en mis ojos—. E-Esto... esto me está matando.

—No eres la única —se sinceró, con una voz mucho más grave y tranquila que de costumbre.

—Te quiero, Yoongi, y ese es el problema —dije—. Porque no puedo olvidarte y mucho menos cuando hablo contigo todos los días y no te puedo ni besar, ni abrazar, ni nada de nada, y no sabes lo mucho que te necesito —Conforme más cosas decía mi voz se rompía más y más mientras que paralelamente las lágrimas ya habían comenzado a descender por mis mejillas—. Creo que... es mejor que dejemos de hablar, aunque sea por un tiempo.

—¿Eso es lo que quieres, Yeri?

—Sí —mentí, realmente no tenía ni idea de lo que quería y sabía que me acabaría arrepintiendo de esa decisión que ni siquiera había pensado hasta el minuto anterior—. Adiós, Yoongi.

—Buenas noches —se despidió, mas no colgó y permaneció en silencio un par de segundos hasta que susurró—: Yo también te quiero.

Después, finalmente, la llamada se terminó dejándome a mí sola en aquella cama sollozando.


A día de hoy ese "tiempo" que nos dimos sin hablar aún sigue en pie, convirtiéndose esa en la última toma de contacto en estos nueve años. Al principio, cuando este venía de visita a Daegu, lo evitaba a toda costa aún dolida por mis sentimientos, hasta que a través de los años mi mente fue creando una idea de él sin evidencias retratándolo como, seguramente, una persona completamente distinta a la que yo conocía en ese entonces y poco a poco fui perdiendo el interés, aunque mi negativa hacia verlo aún seguía en pie y ni siquiera sabía por qué.

Pero aquella indiferencia iba a terminar esa misma noche así que, cuando salí de la oficina, no le di más vueltas y lo llamé. Después de nueve años volvería a escuchar su voz.


first love❞ || min yoongi [SUGA]Where stories live. Discover now